"La Iglesia se hace diálogo"

Desde Constantino en el s. IV la Iglesia procedió corrió peligro de reducirse al clero e identificarse con el poder que se impone por la fuerza. Reaccionando contra la “protesta de los protestantes” en el siglo XVI y en actitud defensiva cuando el mundo moderno reclamaba su autonomía o emancipación de la religiosa, los siglos de Contrarreforma discurrieron marcados por el dogmatismo y las condenas. Costaban mucho el discernimiento y la conversión a lo nuevo y bueno que, de modo confuso y a veces con desviaciones lamentables, quería nacer. En 1964, como signo del espíritu que animó al Vaticano II, en la encíclica “Ecclesiam suam” que aún sigue con actualidad, dejó bien claro que la Iglesia gana mucho “haciéndose diálogo”. El Concilio pasó del anatema o condenación, a la escucha y al diálogo: “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad que seduce suavemente a las almas”.

Este cambio de talante supone reconocer la consistencia teologal del mundo, de la entera familia humana y su entorno creacional en el dinamismo histórico. El Espiritu ya está presente y activo en esa evolución de la historia. Y hay que discernir los signos del Espíritu en las características o signos de nuestro tiempo. Nada humano debe ser ajeno a los discípulos de Jesucristo. Si creemos en la encarnación continuada, bien podemos afirmar que el Hijo de Dios en cierto modo se ha unido a todo ser humano, y sólo acogiendo el latido profundo de la humanidad podemos vislumbrar la condición y la voluntad divinas.

En esa convicción este blog pretende ser un espacio para leer la Presencia fundante Advertencia amorosa que, siempre como un rumor, habita en todas las personas humanas, en todos los vivientes y en todos los acontecimientos. A esta lectura desde la fe cristiana se llama teología.
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