'Predicad el Evangelio', al servicio de la misión evangelizadora Jesus Espeja: "Antes de mirar a la Curia romana, los obispos deben mirar y escuchar a los fieles de su iglesia local"

Iglesia pueblo
Iglesia pueblo

"Urge simplificar la estructura y que sus gestores respiren la intención evangelizadora:  “'a gozosa conciencia de ser discípulos-misioneros  al servicio de todo el pueblo de Dios'"

"Fomentar la corresponsabilidad de todos los bautizados en la misión"

"Es hora de que las iglesias locales, cada una verdadera iglesia de Jesucristo, funcionen con sus propia consistencia dentro de la región donde se encuentren"

"Que la Curia romana discierna e integre los nuevos signos del Espíritu en el mundo"

Con buen olfato periodístico los medios de comunicación han resaltado un detalle novedoso en este documento promulgado por el papa Francisco el 19 marzo: “La reforma de la Curia debe prever la implicación de los laicos, incluso en funciones de gobierno y responsabilidad”. Un detalle bien significativo para no identificar sin más el poder en la Iglesia con ministerios ordenados y para ir superando la exclusión de la mujer. En su primera Exhortación el papa Francisco declaró expresamente que “las funciones en la Iglesia no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros”. Pero en la mentalidad de muchos cristianos y en la práctica no es así. Sigue una imagen piramidal de la Iglesia como sociedad de desiguales donde los clérigos mandan, enseñan y celebran, mientras la mayoría obedece escucha sumisamente, y asisten a la misa.

    Este detalle trae los aires del Vaticano II que dio relieve a la Iglesia como pueblo de Dios, donde todos los bautizados están animados por el único Espíritu:  “La reforma de la Curia romana será real y posible si brota de una reforma interior, con la que hagamos nuestro  el paradigma de la espiritualidad del  Concilio”. En esta perspectiva cabe destacar algunos aspectos significativos en la inspiración y enfoque de la Constitución.

Vaticano II
Vaticano II

   “Para fomentar una evangelización más eficaz”

Es el objetivo que se propone la reforma de la Curia. Juan XXIII convocó un concilio ecuménico  para “infundir en las venas de la humanidad la virtud perenne, vital  divina del Evangelio”. La preocupación evangelizadora   fue prioritaria en la reflexión del Concilio sobre la Iglesia.  Después de afirmar que es una sociedad organizada jerárquicamente y que sin embargo en el pueblo de Dios todos los bautizados tienen la misma dignidad, el Vaticano II afirma que la Iglesia se constituye en la misión evangelizadora:

“No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”.

Para evangelizar la Iglesia es pueblo de Dios y sociedad organizada jerárquicamente. Hay que situar la reforma de la Curia romana ” en el contexto de la naturaleza  misionera de la Iglesia. La reforma no es fin en sí misma, sino un medio para dar un fuerte testimonio cristiano; fomentar una evangelización más eficaz”.

Que la estructura sirva para la misión

En su primera Exhortación el papa Francisco denunció: “Hay estructuras en la iglesia que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador” Eso también puede ocurrir en la Curia romana. Urge simplificar la estructura y que sus gestores respiren la intención evangelizadora:  “la gozosa conciencia de ser discípulos-misioneros  al servicio de todo el pueblo de Dios”. Es tan atrevido como profético el título “Id y predicad” de un documento para la reforma de ese complicado organismo que es la Curia.

Iglesia misionera

Antes la vida que las estructuras

En 1950 el dominico Y. Congar escribió:: “A medida en que en mis estudios he ido avanzado  en el conocimiento de esta realidad que es la Iglesia, se hizo claro en mí que solo se había estudiado en ella la estructura, ni la vida”. En el primer documento que salió del Vaticano se pide que en la Iglesia “todo lo visible sea para la comunión invisible”. El papa Francisco insistió en la misma preocupación: “Las buenas estructuras sirven cuando hay vida que las anima, las sostiene y la juzga; sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo”.

Para transmitir el Evangelio, hay que vivirlo como experiencia: “La Curia romana contribuye  a la comunión de la Iglesia con Cristo Jesús gastándose  con ardor interior  en favor de los  planes de Dios y de los dones que el Espíritu Santo da a su Iglesia”.  Juan Pablo II invitó  a la evangelización “con nuevo ardor”.  La crisis que hoy sufre la Iglesia en su relación con una situación cambiante del mundo es crisis de fe. De apertura incondicional a una Presencia de Dios encarnada en Jesucristo, que continua de algún modo a lo largo de la historia.

Tres implicaciones de esta orientación misionera

           Primera, actuar con misericordia como lo expresa “la antigua historia del Buen Samaritano, de aquel hombre que se desvía de su camino para acercarse a un hombre medio murto que no es de su pueblo y al que ni siquiera conoce. Se trata aquí de una espiritualidad que tiene su fuente en el amor de Dios que nos amó primero, cuando aún éramos pobres y pecadores, y que nos recuerda que nuestro deber es servir a nuestros hermanos y hermanas como Cristo, especialmente a los más  necesitados”. Fue la inspiración que Juan XXIII quiso dar al Concilio.

Iglesia misionera

         Segunda, fomentar la corresponsabilidad de todos los bautizados en la misión

         La Curia romana debe servir al obispo de Roma y a las iglesias locales donde se hace realidad la única Iglesia de Jesucristo. Por eso “esta reforma propone, en el espíritu de una sana descentralización, dejar a la competencia de los pastores diocesanos  la facultad de resolver  en el ejercicio de su propia tarea como maestros y pastores las cuestiones que sepan  y que no afectan a la unidad de la doctrina, disciplina”. 

       Es hora de que las iglesias locales, cada una verdadera iglesia de Jesucristo, funcionen con sus propia consistencia dentro de la región donde se encuentren. Antes de mirar a la Curia romana, los obispos deben mirar y escuchar a los fieles de su iglesia local. Luego la reforma de la Curia debe promover la responsabilidad y correponsabilidad de todos los bautizados: “el  rostro  de la sinodalidad, es decir, una Iglesia de escucha recíproca, en la que cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio Episcopal, Obispo de Roma; unos a la escucha de otros, y todos a la escucha del Espíritu Santo”.  La sinolidad entre las iglesias locales  y dentro de cada una de ellas, es el camino para interpretar y ejercer bien el peculiar ministerio del obispo de Roma sucesor de  San Pedro.

      Tercera, que la Curia romana discierna e integre los nuevos signos del Espíritu en el mundo. Según la visión del Concilio, el mundo pertenece a la constitución de la Iglesia. En el servicio de la Curia para la misión evangelizadora de la Iglesia tienen que entrar los justos anhelos, reclamos, logros y fracasos de la entera familia humana. Ello justifica que miembros de la Curia romana deban ser no solo clérigos y varones sino también mujeres:

 “Su presencia y participación es también esencial porque cooperan para el bien de toda la Iglesia por su vida familiar, por su conocimiento de las demás realidades sociales y por su fe que les lleva a descubrir los caminos de Dios en el mundo. Pueden hacer contribuciones válidas cuando se trata de promover la familia y respetar los valores de la vida y de la creación; del Evangelio como fermento de las realidades temporales y del discernimiento de los signos de los tiempos”

Observación decisiva para la reforma de una Iglesia gobernada solo por hombres célibes y donde apenas cuentan las mujeres. 

Signos de los tiempos

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