“Tragedia para la Iglesia: el sacramento de la penitencia”

Es el título que la revista italiana 30Giorni, n. 5 del 2010, destaca en una conferencia dada por el Card. Joachim Meisner, arzobispo de Colonia sobre “conversión y misión”. ¿En qué consiste la tragedia? ¿ en que ha decaído la práctica de este sacramento tal como se venía haciendo durante los últimos siglos, o más bien el problema está en que no se ha dado la renovación pedida por el Vaticano II?

1. El Concilio vio la necesidad de renovación:“Revísese el rito y las fórmulas de la penitencia, de manera que expresen más claramente la naturaleza y afectos del sacramento”. El Nuevo Ritual de 1973 procede ya según la orientación del Vaticano II señalando aspectos decisivos para renovar la celebración:
- La dimensión comunitaria del pecado y del perdón.
- La conversión implica un cambio de toda la persona “en su manera de pensar, juzgar y actuar impulsada impulsada por la santidad y el amor de Dios”; por tanto hay que asegurar el proceso de conversión.
- La confesión de los pecados no tiene por objetivo recuento detallado y exhaustivo para información del confesor, sino mostrar el alcance y la profundidad del arrepentimiento.
- De las tres funciones que corresponden al ministro de este sacramento -juez, maestro y padre- debe prevalecer la paternidad: expresando así la misericordia de Dios que no sabe más que amar y perdonar.
- El sacramento de la penitencia es para los pecados mortales. Para corregir incoherencias que llamamos pecados veniales hay otras mediaciones incluso dentro de la liturgia como es, por ejemplo, pedir comunitariamente perdón al iniciar la celebración eucarística. Esto implica que se puede disminuir la frecuencia en la celebración del sacramento de la penitencia, sin menoscabo para la conversión que debe ser continua en la existencia cristiana. Alguna ve leí: “uno es más santo cuanto más se confiesa”.Pero como toda la vida del bautizado debe ser un proceso de conversión, más adecuado será decir: “uno es mas santo cuanto más realiza su existencia en actitud penitencial”.

2. Estas orientaciones de la Iglesia suponen una renovación teológica ya introducida por el Vaticano II sobre temas capitales en la fe cristiana; qué entendemos por sacramento; con el pecado no ofendemos a Dios sino en cuanto vamos contra nuestro propio bien; la conversión cristiana no es sólo empeño del ser humano para evitar el castigo de una divinidad airada, sino expresión de la gracia o benevolencia divina. En el fondo están la verdad sobre Dios revelado en Jesucristo y el misterio de la Iglesia, comunidad de vida que se manifiesta y entrega de modo especial en cada uno de los siete sacramento.

3. Viendo cómo varias décadas después del Concilio se sigue celebrando este sacramento como siempre sin ningún cambio, el notorio abandono del mismo ¿es una tragedia, o más bien un signo del Espíritu para una renovación necesaria? Estamos viendo el desconcierto a la hora de dar la absolución en las celebraciones comunitarias; hay ensayos e intentos para caminar en la orientación del Vaticano II, pero siguen prevaleciendo en la práctica la visión, el esquema y la legislación canónica del año 1944. Todavía muchos cristianos ven este sacramento sólo como una obligación, y no como la oportunidad de vida que nos ofrece la Iglesia.

Urgen la información y la formación tanto de los fieles como de los confesores
porque precisamente una verdadera –no sólo canónicamente válida- celebración de este sacramento, implica recuperar y actualizar un artículo central en la identidad cristiana: Dios, misericordia entrañable, se ha manifestado definidamente en Jesucristo cuyo cuerpo visible y espiritual es la Iglesia.

1 de septiembre, 2010
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