¿Indignados y organizados?

El interrogante es mío. En la multitunidaria manifestación que ayer tarde discurrió entre Cibeles y Puerta del Sol en Madrid la pancarta decía sin más: “indignados y organizados”. Al final diré por qué trazo el interrogante. Lo primero es valorar positivamente la movilización integrada en su mayoría por jóvenes: “queremos reapropiarnos del futuro que nos habéis robado; nos dirigimos de nuevo a vosotros, clase política y poderes públicos”.

Un reclamo común presidía la manifestación: “por una democracia real ya”, “por una democracia económica”. Es evidente la enfermedad del sistema que a todos nos envuelve: mientras nuestra Constitución proclama que todas las personas tienen derecho a un trabajo digno, varios millones de seres humanos sufren el paro forzoso: “sin casa, sin curro y sin pensión” según rezaba el cartel que llevaba una joven. La economía o arte de cubrir las necesidades básicas de todo para que puedan vivir con dignidad se ha pervertido en crematística o artimaña para que unos pocos se apropien de los recursos que pertenecen a todos. La ganancia y el lucro por encima de todo posterga y manipula irreverentemente a las personas; “no somos mercancía”, protestaba con razón aquella multitud de jóvenes.

“Indignados”. Seguramente algunos de los jóvenes manifestantes han leído ya el librito de Stéplane Hessel “¡Indignaos! Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica”. La indignación es el primer paso para ponerse en pie y en marcha. Nos han metido hasta los tuétanos que no hay salida, que la única forma de organizar el mundo es como lo estanos haciendo. Y eso es mentira: si los seres humanos lo hemos organizado así ¿no vamos a poder organizarlo de otra manera? ¿no van a ser posible otra economía y otra forma de relación entre las personas y entre los pueblos?

Y es aquí donde pongo el interrogante: organizados ¿cómo y desde donde?
Salta en seguida la palabra “revolución”: organizarse para luchar y desmontar todo. Pero a estas alturas de mi vida creo poco en las revoluciones violentas, y sí veo urgente lo que Hessel llama “insurrección pacífica”. Los jóvenes que ayer iban en la manifestación son conscientes de la manipulación que sufren: “vota, consume y calla”. Esta invitación refleja bien la ideología del sistema hoy reinante, que se concreta en una jerarquía inhumana de valores: acaparar dinero egoístamente, calificar a las personas por su rentabilidad, conseguir poder para situarse bien en la vida. Es el individualismo feroz que nos carcome y deshumaniza.

Sin descartar el compromiso político por cambiar estructuras y dinamismos para que todas las instituciones sociales tengan como fin la vida digna de todas las personas, lo que está en juego es el cambio de mentalidad. Hay otra jerarquía de valores: compartir con los demás lo que somos y tenemos, estimar a las personas por lo que son, ejercer el poder como servicio. Sólo con y para canalizar la insurrección que implica este cambio, es cada vez más necesario que las generaciones jóvenes salgan de su indiferencia, se organicen y trabajen por esa otra organización social que sueñan y sí es posible.
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