Dios los cría y ellos se juntan.

Adolfo González Montes puede tener los amigos que le dé la gana. Pero las amistades de cada uno indican no poco sobre quien es el que se busca unos amigos u otros. Y en el pozo ayer seguía el almeriense.

Este obispo no es tonto. Aunque ha hecho no pocas tonterías. Que se lo digan a los de Ávila. No cabe pues atribuir a su falta de carácter, a su escas formación, errores manifiestos en su actuación episcopal. Cabe más bien pensar en aquello de que la cabra siempre tira al monte.

En Almería tienen unas Semanas de Teología que hoy clausuran su XV edición. Ese tipo de reuniones puede ser muy bueno o muy malo. Dependerá de los teólogos o de los no teólogos que expongan sus tesis o sus herejías. Pues la estrella de esa Semana este año ha sido el valedor de Pagola y pésimo obispo de San Sebastián, lumbrera de la teología hispana y mundial, Juan María Uriarte. Juan Mari para los amigos. Entre los que tengo el gusto, la higiene mejor diría, de no encontrarme.

Yo creo que Uriarte, cuya aceptación de su renuncia está tardando demasiado en demérito del Vaticano, mancha cuanto toca. Y González Montes ha salido, una vez más, tiznado.
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