Jesucristo, horizonte de sentido

Domingo 2º de Cuaresma

Evangelio: Mc 9, 2-10:

Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús; «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos». Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.

Para meditar:

1. La comunidad cristiana ya en Roma está sufriendo la incomprensión de judíos y la persecución en el imperio. Y para esta comunidad, san Marcos elabora el relato sobre la transfiguración. El monte alto evoca el Sinaí y el Calvario. Jesús se retira con la comunidad cristiana representada en los tres discípulos Pedro, Santiago y Juan. Ha decidido ya ir a Jerusalén corriendo el riesgo de que le condenen muerte. La decisión de Jesús viene avalada por Moisés, autor de la Ley por el profetismo en la figura de Elías. En la conducta de Jesús los discípulos  han percibido  la voz de Dios: “este es mi Hijo amado, escuchadle”. Pero les cuesta entender ese mesianismo. E y prefieren quedarse lejos de Jerusalén, donde amenaza el conflicto: “hagamos aquí tres tiendas”.

2. Como aquellos  primeros cristianos – representados en Pedro, Santiago y Juan-  los cristianos de hoy  sufrimos la tentación de creer que nuestra relación con Dios implica ventajas; nos libra de conflictos y de sufrimientos. Pero no fue así en Jesucristo, ni tampoco en la vida de sus discípulos. Nos retrata el gesto de Pedro que, al llegar Judas con la guardia para prender a Jesús, saca la espada, choca con la conducta del Maestro que ante la violencia no responde con violencia. Debemos aceptar la existencia humana en toda su densidad que incluye inevitables conflictos.

3. “Este es mi Hijo amado, escuchadle”. Jesús no buscó el conflicto pero el conflicto llegó y lo procesó actualizando su amor y confianza en el “Abba”, presencia incondicional de amor. Con esta cruz de la pandemia nuestra fragilidad es manifiesta, se acrecienta nuestra inseguridad, el miedo nos paraliza y nos quedamos sin asidero firme para mantener viva la esperanza. Este tiempo de cuaresma es tiempo de gracia para caer en la cuenta que no estamos solos ante el peligro. Podemos avivar en nosotros  la experiencia de Jesús al enfrentarse con una muerte injusta y viéndose abandonado de todos: “No estoy solo porque el Padre está conmigo”.

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