Continuar la encarnación (22.12.19)

En todo creyente se encarna la Palabra

.Encarnación significa entrada en la carne. Y la palabra “carne” evoca nuestra condición humana: debilidad y al mismo tiempo solidaridad. La carne es como la hierba débil que nace por la mañana y se seca por la tarde; y en la carne nos unimos todos los humanos; cuando Adán recibe a Eva como compañera exclama: ¡esta sí que es carne de mi carne!. En la Navidad o natividad de Jesús los cristianos confesamos la encarnación de Dios, que ha entrado y hecho suya nuestra condición humana de forma que el niño nacido es Enmanuel, Dios con nosotros.

      Todos los nacimientos de un ser humano son obra del Espíritu. Pero en el nacimiento de Jesús el Espíritu o Fuerza de Dios es más patente, interviene de modo especial en la anunciación hecha por ángeles: “el Espíritu vendrá sobre ti”. Esa misma iniciativa de Dios vemos en el sueño de José para que acepte el misterio, de nuevo en los ángeles que anuncian a los pastores el nacimiento del Salvador, y en la estrella que guía a los magos venidos de oriente. Pero la encarnación no es posible si la humanidad no consiente. Según el evangelio de hoy, nació el niño Jesús gracias al consentimiento de María y José que fueron “los pobres del Señor” como arena suave de la playa donde también suavemente deja su fuerza la ola que viene de altamar.

      Si bien la encarnación ha tenido lugar de modo único y definitivo en Jesucristo, también acontece en toda la historia de la humanidad. Sencillamente porque Dios es presencia de amor que se está dando siempre, se está autocomunicando: “estoy a la puerta y llamo”. Pero somos libres y está en nuestra mano abrir la puerta: “si alguno me abre entraré y cenaré con él”. Celebrar litúrgicamente la Navidad implica vivirla existencialmente. Actualizarla en nuestra propia vida. Dios mismo, más íntimo a nosotros que nosotros mismos sigue siendo amor que se da pues en él existimos, nos movemos y actuamos. La encarnación se dará si nosotros queremos. Todo depende de que abramos la puerta y dejemos que su presencia de amor nos inunde. Según el evangelio, la confianza o entrega total de Maria y de José a esa presencia de amor que nos envuelve, sostiene y desborda, hace posible actualizar en nuestras vidas y en nuestro mundo la encarnación o manifestación de la ternura de Dios en favor de todos los seres humanos .que nos hace crecer en humanidad y está en nuestras manos.

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