La Iglesia se constituye en la misión

Significado de Pentecostés

 Del evangelio según San Juan: “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: ´Paz a vosotros`. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: ´Paz a vosotros`. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo”.

      “Al anochecer de aquel día”. Cuando se oscurece la experiencia o encuentro con el Resucitado, la tentación de los discípulos es enclaustrarse, “cerrar las puertas por       miedo”. Es una tentación para la Iglesia cuando llegan fuertes cambios culturales como en nuestro tiempo; falla el piso y se tambalea. Pentecostés significa salir de la instalación escuchar los nuevos aires que también traen el rumor de nueva humanidad. Apertura con ojos limpios y con el lenguaje del amor que todos entienden, cualquiera sea su lengua vernácula. El fenómeno de la globalización ya sugiere que todos pertenecemos a la única familia humana, pero al mismo tiempo el proceso con exclusión hace imposible la fraternidad. Es muy actual e iluminadora la encíclica del papa Francisco “Todos hermanos”.

      En la revelación bíblica no se define pero una y otra vez se tiene la sensación del Espíritu. Es    como el aire que nos permite respirar para seguir viviendo y nos une a todos en la común atmósfera; como el fuego que da calor y enardece; como el agua que alivia la sed, fecundiza los campos y rejuvenece las plantes. Un lenguaje simbólico que vemos en Hechos de los Apóstoles cuando relata el acontecimiento de Pentecostés, como viento fuerte y lenguas de fuego. Según la liturgia de este domingo, el Espíritu de Jesús es “luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo, descaso de nuestro esfuerzo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”.

El Espíritu está presente y actúa en la intimidad de todos los seres humanos, en la evolución de la historia y en los signos del tiempo. Los cristianos discernimos al verdadero Espíritu desde la conducta de Jesucristo apasionado por la fraternidad universal, con sentimientos de compasión ante el deterioro humano, no buscando falsas seguridades para sí mismo, y siendo totalmente para los demás. La comunidad cristiana, impulsada por el espíritu de Jesús, “no actúa por ambición terrena alguna; solo desea continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”. Juan XXIII  vio en el Vaticano II “un nuevo Pentecostés”. En la misma línea hoy el papa Francisco se afana por una Iglesia “en salida”. Según el Evangelio, la instalación y cerrazón a esa salida es el pecado contra el Espíritu Santo.

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