Los obispos de Calahorra en el siglo XIX

Ahí va y que sea lo que Dios quiera. He suprimido el aparato crítico para no hacer todavía más largo el mamotreto



LOS OBISPOS DE CALAHORRA EN EL SIGLO XIX




Calahorra-La Calzada, entonces, hoy Calahorra-Logroño-La Calzada fue una agitada diócesis por los nombramientos y los fallecimientos prematuros. Varios años gobernada por administradores apostólicos (prácticamente la última decena del siglo), largos años también con su obispo legítimo confinado, aun así tuvo la diócesis doce obispos, uno de los cuales murió incluso antes de ser consagrado y otros varios tuvieron pontificados considerables: Aguiriano de más de veinte años, Puyal y García Abella, de casi quince, aunque el último pasara la mayor parte de ellos en el destierro. Ribes no llegó a los cinco años y después, lo puro efímero. Cos y de la Puente, ni un año, muriendo el último antes de ser consagrado. Irigoyen, apenas dos. Juárez, algo más de cinco, a los que no llegó Monescillo. Algo más largos los pontificados de Arenzana, que no llegó a diez y de Catalina, que apenas rebasó los cinco. Los superó en algo el último obispo titular, Cascajares.
Ninguno fue del clero regular aunque García Abella hubiera pertenecido a la Congregación del Oratorio. Por sus orígenes geográficos, desconociendo el de Puente, también hallamos una gran diversidad. Dos fueron riojanos, tres de Castilla-La Mancha, dos de Castilla-León y ambos de la provincia de Palencia, uno catalán, madrileño otro, uno navarro y otro aragonés.
Aunque debía ser diócesis exportadora de obispos, si la juzgamos por su situación actual, era entonces mucho más importante pues buena parte de las Provincias Vascongadas estaban bajo la jurisdicción del prelado riojano. Ello explica que fuera mitra de promoción y a ella llegaron tres auxiliares de Toledo, un obispo de Zamora y un obispo prior de las Ordenes Militares (Ciudad Real). Salieron para sedes de más importancia uno a Burgos, otro a Valencia, otro a Jaén, que pasaría más tarde a Valencia y Toledo y otro a Valladolid, con nombramiento posterior para Zaragoza, que la muerte le impidió ocupar. Dos de ellos, en sedes a las que promocionaron, llegaron al cardenalato: Monescillo y Cascajares.
Cinco, de sus doce obispos, fueron figuras importantes de la Iglesia hispana. El más destacado de todos, sin duda, Monescillo. Pero también de notable peso, por diversas circunstancias, Aguiriano, Puyal, García Abella y Cascajares. Puyal y Abella, valientes obispos en dificilísimas circunstancias, Aguiriano con su controvertido papel en el decreto cismático de Urquijo y su postura decididamente tradicionalista en las Cortes de Cádiz como diputado, y Cascajares, con mucha mejor intención que cabeza, muñidor de sueños dinásticos confesionales que fracasaban uno tras otro. Pero Monescillo y Cascajares después de dejar Calahorra y Puyal, antes de llegar a ella.



1.-Francisco Mateo Aguiriano y Gómez (1790-1813)


En Alesanco (Logroño) nació el 15 de septiembre de 1742 quien, con los años, llegaría a ser obispo de su diócesis natal e importante personaje eclesial en la agonía del Antiguo Régimen. Luis Sierra nos transcribe una interesante nota biográfica escrita a la muerte del obispo que nos da, dentro de su tono hagiográfico, interesantes datos sobre el personaje .
Hijo de una familia noble y distinguida en el país, estudió jurisprudencia en la universidad de Toledo, donde sería catedrático de Leyes en 1765, es decir, a la temprana edad de 23 años, según nos refiere Cuenca . Fort nos dice que su cátedra fue la de Vísperas de Leyes . Abogado al año siguiente, se trasladó por esos días a Méjico, donde se ganó la confianza del arzobispo Lorenzana (1766-1772), a quien deberá su brillante carrera eclesial.
Promotor fiscal eclesiástico de la archidiócesis (1766), fiscal del controvertido y regalista IV Concilio provincial mejicano (1771), cuyas actas no aprobó Roma, Lorenzana le había ordenado sacerdote en 1768, nombrándole después rector del seminario. En 1782 regresó a España, según nos dice Cuenca, acompañando a Lorenzana, nombrado arzobispo de Toledo. Pero como Lorenzana vino de Méjico diez años antes, para encargarse de la sede primada, o Aguiriano volvió a la Península en 1772, o no acompañó a Lorenzana. Vino efectivamente en 1772 , siendo nombrado teniente de capellán mayor -el capellán mayor era el arzobispo de Toledo-, de la real iglesia de San Isidro de Madrid .
El 15 de abril de 1776, Fort dice que fue propuesto el 1 de febrero de ese año, fecha en la que debió ser nombrado obispo electo , es creado obispo titular de Tagaste y auxiliar del cardenal Lorenzana . Fue consagrado el 26 o el 29 de mayo de 1776 en la colegiata de San Isidro de Madrid, no sabemos bien por quien: por el arzobispo de Granada, Galván, según Guitarte , mientras Cuenca asegura que fue el cardenal primado, Lorenzana, quien le consagró . Catholic-Hierarchy da la razón a Cuenca. El arzobispo toledano le concedió, de sus abundantes rentas, 300 ducados de oro para su "congrua sustentación" .
La designación llevaba aneja la obligación "a pasar siempre que sea necesario a la plaza de Orán en Africa, a administrar en ella los sacramentos de orden y confirmación y a ejercer todos los demás actos propios inherentes a su ministerio" . No hemos visto en sitio alguno que llegara a hacerse efectiva esa obligación de traslado, carga seguramente de la Iglesia hispana desde la toma de aquella plaza varios siglos antes.
Que Lorenzana estaba encantado con su joven y fiel sacerdote era evidente. Le había hecho obispo a los 34 años, encomendándole el gobierno, en su nombre, de la parte principal y más difícil de su archidiócesis y por no pocos años, desempeñó aquellas funciones hasta que en 1790 fue trasladado a su tierra riojana. Según T.y J. M. Marín, la fecha del 9 de mayo fue la de toma de posesión pues la del traslado fue el 29 de marzo de ese año , lo que confirman Guitarte y Catholic-Hierarchy . La nota biográfica que transcribe Sierra dice que fue nombrado para la sede calagurritana en 1789 .
Cuenca atribuye a la “política” su nombramiento como obispo residencial, “en un momento en que Floridablanca aspiraba a rubricar su tendencia religiosa con un episcopado vertebrado por la línea regalista” . Y no cabe duda de que Aguiriano llenaba esas características.
Hasta ahora habían sido tranquilos y cómodos sus días. Inauguraba prácticamente el gobierno de una diócesis propia, casi al tiempo que Carlos IV el de la vasta monarquía española. Y nada hacía suponer que las extrañas y confusas noticias que comenzaban a llegar del país vecino iban a trastornar el mundo. Pero así fue. El desgraciado final de la guerra contra la República francesa puso a los revolucionarios a las puertas de la capital de su diócesis.
Poco después llegó el momento eclesialmente más dudoso de Aguiriano. Su adhesión incondicional al decreto cismático de Urquijo de 1799. "Caracterizado defensor de las teorías regalistas, fue uno de los prelados que recibieron con mayor aplauso el famoso decreto de inspiración cismática o jansenista, en opinión de algunos autores, de Urquijo" . Hubo quien achacó la posición del obispo a la maléfica influencia que sobre él ejercía su primo Blas Aguiriano, canónigo de su Iglesia . Lo cierto es que el obispo, en respuesta al decreto, asume las que juzga "nuestras facultades nativas y ordinarias en toda su plenitud, conforme a la antigua disciplina de la Iglesia, en la expedición de las dispensas matrimoniales, y otras que nos competen, y que antes se solicitaban a Roma, hasta que S.M. nos haga saber la elección de un nuevo sucesor de San Pedro" .
Y añade el obispo: "Esta soberana resolución, que supone que los obispos tuvieron expedito por muchos siglos el ejercicio de la potestad que Jesucristo les concedió para cuanto conduzca al buen gobierno de sus Iglesias, es una verdad cierta y constante en los monumentos eclesiásticos, y se halla demostrada por los autores más sabios que han examinado el punto.
Es igualmente cierto que, no obstante toda y cualquiera reserva, pueden y deben los obispos usar de sus derechos originales, siempre que lo exija así la necesidad o utilidad de la Iglesia, en cuyo caso asegura el rey nos vemos, atendida la triste situación de la Europa, que ninguno puede tener mejor conocida que S.M." .
Los sacerdotes no podrán discutir el decreto -"sería enorme exceso" e "insufrible" -, y si alguno se atreviera a ello el obispo tomará las medidas necesarias para "contener espíritus orgullosos" .
La actitud del obispo es obsequiosa con el poder y cauta eclesialmente. Se trataría de una medida provisional hasta tanto el rey comunicara el nombramiento de un nuevo Pontífice y no de una recuperación de derechos propios que ya no se iban a restituir nunca al Pontífice. Y motivada por la necesidad de las almas. Y pobre del clérigo que no se aviniera a ello: "Sería enorme exceso en cualquier secular atreverse a censurar la providencia del rey, dirigida únicamente a consultar a la paz y tranquilidad de sus amados vasallos; e insufrible en el clero, tanto secular como regular esparcir especies capaces de turbar las conciencias, o resfriar el amor, o disminuir el respeto hacia el soberano; y aunque no temo haya eclesiástico en esta mi diócesis que siga un camino tan opuesto a la sumisión y obediencia debida a sus legítimos superiores, con todo, en cumplimiento de mi obligación, encargo a vmd. vele con el mayor cuidado sobre la conducta del clero secular y regular de esa vicaría, sin disimular la más leve contravención en una materia de tanta importancia y gravedad; procurando que ni por escrito ni de palabra en las funciones de sus respectivos ministerios se viertan especies opuestas que puedan inquietar las conciencias, dándome aviso de cualquiera transgresión en el asunto para tomar las medidas más eficaces a contener espíritus orgullosos; y a este fin, juntando vmd. el clero de esa iglesia hará leer esta mi carta, y después la circulará con el propio objeto por las parroquias de su distrito, celando su puntual cumplimiento" . Esto se confirma por el Auto de Aguiriano del 8 de noviembre , señalando el modo de proceder en las dispensas. Lo peor es que las concedió y, como eran nulas, hubo que subsanarlas después . La primera parece que fue en la temprana fecha del 11 de noviembre de 1799 , resistiéndose su propio clero al permisivismo episcopal .
Fort, o tal vez Vicente de la Fuente, asegura que "Aguiriano fue tachado en su tiempo de adolecer algo de las doctrinas de exagerado regalismo. En la ruidosa controversia sobre las dispensas promovida a la muerte de Pío VI, sostuvo el partido de la escuela que se decía episcopalista, en contra de la ultramontana" . En una mala elección eclesial.
La revocación por Carlos IV del decreto de Urquijo lleva a Aguiriano a revocar sus disposiciones dispensantes, quedando, sin duda, el obispo, en una delicada situación. La publicación de la bula Diu satis dio ocasión al nuncio Casoni, gran triunfador al fin de la contienda, "para dirigirle una amonestación delicada pero claramente alusiva: "La sabiduría y piedad de V. I. me hacen esperar con la mayor seguridad que, conformándose con tan sabias y oportunas manifestaciones del Padre Común de los fieles, jamás la perderá de vista, especialmente en lo que pertenece a la unidad con que todos los católicos como miembros de un mismo cuerpo místico, deben estar estrechamente unidos a su Cabeza visible..." . Aguiriano contestó en términos "de rendida sumisión y aceptación de las exhortaciones pontificias" . Si bien en realidad no era tan absoluta ni duradera su conformidad, pues en 1809, "aunque con distinto planteamiento, Aguiriano volvería a dispensar" . Nos hallamos en los días del enfrentamiento por la cuestión de las dispensas entre el nuncio Gravina y el cardenal Borbón, siendo Aguiriano, según Sierra, de los obispos "no romanos" .
El proceder de Aguiriano ha sido interpretado como muestra de su indudable jansenismo . El nuncio Casoni "enumera como dispensantes a los arzobispos de Granada y Tarragona, a los obispos de Astorga, Barbastro, Calahorra, Guadix y Tuy, al de Salamanca, Tavira y al cabildo gobernador de la catedral de Málaga" . Y el citado Sierra afirma que "en la galería de prelados dispensantes figura el campeón de la infidelidad episcopal, a juicio del nuncio, Francisco Mateo Aguiriano, obispo de Calahorra" . Yo mismo me he apuntado en esa dirección al incluirle "en la misma línea de Tavira" . Hoy me muestro mucho más cauto porque había notables diferencias entre uno y otro. Eclesialmente favorables a Aguiriano. Y Sierra también: "Este no merece con justa crítica histórica la tacha de jansenismo. Su espíritu de oposición pecó, sí, del regalismo del tiempo y de la seducción de malos consejeros. Pero su actitud debíase en parte a su ardor y celo, y en parte a su espíritu de luchador innato, por sangre y por tradición, en una diócesis cuyos prelados se han distinguido tradicionalmente por el alto concepto de su dignidad nativa y de sus derechos históricos" .
Egido , uno de los más caracterizado exculpadores del carácter cismático del decreto de Urquijo , señala que "ni en el más entusiasta y combativo obispo de Calahorra, Aguiriano, se pueden detectar síntomas cismáticos, sino un consecuente y quizá extremado regalismo". Bueno. Salvo que no era tan entusiasta y combativo. Mestre lo señala como "partidario acérrimo del decreto de Urquijo y de los derechos episcopales en la dispensa de los impedimentos matrimoniales" . También nos parece una exageración. No defendió "apasionadamente" el decreto sino que lo consintió y aplicó.
También refiere Mestre que había intervenido el obispo contra Urquijo en el proceso inquisitorial que se le formó por su traducción de Voltaire , mostrándose Aguiriano monárquico, conservador y muy antifrancés . Lo que confirma que nos encontramos más ante un obispo obsequioso con el poder que intelectualmente heterodoxo. Sin que ello signifique exculpar a Aguiriano por su comportamiento ante aquel desdichado decreto.
Sierra continúa aportándonos testimonios que aguan el jansenismo de Aguiriano: "Con ocasión de una censura privada sobre el Sínodo de Pistoya estigmatizaba sus novedades y su sentido luteranizante: Pero yo he buscado en todo el Sínodo el nombre a lo menos del Angélico Doctor Santo Tomás... pero yo me he horrorizado. Ni una sola vez siquiera se halla nombrado en este; despreciado y vilipendiado con todos (los escolásticos) muchas. Y sigue: ¿Cómo lo había de citar si... en el punto de Indulgencias... se burla y declama expresamente contra la expresada doctrina del Santo casi en los términos que pudiera hacer el más acalorado luterano” . Se mostró asimismo contrario a Pereira . E impuso penas canónicas al capellán de las brígidas de Lasarte, Diego Lazcano, por sus ideas revolucionarias y favorables a la Constitución civil del clero francés . Sierra menciona una Pastoral de Aguiriano de tendencias antiescolásticas y antiprobabilistas, de 25 de febrero de 1804, con motivo de la erección del seminario de Logroño . No la hemos podido leer pero el antiescolasticismo estaba entonces de moda y no era en modo alguno oposición, con la cita antes aducida es meridiano, a Santo Tomás y su doctrina y el probabiliorismo opinión moral muy fundada que lo único que nos indica era un cierto rigorismo en Aguiriano.
El episcopalismo del prelado de Calahorra es cuestión más grave. Aquí los hechos no pueden disimularse. La aprobación por Aguiriano de la refutación del anónimo contra Tavira por sus ideas dispensantes en el que la razón eclesial estaba de parte del impugnador de las tesis del obispo de Salamanca y no de quien le defendía, las dispensas que concedió el calagurritano, la justificación de las mismas, le hicieron traspasar la frontera de lo lícito. Sierra nos dice que "la conciencia de sus poderes episcopales le predisponía la teoría errónea de Pereira que, en caso de conflicto entre el Papa y el rey en materia de reservas, prevalecía este. Falto de una excusa dogmática, con que oponerse a la ley positiva de las dispensas, y acallar los imperativos de su obediencia jerárquica, Aguiriano apelaba a la ley de la caridad hacia las almas, la ley suprema que, a veces, autorizaba una epiqueya, por no decir una desobediencia material por razón de los inconvenientes inmediatos provocados por la torpe ley de las reservas" . Estamos de acuerdo con Sierra cuando dice: "Los motivos del regalismo episcopalista de Aguiriano eran del orden práctico más que del dogmático. Nacía de sus diferencias con la curia por razón de tasas y favoritismos y de su celosa solicitud pastoral; pero también le influyeron lecturas poco seguras que unidas a la presión del ambiente, le hicieron pasar del justo límite" .
También tuvo notable importancia la influencia de su primo Blas Aguiriano en el obispo. La carta del prelado (13-IX-1799) consultándole sobre el decreto es para Sierra "capital para el conocimiento del reparto de paternidades en las ideas de la Circular, y consiguiente calibramiento del regalismo de Aguiriano. Tono de tal tendencia, precisamente es menos fuerte en la carta a Blas que en la Circular, lo que da pie a pensar que la redacción de esta última sería obra de Blas" . Sea o no esto cierto, el firmante de la Circular fue el obispo y él el responsable de su contenido. Sierra menciona también una nota, aparecida entre sus papeles de contenido antirromano y episcopalista, que comenta del siguiente modo: "una nota privada no debe hacerse pasar por una ideología, ni un arrebato por una herejía. Sin embargo, aunque pudieran darse por aceptables los cargos de formalismo, de avaricia y de desvío de la Tradición (de la curia romana), un subjetivismo peligroso rondaba los encomios de Aguiriano a la ley de la caridad" .
También en el debe del obispo se debe anotar su apoyo a Llorente que según éste, fuente por otra parte sospechosísima pues no vacilaba en escribir lo que le interesaba, antes de la invasión francesa comulgaba plenamente con las ideas del heterodoxo clérigo. "el obispo leía los papeles que el canónigo iba redactando. Introducía pequeñas correcciones y le alentaba con el apoyo de su opinión en todo conforme a la de Llorente". Sobre el espectacular cambio experimentado por el prelado en las Cortes de Cádiz, donde fue uno de los defensores de la Inquisición, dice el canónigo: "no dudo que la querría con tal que se adoptasen las reformas necesarias en el modo de seguir las causas, porque de lo contrario hubiera votado en contradicción a sus principios" Y añade: "las personas que le rodeaban en Cádiz eran fanáticas, ignorantes y sumamente preocupadas; ellas influirían infinito persuadiendo que la religión católica peligraba sin la existencia de un fuerte freno que reprimiese la propagación de doctrinas que reputaban irreligiosas, vertidas en varios papeles impresos por algunos individuos de las Cortes, calificados de jacobinos incrédulos por el vulgo ignorante, fanático y supersticioso" .
No podemos asegurar lo del cambio de ideas pero lo que sí es cierto es que Aguiriano en Cádiz defendió la Inquisición sin reservas y que se rodeó de quien quiso. Lo cómodo, allí, hubiera sido rodearse de los enemigos del Santo Oficio, que abundaban entre los clérigos diputados liberales. Por las razones que fueran prefirió a los "preocupados, fanáticos e ignorantes". Seguramente porque con el paso de los años y, sobre todo, de los acontecimientos que le tocó vivir el obispo estuviera realmente preocupado aunque en un sentido bastante distinto al que Llorente daba a la palabra. Si bien es la segunda vez que se nos dice que el prelado era influenciable, en una u otra dirección. Tal vez fuera cierto.
Todavía hemos encontrado otro testimonio de los años más dudosos de Aguiriano. Llorente pretendía una prebenda en la Corte y el obispo lo recomienda a Godoy asegurándole: "por lo que de propia ciencia me consta que este eclesiástico es de gran talento e ingenio sobresaliente y que habiéndole confiado asuntos de la mayor gravedad, los ha desempeñado a toda mi satisfacción. Que ha contraído un mérito muy distinguido en el establecimiento de las casas de Expósitos de este obispado de cuya Real Junta es individuo, y que por esto, su continua y laboriosa aplicación y conocida literatura le considero acreedor a la poderosa protección de Vuestra Excelencia" . La amistad con Llorente no recomienda precisamente a Aguiriano aunque es preciso decir que el Llorente de entonces no era el que se manifestó después.
Pasado el episodio de su vida de la colaboración con el decreto cismático de Urquijo, que con su intervención en el Concilio mejicano son los más dudosos de su conducta eclesial, Aguiriano ya no presentará más actitudes de difícil interpretación. Cuando la Asamblea de Bayona, el obispo, que no fue uno de los convocados, designó el párroco de su diócesis que debía concurrir a la ciudad francesa .
Su respuesta a la consulta de la Comisión de Cortes es tradicional. Se manifiesta contra el despotismo, en favor de las Cortes estamentales : "Para contener las arbitrariedades de un monarca inconsiderado o dominante se presenta como medio el más eficaz o único el establecimiento de las Cortes generales" ; protesta de la proliferación de leyes: "Tengo por abuso y muy grande la multitud de códigos, leyes, pragmáticas, autos acordados y cédulas reales con que está recargada nuestra legislación. Las leyes de una nación noble, grave y poderosa deben ser breves, claras y pocas. Lo demás causa confusión y desorden" ; se pronuncia contra los fueros privilegiados, los monopolios y los precios tasados en la agricultura ; reclama la aprobación de los impuestos por las Cortes y contra la proliferación de funcionarios, que quita brazos a lo que Aguiriano considera empleos útiles: agricultura, comercio, artes... ; se pronuncia contra la Revolución francesa y los filósofos: Rousseau, Voltaire, D´Alembert... y reclama la inspección de los obispos sobre la enseñanza y la igualdad de América con la España europea en la representación de Cortes ; defiende la independencia de la Iglesia, con palabras nada sospechosas: "Al tratarse de su reforma externa y la intervención que en ella pueda o deba tener la autoridad real, se ha de considerar lo primero que la Iglesia es soberana e independiente y su autoridad espiritual establecida por el mismo Dios sin concurso ni intervención de la potestad del siglo; lo segundo, que, gobernada por el espíritu Santo, posee el don de la verdad y acierto en lo concerniente a la pureza de la fe y costumbres, lo que no es concedido a las autoridades terrenas; lo tercero, que su disciplina exterior, siendo un atributo que dimana de su jurisdicción, es del resorte de la autoridad divina, que la está comunicada por Jesucristo; lo cuarto, que las autoridades temporales del pueblo cristiano, siendo como son sujetas al Evangelio, así como el mismo pueblo que gobiernan, no pueden pretender, so color de la soberanía, dominación alguna sobre esta Iglesia de que son miembros. De estas verdades se sigue necesariamente que es obligación indispensable en el príncipe católico el sostener la Santa Iglesia en el uso libre y expedito de la potestad espiritual que tiene inmediatamente de Dios, para arreglar su disciplina exterior según lo dicten los tiempos y casos, y usar de la potestad que la compete sobre la grey puesta a su cargo. Por lo que el primer punto de la reforma ha de consistir en dejar a la Iglesia en el goce de estos sagrados derechos" ; reclama la celebración de concilios, que las autoridades civiles obstaculizan reclamando regalías que impiden el buen gobierno de las diócesis ; es contrario a los recursos de fuerza , arma predilecta del regalismo; protesta del exceso de las contribuciones al clero, con quejas de la facilidad con que Roma concede bulas a este respecto: "Para defenderse del golpe de injusticia que a primera vista ofrecen tales imposiciones se arman con el broquel de algún breve o bula pontificia, pero además de que tales bulas son conseguidas comúnmente por una violencia moral a que no puede resistir el Santo Padre, no se halla en la Silla Romana facultad para disponer a su arbitrio de la inversión de los bienes eclesiásticos de España. No son los Papas dueños de estos bienes; en ninguna decisión o canon de la Iglesia consta se les haya confiado tal dominio; lo que si es cierto y no admite duda alguna, que el concilio constanciense dispuso que ni reyes ni otro alguno pudiese imponer contribución al clero sin consentimiento de este, aunque fuese con aprobación, licencia o permiso del Papa" ; se expresa duramente contra las jurisdicciones privilegiadas (abadías nullius...) y contrario a que los monjes tengan parroquias y ejerzan jurisdicción . Tampoco es partidario de la jurisdicción castrense y pide alguna reforma de los regulares ; muéstrase, en fin, muy antifrancés, sentimiento normal por las circunstancias pero que en Aguiriano es recurrente .
Por último, ante la falta de comunicación con Roma y los problemas que ello suscitaba vuelve a sus anteriores posiciones aunque esta vez mucho más templadas: "Finalmente, el estado de cautividad del Soberano Pontífice e Iglesia de Roma, la dispersión del Sagrado Colegio y los proyectos cismáticos del tirano del mundo llaman la atención a los objetos más sagrados e interesantes en el día. La imposibilidad en que esta situación pone a los fieles de obtener las gracias y dispensas que suele conceder Su Santidad, y los embarazos que nos amenazan para proveer a las Iglesias si efectivamente una larga cautividad o un cisma nos cortase las comunicaciones necesarias, exigen providencias que solo el cuerpo episcopal reunido canónicamente, y con presencia de los sagrados cánones, puede decretar. Parece, pues, necesario que, sin perder tiempo, se convoque un concilio nacional que provea para lo presente y futuro lo que corresponda, no solo en orden a este punto tan sustancial y preciso, sino también por lo tocante a dispensar de impedimentos de matrimonios y otros artículos que deben reformarse. Y para que la dificultad y embarazo de congregarse todos los obispos no retarden un expediente tan necesario y urgente, se podrá llamar a los metropolitanos y, por imposibilidad de estos, a los respectivos obispos más ancianos, con otros dos o tres de cada provincia nombrados y con poder de representar a los demás, lo que basta para llenar la representación del cuerpo episcopal y lograr la unanimidad necesaria para la legitimidad de lo que se acordare" .
Su regalismo prácticamente había desaparecido, su antirromanismo también. Lo del concilio nacional, aparte de imposible en las circunstancias del momento, era una medida eclesial, aunque tal vez prematura. Sólo queda de dudosa interpretación aquello de que “provea para lo presente y futuro lo que corresponda”. Y decimos de dudosa interpretación dados los antecedentes de Aguiriano porque, en la situación en la que se encontraba el Papa Pío VII nadie podía asegurar cuando concluiría su cautiverio y, ni siquiera, si acabaría alguna vez.
Antes, en fecha indeterminada, -"a principios del siglo XIX"-, había construido en Calahorra "la gran casa Mitral, o casa de Misericordia, o de Expósitos", que con todos esos nombres fue llamada , en lo que era una tradición multisecular de la Iglesia hispana de preocuparse por los desvalidos. Y nadie más, entre ellos, que aquellos pobres seres que llegaban a este mundo no sólo no deseados sino atrayendo la infamia sobre sus madres y sobre ellos mismos.
En marzo de 1810, la Cámara de España e Indias reunida consulta sobre el proceder, ante la incomunicación con Roma, para confirmar a los obispos. Aguiriano, con algunos otros prelados, adopta una actitud intermedia entre los que proponen el restablecimiento dela antigua disciplina, confirmación por los metropolitanos de los sufragáneos y de aquellos por el provincial más antiguo, con consentimiento de los demás, y los, más numerosos, que no quieren se haga innovación alguna en la vigente disciplina canónica. Aguiriano quiere que sea un Concilio el que decida cuestión tan espinosa, que era algo así como diferir, hasta no se sabe cuando, la solución. Porque con España invadida era imposible convocar el Concilio. Nótese el cambio producido, en diez años, respecto a su actitud con el cismático decreto de Urquijo .
Producida la invasión francesa, antes del dos de mayo y del posterior estallido general de la insurrección española, los franceses intentaron disimular sus propósitos de conquista y así hallamos en la Gaceta de Madrid este texto que seguro podría también referirse a otras ciudades españolas. "Logroño, 5 de febrero. El día 2 del corriente mes, en que la Iglesia celebra el misterio de la Purificación de Nuestra Señora, tuvo noticia el Excmo. Sr. D. Manuel de Grouchy, general de división de las tropas francesas de caballería acuarteladas en esta ciudad y pueblos comarcanos, que el Ilmo. Sr. D. Francisco Mateo Aguiriano y Gómez, obispo de esta diócesis, en cuyo palacio se halla hospedado S. E. , había determinado hacer en la insigne iglesia colegial la bendición de candelas, y asistir a la misa, como lo ejecuta en otros varios días del año; y queriendo S. E. dar testimonio público de sus sentimientos religiosos, quiso asistir con toda solemnidad y en cuerpo con su oficialidad a la expresada ceremonia. A las 10 de la mañana pasó el cabildo a la cámara episcopal a acompañar a su prelado según costumbre, y al tiempo de salir de ella se incorporó el expresado general con toda su oficialidad con uniforme y traje de gala, y precedidos de una música militar y de mucha tropa, entraron en el templo. Colocados el prelado en su sitio, y S. E. y oficialidad en el que les estaba destinado, puestos los soldados en el mejor orden, a presencia de un numeroso concurso, dio principio S. I., revestido de medio pontifical, a la bendición de candelas, y distribuidas estas al clero, con arreglo a lo que prescribe el ceremonial romano, pasó S. E. a recibir la suya, y enseguida toda la oficialidad, tropa y la mayor parte de la ciudad, que estaba reunida en la iglesia con este motivo.
La tropa hizo durante la función los honores de ordenanza con el mayor decoro y, finalizada la misa, volvió a salir con todo el buen orden que había observado, y al son de alegre música condujo al prelado y a su jefe a sus respectivos aposentos a presencia de todo el pueblo, que en la plaza, calles y balcones miraba con la mayor complacencia este espectáculo".
La bucólica narración no oculta dos claros propósitos políticos. El de las fuerzas de ocupación que querían congraciarse los sentimientos católicos del pueblo reviviendo el famoso dicho de Enrique IV de que España bien valía una misa, aunque no pocos de los asistentes fuera la primera a la que asistían. Y el de los inspiradores de la Gaceta de Madrid que trataban de congraciarse con los franceses.
Pero el pueblo no debía estar muy convencido de la religiosidad de los ocupantes y el 6 de junio se sublevaba Logroño, obligando a los franceses a abandonar la ciudad. Tras una primera pastoral contemporizadora , redactada después de esa insurrección popular, a la que Aguiriano se negó a sumarse dado su precario aspecto, lo que le costó alguna vejación de los pretendidos patriotas , una vez que el general Verdier, con refuerzos traídos de Vitoria, se hizo de nuevo con la ciudad, tras apenas dos días en poder de los insurrectos, y habiendo pedido y logrado Don Francisco Mateo un trato benévolo para los logroñeses, aconseja deponer la actitud antifrancesa e incluye en el texto la proclama apaciguadora de la Junta Suprema de Gobierno. Está fechada el 9 de junio de 1808.
Poco después Piñuela, en nombre de Murat, le pide nuevos escritos en el mismo sentido y Aguiriano escribe un nuevo y conciso texto, el 4 de julio de 1808 , en el que apenas se limita a transcribir las instrucciones que le llegaban de Madrid. Nuevas exigencias, ahora de Cabarrús, hacen que el obispo abandone su diócesis y se refugie en Soria . De estos días es la incorporación del Señorío de Vizcaya a la diócesis de Calahorra, ordenada por José Bonaparte, a la que el gobernador eclesiástico contesta, siguiendo instrucciones del ausente obispo, que era asunto "gravísimo" para resolverlo él y que habría que esperar el regreso del prelado. Aguiriano aun no tenía clara la conducta a seguir y se alegaban ausencias por motivos de salud . El obispo había llegado hasta Almazán (Soria) y allí recibe un mensaje de su primo, Blas Aguiriano, dándole cuenta de que la situación había mejorado por lo que regresa a su sede pero las seguridades de Blas eran falsas, el ejército español se repliega río abajo y Aguiriano, a fines de octubre de 1808 emprende de nuevo el viaje. Ya nunca más regresaría a la diócesis . Es a partir de ahora cuando el obispo se declara abiertamente por la causa nacional, publicando varias exhortaciones, "las más vivas y enérgicas para excitar el patriotismo y entusiasmo de sus diocesanos en favor de la justa causa, en que interesaban tanto la religión y la patria" .
Había abandonado su sede vestido de simple sacerdote, cruzando, con riesgo cierto, una región que era campo de batalla, hasta que consiguió llegar a Murcia . El mismo obispo narra su odisea: Cervera, Agreda, Veruela, Monreal del Campo... "Son inexplicables los trabajos e incomodidades que sufrí en el viaje, pues el frío, hambre y sed que padecía, son nada en comparación del grandísimo sobresalto y congoja en que me veía de caer en manos de los franceses, en cuyo peligro me hallé tres o cuatro días, que han sido los peores que he pasado en todo el discurso de mi vida" . Al fin llega a Teruel donde es calurosamente acogido por el obispo de la diócesis, Alvarez de Palma, hasta llegar a la capital murciana, donde es también cordialmente acogido por el obispo de aquella sede, Jiménez, "su antiguo condiscípulo en el colegio de Santa Catalina de Toledo", al que Sierra se empeña en llamar Martínez . Curiosamente los obispos que le iban acogiendo serían después dispensantes en el enfrentamiento Gravina-Borbón. ¿Tuvo algo que ver Aguiriano en ello?
El 20 de febrero de 1810 concedió la primera dispensa de esta segunda época, ante la absoluta incomunicación con la Santa Sede y "por el tiempo que duren las actuales circunstancias". Dice seguir el ejemplo del obispo de Cartagena y otros prelados. Y confiere facultades al provisor, no al gobernador eclesiástico que en su huida nombró y que se había afrancesado .
En Murcia despliega "una actividad incansable, dirigida a poner en práctica con entusiasmo y diligencia cuantas instrucciones recibe de la Junta Central . Y como ésta le reclama pastorales patrióticas, las promete "lleno de gozo" . Consecuencia de ello es su escrito de 11 de julio de 1809, concediendo indulgencias a todos los que tomen las armas contra los franceses y a los que de otros modos auxilien a la insurrección .
José Bonaparte le había desposeído de su diócesis el 13 de junio de 1810 , nombrando para sustituirle a Alfonso Aguado y Jaraba , obispo titular de Augustopolis y auxiliar de Toledo que, según Revuelta, no quiso aceptar el encargo en vida del titular y según Higueruela lo aceptó . Aguiriano mantuvo contacto constante con su cabildo por lo que cuando Aguado llegó a Calahorra se enfrentó no solo a la enemiga popular sino también a unos canónigos que le negaron tanto la cooperación como el apoyo financiero que precisaba por lo que se vio obligado a abandonar la capital de la diócesis en la que se había intrusado contra toda regla canónica . Parece que Aguiriano amenazó con la excomunión a Aguado si se intrusaba y a los calagurritanos si le admitían. Las guerrillas eran las encargadas de hacer llegar los documentos episcopales a la diócesis .
Es prudente pero enérgica, muy patriótica y monárquica la carta que Aguiriano dejó al gobernador eclesiástico que en su nombre regía la diócesis y que se había afrancesado . Detenido este individuo por la guerrilla, el obispo intercedió por él .
La Junta Superior de Burgos le designó su representante en las Cortes generales y extraordinarias que aprobaron sus poderes el 10 de mayo de 1811 . La noticia de su designación le había sorprendido cuando se hallaba Aguiriano en Alicante.
En las Cortes fue Aguiriano uno de los paladines del sector tradicional, minoritario en las extraordinarias a causa del gran número de diputados americanos y suplentes. Declamó contra la corrupción de costumbres con "prolijidad" . Se manifiesta en favor de la Inquisición y tiene una intervención restrictiva en la discusión sobre abolición de señoríos , que Ollero se esfuerza, creemos que con más voluntad que éxito, en entender moderada. Señala los excesos que se están produciendo con la libertad de imprenta, en una tácita crítica a Quintana por los manifiestos de la Regencia, de los que era gran responsable y principal autor, en los que no se nombraba a Dios .
Vota contra la proposición de señoríos , se muestra partidario de la celebración de un concilio nacional, con alguna expresión tal vez impropia de un obispo: "Bonaparte, ese hombre que es peor que el mismo demonio" . Quiere que se añadan muchas más cosas a la invocación trinitaria que encabeza la Constitución en un maximalismo excesivo pero que es buena muestra de la religiosidad del obispo . En la cuestión de la soberanía se muestra también tradicional y asegura que el pueblo quiere la soberanía del rey , por lo que es atacado por Toreno y Zorraquín .
Defiende el papel destacado del clero secular en el proceso electoral y que en la fórmula de promulgación de las leyes se mantenga la expresión tradicional respecto a los obispos, es decir, que se les "ruegue y encargue" y no se les "mande" . Suscribe un voto particular contra la apertura de los teatros y protesta se limite a cuatro el número de eclesiásticos entre los cuarenta miembros del Consejo de Estado . Interviene también sobre la residencia de los obispos y en defensa del fuero eclesiástico .
Pide la intervención de los obispos en las escuelas y el 22 de abril de 1812 vuelve a defender a la Inquisición . El 21 de julio de ese año protesta contra el Diccionario crítico burlesco de Gallardo y suscribe un voto particular contra la decisión favorable al escritor extremeño .
En la cuestión de los beneficios eclesiásticos de los infidentes se muestra en favor de la colación canónica y sale en defensa de los religiosos a los que no se les devuelven sus conventos . Suscribe asimismo voto particular contra la denegación de las proposiciones de Simón López contrarias a Gallardo . Protesta contra la coacción de las tribunas a los diputados tradicionales y suscribe otro voto particular contrario a denegarse se suspendan las discusiones sobre la Inquisición hasta que se oiga a los obispos al respecto (30-XII-1812) , así como otros en defensa del Santo Oficio .
La discusión de tan trascendental asunto, en el que intervinieron las principales figuras de las Cortes: Simón López , García Herreros , Ostolaza , Hermida , Inguanzo , Argüelles , que llevó el peso del debate por el bando liberal, Francisco Riesco , Sánchez Ocaña , Toreno , Jiménez Hoyo , que fue el campeón de la defensa del Tribunal, Villagómez , Muñoz Torrero , Mejía , Terrero , Jáuregui , Creus , Espiga , Ruiz de Padrón , con su famoso discurso, Borrull , Oliveros , Villanueva , Capmany , Alcaina , La Torre , Larrazábal , Castillo , Serra , Cañedo , Llaneras , Calatrava , Moragues , Dou , O'Gavan , Gordoa , Giraldo , Lera , Gordillo ...
El obispo de Calahorra, Aguiriano, intervino en dos ocasiones, los días 15 y 29 de enero de 1813 y, si su discurso no fue de los más señalados, dejó clara constancia de donde estaba y quienes eran los suyos. Creemos que esta intervención, además de las ya señaladas, le exonera por completo de las tachas en las que indudablemente incurrió cuando el ya tantas veces mencionado decreto cismático de Urquijo.
El día en que se acordó la abolición del voto de Santiago, por 85 votos contra 26 , Aguiriano, como otros muchos diputados tradicionales, estaba ausente. Lo que, tras la batalla, no ver en el salón de sesiones al obispo de Calahorra, al obispo prior de San Marcos de León, Casquete de Prado, a Dou, Creus, Pascual, López del Pan, Gómez Fernández, Jerónimo Ruíz..., sorprendió al mismo Villanueva . Extrañeza que compartió Capmany y así lo expresó en el Congreso cuando dijo: "Los dos señores obispos se han ausentado; esto es muy extraño" . ¿No quisieron asistir a su derrota? ¿Respondía la ausencia a alguna maniobra tramada por los diputados tradicionales que luego no se llevó a cabo? Nada podemos decir al respecto .
Ante la disposición que manda se lea en todas las misas el decreto de abolición de la Inquisición, Aguiriano solicita consultar a sus cabildos de Calahorra y La Calzada, en evidente maniobra dilatoria, lo que es desestimado por las Cortes que le ordenan "cumpla exactamente lo mandado" (9-III-1813) .
Ollero, en su repetido afán de hacer progresista al obispo, o al menos, de centro, nos dice que "Artola adscribe al obispo de Calahorra al grupo de los absolutistas (...) pero no debemos dejarnos llevar por la fácil generalización situando a Aguiriano en la trayectoria de la fracción conservadora del clero" . Cabe distinguir, lo han hecho otros, y nosotros también, entre absolutistas, conservadores, tradicionales, renovadores, serviles... Pero que Aguiriano estaba en esos grupos es meridiano.
Ya enfermo, solicitó autorización para retirarse y el 21 de mayo de 1813 le amplía el Congreso "la licencia para permanecer en la villa de Chiclana el tiempo necesario para restablecer su salud" . No lo lograría el obispo y el 12 de septiembre de 1813, "las Cortes quedaron enteradas y mandaron archivar un oficio por el cual don Romualdo Mendoza comunicaba el fallecimiento del Sr. Obispo de Calahorra ocurrido el 9 del corriente", en el Puerto de Santa María . Fecha que confirma Cuenca . Fort dice que murió en aquella ciudad el día 11 , fecha que aun haría posible la citada comunicación a las Cortes. Guitarte, en cambio, asegura que murió en Cádiz el 21 de septiembre de ese año , al igual que Catholic-Hierarchy, y, curiosamente, Sierra, que había refrendado el 9 de septiembre y el Puerto de Santa María, páginas después ratifica el lugar y fecha que da Guitarte, añadiendo que el óbito se produjo en el convento de franciscanos, encontrándose Aguiriano en absoluta pobreza . Al menos percibiría sus haberes de diputado que le permitirían un entierro digno. Toda fecha posterior al enterado de las Cortes es imposible.
Debemos hacer mención del tozudo empeño del liberalismo de permanecer en Cádiz, donde, además de la mayoría de que gozaban los partidarios de las nuevas ideas, al resistirse a acudir a una ciudad en plena epidemia los nuevos diputados elegidos por la nación que alteraban, con su mayoría tradicional, la formada en 1810 por los elegidos más los suplentes, contaban con el poco democrático apoyo de las tribunas. A punto estuvo de costarles la existencia misma de las Cortes a causa de la fiebre amarilla. Además de Aguiriano, fallecieron por aquellos días Calvo Rubio, Eugenio de la Peña, Jiménez Coronado, Joaquín Martínez, Capmany, Mejía Lequerica, Luján, Gómez Fernández, Vega Infanzón, Vera y Pantoja, Guereña, Aróstegui... Como hemos escrito, "una hecatombe que pudo acabar con nuestra clase política" .
Tras todas las intervenciones que hemos reflejado, de indudable sentido tradicional, de las que Villanueva recoge bastantes en Mi viaje a las Cortes , creemos absolutamente fundada la afirmación de Villapadierna de que fue "uno de los más sesudos absolutistas y antirreformistas". Sorprenderá en cambio ver a Cuenca afirmar que en las Cortes "se alineó en el bando de los renovadores, buscando con sus intervenciones la conciliación de los dos grandes sectores enfrentados en la Asamblea" . Creemos que en el historiador contemporáneo pesó más el recuerdo de su actitud ante el decreto de Urquijo que el de las intervenciones de Aguiriano en Cádiz. Ollero de la Torre también se crea un Aguiriano políticamente correcto, o sea, de centro: "nos equivocaríamos si admitiéramos sin matizaciones que Aguiriano se asimila al grupo de los conservadores" . "Porque Aguiriano, con las vacilaciones inherentes a toda persona que vive en una época de transición no puede evitar que es hombre cuya formación intelectual ha sido adquirida en el siglo XVIII -¡Cómo si el obispo de Orense, a quien le contrapone, hubiera sido formado en el siglo XV!-, por lo que considera las reformas como necesarias, si bien dentro de ciertos límites" . Ya hemos visto lo reformador que fue, es decir, nada. Pero ello no impide que Ollero perciba "la presencia de elementos no propiamente absolutistas" y "que no late en su ánimo un conservadurismo a ultranza, sino más bien una posición moderada" . Cómo debieron parecerle al autor bastante poco probadas sus afirmaciones, concluye matizando: "Aunque por pura lógica se acerque más al polo de los conservadores" . Vamos, que era un moderado de derechas o un obispo de centro derecha. Creemos que los testimonios aportados desvanecen por completo esa ilusión. Mucho más fundado es el testimonio contemporáneo, escrito a poco de morir el obispo, que afirma que en el Congreso "sostuvo los derechos de la Religión, de la Iglesia, del Rey y de la Nación, con una fortaleza apostólica y amor patriótico que seguramente le honra" . Si bien nada podrá extrañarnos al ver que otro historiador, Perlado, se refiere a tan notable obispo como a "Fr. Aquiliano Gómez" , lo que es ya una ignorancia absoluta. Ni se llamaba Aquiliano, ni fue fraile ni monje.
Para remachar la caracterización tradicional de este prelado aduciremos otro testimonio de Villanueva, tomado de su Vida literaria: "Cuando iba a tratarse en el Congreso sobre el artículo 248 del proyecto de Constitución que declaraba la continuación del fuero eclesiástico, tuve sobre este punto una contestación amigable con mi antiguo amigo el obispo de Calahorra don Francisco Aguiriano, que era también diputado de Cortes. Hallábamonos ambos una noche en la concurrencia diaria de la casa del obispo de Mallorca, y la proximidad anunciada de esta discusión excitó en dos de los concurrentes la curiosidad de saber como opinaba en esta materia el señor Aguiriano. Este prelado respetable por sus virtudes, a pesar de su desengaño contra las usurpaciones curialísticas, conservaba respecto del fuero eclesiástico ciertas prevenciones bebidas en las fuentes a que había debido su primera educación literaria. Y creyéndose en calidad de obispo obligado a defender como propia de la Iglesia la inmunidad de sus ministros, sentó luego que era de derecho divino esta inmunidad y que así se había reconocido en todos tiempos" . Hay que reconocer que Aguiriano se pasó entonces de tradicionalista puesto que no es de derecho divino el fuero eclesiástico aunque no faltara quien entonces aquello defendiera. Pero lo importante es señalar que, una vez más, el obispo discrepaba de los clérigos jansenistas que abundaban en Cádiz y que tenían en la tertulia del obispo Nadal uno de sus centros de reunión. Lo del desengaño contra las usurpaciones curialísticas le venía sin duda del anterior posicionamiento de Aguiriano sobre las dispensas matrimoniales que tanto debió complacer a Villanueva.
Vélez da cuenta de que sus intervenciones en las Cortes no se reproducían íntegramente en el Diario del Congreso, que entonces estaba en manos del dominico Jaime Villanueva, hermano del famoso clérigo jansenista y diputado liberal Joaquín Lorenzo Villanueva y también sabemos que, en la resistencia del cabildo gaditano a la lectura en las misas del decreto aboliendo la Inquisición, Aguiriano, además de representar contra el mismo, como casi todos los obispos a la sazón en Cádiz, respaldó a los capitulares .
De sus actividades diocesanas debemos señalar que fijó la residencia del tribunal eclesiástico en Logroño. No podía ni imaginarse el obispo que tal medida, tomada para facilitar el acceso de sus fieles a un punto geográficamente más centrado que las que entonces eran capitales compartidas de su obispado, Calahorra y La Calzada, iba a ser pretextada, bastantes años después, para intentar la Junta revolucionaria de Logroño en 1840 imponer a la Iglesia medidas anticanónicas a las que el gobernador eclesiástico resistió valientemente .
Parece que Aguiriano sintió siempre claras preferencias por Logroño, que entonces no era la capital de la sede, compartida entre Calahorra y La Calzada. Martín Hernández, mucho más conocedor de los seminarios que de los obispos, nos narra la peripecia del seminario que venía arrastrándose desde que Carlos III había entregado para ese fin el colegio que los jesuitas extintos tenían en Logroño. Resistió Calahorra cuanto pudo la medida, abriéndose otro seminario en la ciudad episcopal y reclamando insistentemente la unificación en él de los centros de formación sacerdotal de la diócesis pero todo ello con poco eco en el obispo que, en 1803, eleva, para su aprobación por Carlos IV, las constituciones del Seminario de Logroño y su incorporación a la Universidad de Valladolid .
De la nota biográfica varias veces citada, y aun reconociendo su tono laudatorio -Sierra cree que la redactó el que había sido su secretario, Romualdo de Mendoza- transcribiremos unos párrafos que contienen más que un fondo de verdad:
"Gobernó esta vasta diócesis -entonces era inmensa- por más de veintitrés años con tal discreción, templanza, tino y acierto, y ejecutó en ella tantas cosas notables e importantes al bien espiritual y temporal de los diocesanos, que el nombre del señor Aguiriano será inmortal y se recordará siempre con sumo respeto y aprecio. Visitó personalmente todo el obispado, administró el Santo Sacramento de la Confirmación a millares de fieles, y dictando innumerables providencias para el arreglo y mejor servicio de las iglesias, conservación de las fundaciones piadosas y establecimientos de beneficencia, reformas de costumbres públicas, exacto cumplimiento del clero en su sagrado ministerio y en todo lo perteneciente al pasto espiritual de las almas, sobre lo cual dio instrucciones y pastorales muy doctas, prudentes y saludables. Formó planes de arreglo beneficiales para muchas parroquias, y el general de curatos propios del obispado de Calahorra a pesar de las muchas dificultades que ofrecía su erección, y que al fin se verificó con tal aprobación en el año 1803. Con el objeto de proporcionar jóvenes de instrucción y buena conducta, que pudieran colocarse en los curatos, hizo a su costa una gran obra en el Seminario Conciliar para ensanchar y mejorar el edificio; dio al seminario las más sabias y adecuadas constituciones y plan de estudios, que merecieron la aprobación de S. M. con gracias en su Real Cédula de 27 de enero de 1804, y puede decirse que el señor Aguiriano fue el verdadero fundador del Seminario, al que puso en su estado floreciente. Una de las cosas que más llamaron su atención luego que vino a la diócesis, fue la suerte miserable de los niños expósitos, que casi todos perecían en su conducción a Zaragoza, por no haber en el obispado de Calahorra casas para recogerlos. Compadecido su ánimo lo hizo presente al rey, y Su Majestad, por Real Orden de 12 de diciembre de 1793, le autorizó para establecer una casa matriz, o principal, de expósitos en la ciudad de Calahorra y varias subalternas en la diócesis, y así lo ejecutó el señor Aguiriano, con una actividad y celo muy laudable, habiendo hecho construir de planta a sus expensas un magnífico edificio destinado al objeto, cuyo coste se acercó a un millón, en el cual se recogieron y salvaron una multitud innumerable de niños, y se establecieron escuelas de primeras letras, y fábrica de paños y bayetas para ocupar a los expósitos, capaces de trabajar, suministrando además grandes sumas para su manutención, y cuidando del establecimiento, ayudado de una junta de individuos de su cabildo, nombrada exclusivamente al efecto con Real aprobación. Animado de una caridad ardiente, socorrió con gran generosidad a los muchos emigrados franceses que se refugiaron en la diócesis de Calahorra" .
"Deseando el Gobierno que la sociedad Riojana se estableciese de una manera más propia al objeto de su institución, le nombró presidente de ella hacia el año 1802, y el señor Aguiriano, como riojano amante de su país, y como prelado interesado en su bienestar, logró llevar a cabo los deseos de Su Majestad, como lo acreditó felizmente la experiencia por los buenos resultados. Amante de la paz, supo conservarla con sus cabildos catedrales (Calahorra y La Calzada) y con las autoridades, y arregló varias diferencias suscitadas entre la dignidad episcopal y el Señorío de Vizcaya, por medio de una concordia decorosa a ambas partes, otorgada en 22 de agosto de 1801" .
Su proximidad a la Corte, mientras era obispo auxiliar de Toledo hizo que contaran con él para innumerables consagraciones episcopales. Así participó, como asistente, en Madrid, en las de los obispos de Orense, Quevedo y Quintano (1776), Vich, Artalejo (1777), Jaca, pérez Bermúdez (1777), Buenos Aires, Malvar Pinto (1778), Pamplona, Lezo (1780), Ceuta, Martín Rodríguez (1780), Jaca, Gascueña (1780), Palencia, Mollinedo (1780), Jaén, Rubín de Cevallos (1780), Urgel, García Montenegro (1780), Almería, Anselmo Rodríguez (1780), Albarracín, Andino (1782), Ciudad Rodrigo, Molina (1783), Ibiza, Abad (1783), Cádiz, Escalzo (1783), Segorbe, Gómez Haedo (1784), Astorga, López Arroyo (1784), arzobispo titular de Amida, Abad de San Ildefonso, Royo (1784), Canarias, Martínez de la Plaza (1785), Valladolid, Morón (1785), Jaca, López Gil (1786), Ceuta, Domingo de Benaocaz (1786), Zamora, Piñuela (1787), titular de Arca y auxiliar de Valencia, Serrano (1788), Albarracín, Torres (1790); en Toledo, a las de los obispos de Teruel, Martín Merino (1781), Badajoz, Palmero (1781), Segovia, Jiménez del Río (1785), Calahorra, Ozta (1785), Pamplona, Aguado (1785), Cartagena, Miralles (1785); en Aranjuez, a las de los obispos de Urgel, Boltas (1785). Y ya como oficiante principal u obispo consagrante, en la colegiata de Santa María de Logroño, a la del obispo de Tudela, Casaviella (1797) .
Fue un notable obispo y una personalidad destacada tanto por su jansenismo inicial como después por su actitud tradicional en las Cortes gaditanas. Su largo pontificado, aunque sus últimos años los tuviera que vivir fuera de la diócesis, hace que sin duda sea uno de los obispos que más huella dejaron en el siglo XIX.



2.-Atanasio Puyal y Poveda (1814-1827)


Sucedió a Aguiriano en Calahorra otro obispo de idéntica procedencia pues también llegaba de auxiliar del cardenal primado que, cuando Puyal fue creado obispo de Caristo, era el mismo Lorenzana que tanto había apoyado al clérigo riojano que le precedió en la sede de Calahorra-La Calzada.
Nació Atanasio, Fort le llama Anastasio , Puyal y Poveda en Alpera, entonces diócesis de Cartagena y hoy provincia de Albacete, aunque Gil Novales lo situe en Murcia, en una de las voces más sorprendentes de su Diccionario , el 2 de mayo de 1751 . Ingresó en 1762 en el seminario de San Fulgencio de Murcia, doctorándose en Teología , siendo profesor y rector de la universidad de Cartagena en 1780 . Según Mas Galvañ fue profesor de gramática en el seminario murciano .
De allí pasó a teólogo de Cámara del cardenal Lorenzana y canónigo, por oposición, de San Isidro de Madrid . En la capital de España se dio a conocer como excelente orador sagrado y en los Estudios de San Isidro desempeñó la cátedra de Elocuencia . La fama de buen predicador le venía de antiguo, existiendo incluso alguna pieza oratoria suya publicada . Al menos, de una tenemos conocimiento.
Presentado el 27 de febrero de 1790 , el 21 de junio , o el 8 de agosto de ese año, fue nombrado obispo in partibus de Caristo y auxiliar de Toledo, a propuesta sin duda de su arzobispo. El regalista Aguirre nos dice que de Puyal "en 1790 se hizo propuesta en terna para obispo auxiliar del arzobispo de Toledo, y fue aprobado por S. M. el propuesto en primer lugar". "Infiérese de esta práctica (que ocurrió en más casos), continúa nuestro canonista, que la autoridad real está en España en el derecho de intervenir en el nombramiento y aprobación de obispos auxiliares, aunque no del mismo modo que en el de obispos propios, no teniendo respecto a aquellos la facultad de presentar, pues que han de ser obispo de una Iglesia de que el rey de España no es patrono" . Más de cien años después se habían olvidado esos precedentes, sin duda regalistas, en el nombramiento de obispos auxiliares durante el anterior régimen. Fue consagrado el 8 de agosto de 1790 en la colegiata de San Isidro por el arzobispo a quien iba a auxiliar, el cardenal Lorenzana, asistido por los obispos de Astorga, Manuel Abad y Lasierra y Abad de Alcalá la Real y hasta hacía unos días obispo de Chiapas (Méjico), José Martínez Palomino y López de Lorena, en solemne ceremonia en la que también fueron elevados al supremo orden sacerdotal, el obispo de Huesca, Peña, y el de Barbastro, Agustín Iñigo Abad, hermano de uno de los prelados asistentes .
En 1796 fue nombrado capellán mayor de las Carmelitas descalzas, fundación real y sujeta al ordinario metropolitano .
Gil Novales dice que en 1805 fue nombrado canónigo de Madrid , cuando ya llevaba quince años de obispo auxiliar. De esos años es su censura a las Actas del Sínodo de Pistoya .
Y seguramente también de estas fechas es una historia que nos refiere Villanueva relativa a una de esas fingidas beatas que tanto éxito tenían en nuestra patria. Parece que vivía en la madrileña calle de Cantarranas y embaucó a mucha gente hasta el punto de que "Pío VII expidió un breve autorizando al obispo auxiliar de Madrid, don Atanasio Puyal, para que hiciese en sus manos los votos de esta profesión (de monja capuchina, se fingía enferma y tullida), con dispensa de la clausura y vida común. Desde entonces tomó nuevo vuelo la fama de sus milagros y de su heroica virtud. Autorizado el auxiliar por el arzobispo y aun por bula del Papa, dispuso que se le pusiese altar frente de la cama, en el cual se celebraban muchas misas y se hacían en la Semana Santa los divinos oficios" . Al fin la Inquisición termina procesándola. Aunque solo fuera por haber librado a España de este cúmulo de embaucadoras que pretendían aprovecharse en beneficio propio de la credulidad de no pocos devotos, bien merece el Santo Oficio el reconocimiento de la religión. Puyal no parece haber tenido en este asunto más papel que el de ejecutor de autorizaciones más altas.
La invasión francesa le sorprende en la capital y, por motivos que desconocemos, Puyal no quiso abandonar a sus fieles, lo que le obligó a rendir pleitesía al rey intruso. "Pronunció una arenga formularia y evasiva cuando José penetró en Madrid en enero de 1809 y llegó a ser designado caballero de la Orden Real de España . Poseemos el texto oficial, que se publicó en la Gaceta del 24 de enero: "En la Gaceta de ayer se anunció que el obispo auxiliar había cumplimentado a S. M. en la real iglesia de San Isidro, y habiendo adquirido una copia auténtica de la arenga que pronunció aquel respetable prelado, creemos agradar a los lectores insertándola aquí. Su tenor es como sigue: Señor: En nombre de todo este clero, que se halla aquí congregado a recibir a V. M. , tengo el honor de presentarle el homenaje de su profundo respeto y sumisión, y de dar al mismo tiempo a V. M. las gracias por haberse dignado a escoger esta real iglesia para dar en este día el más público y solemne testimonio de su piedad y religión, dirigiéndose a este templo pra presentar al pie de los altares su corona, implorando los auxilios del Todopoderoso por la intercesión de sus dos grandes siervos S. Isidro y Sta. María su esposa, patrones tutelares de esta ilustre villa de Madrid, capital de la Monarquía española. Si V. M. consigue tan poderosa protección, bien puede estar seguro que ella atraerá todas las bendiciones del cielo sobre su Real Persona para su felicidad y la de toda la nación, no menos que para gloria y honor de la religión católica y consuelo de la Iglesia, la cual debe hallar en V. M. como rey católico, todo su amparo y protección, y singularmente esta real iglesia con su cabildo, a quienes V. M. dispensa en este día tan señalada merced" . El texto es meramente protocolario y no denota especiales entusiasmos.
Debió quedar el intruso encantado de encontrar un obispo que aparentemente le reconocía y ante la defección del obispo de Astorga, pasado a los patriotas, designó a Puyal obispo de aquella sede, por decreto del 13 de junio de 1810, como si el hermano del emperador tuviera facultades para destituir y designar obispos . "Pero resistió todas sus asechanzas diciéndole con entereza prefería el destierro y la muerte misma a formar un cisma. Es digna de leerse la representación que hizo entonces" . Henrion, o más seguramente quien se encargó de las noticias de España, confirma este relato: "presentóse a José, le habló con una fuerza verdaderamente apostólica de los sacrilegios y violencias que cometían los soldados franceses, desechó con la mayor constancia la mitra ofrecida y resistió heroicamente a los ruegos y amenazas de los ministros, que llegaron a quererle intimidar con su confinamiento a Francia" . Según Fort "tuvo que arrostrar muchos contratiempos y sinsabores por oponerse a las intrusiones de los usurpadores" .
El texto de la contestación al rey intruso nos parece ejemplar. El obispo agradece la disposición del rey que le permitía, dado que había alegado su mala salud, obvio falso pretexto para salir del trance, desempeñar el obispado desde Madrid o desde donde quisiera, o por medio de un vicario. Ni aun así puede aceptar Puyal. Había manifestado ya, en texto que no conocemos pero que suponemos de simple renuncia sin entrar en mayores y más comprometidas explicaciones, que no aceptaba el nombramiento hecho el 13 de junio y que el afrancesado le comunicó dos días después. No se resignaba aquel gobierno, tan carente de eclesiásticos que le secundaran, con la negativa de Puyal e insiste el 28 de junio con la pretensión . Viéndose así apremiado y convencido de que ya no le valen excusas de circunstancias se siente precisado a dar cuenta de por qué no podía aceptar la que en principio parecía notable distinción personal. Y le expone los verdaderos motivos de su negativa. Que eran puramente eclesiales. El estaba bajo el poder de las armas francesas. Acataba, de mejor o peor grado, el poder constituido. Por otra parte, no le quedaba otro remedio. Y no ahorra expresiones de sumisión. José Bonaparte es Su Majestad en todo el texto. Y le supone, o al menos eso dice, las mejores intenciones para la Religión y para la Patria: “Respeto profundamente como debo la soberana resolución; y en las expresiones con que se manifiesta, veo que S. M., persuadido de que ha de resultar algún bien a la Iglesia y al Estado, desea hacerme más suave la carga que me impone” . Pero, tras insistir en la historia de su mala salud, convencido, sin duda, de que tal pretexto ya era insostenible, se ve obligado a entrar en el fondo de su negativa. "Lo que acabo de exponer manifiesta la disposición de mi ánimo en general acerca del ministerio pastoral. Pero aun cuando me hallase en otra situación, y con disposición de arrastrar tan tremenda carga, de ninguna manera podría en mi conciencia aceptar lo que se me propone en el caso presente. S. M. me permitirá que en un asunto tan delicado y de tanta consecuencia, le exponga con la brevedad posible las grandes dificultades que se me ofrecen, y me obligan a esta resolución.
Por el Real decreto de 11 de junio próximo me hallo nombrado por S. M. para obispo de Astorga, cuyo obispo propio y legítimo vive actualmente, y, según voces, tal vez dentro del territorio de su diócesis. Este decreto es consecutivo de otro (a otro, transcribe Sierra) de la misma fecha, por el cual S. M. le destituye de su obispado por haberse ausentado de él, y haber abandonado sus ovejas, etc. Confieso que no entiendo bien la fuerza y significación (significado, en Sierra) de esta palabra: se destituye. Si esta destitución no significa absoluta privación de su obispado (en Sierra falta su obispado),de su dignidad y potestad episcopal es claro que no se puede nombrar a nadie por sucesor de su silla, porque de (en Sierra, en) una misma (en Sierra, falta misma) Iglesia no puede haber dos obispos a un mismo tiempo; con que siendo yo nombrado para el obispado de Astorga, como sucesor del que ha sido destituido, se da a entender que esta destitución significa privación absoluta (en Sierra, absoluta privación) de la dignidad episcopal, y de toda la po
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