La cruz sin amor no vale

La Palabra: “El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará” (evangelio)
1. Todos intentamos asegurarnos en la sociedad y en el grupo al que pertenecemos; es natural. Para ello tratamos de aprovecharnos de todos y de todo para mantenernos sanos y bien considerados ante los demás. Luego el que quiera crecer individual, social y religiosamente que se preocupe de cuidar bien la salud y todo lo que ya tiene, buscando la forma de vivir más años y con mayores comodidades, aprovechándose incluso de los demás. En nuestro tiempo el mito de Narciso, incapaz de amar a nadie fuera de sí mismo, es muy frecuente.

2. El evangelio de Jesús pone las cosas al revés; contrasta con esa forma narcisista de programar y tejer la existencia humana; es una propuesta paradójica, contradictoria para esa mentalidad. Hay que perder la vida; orientarla y gastarla en otra dirección. Según el evangelio, los discípulos de Jesús creen que se han encontrado con el Mesías, y corren el peligro de soñar con un mesianismo triunfalista lleno de victorias, alimentando al propio “yo” que se cree absoluto. Pero Jesús indica otro camino para humanizarse: gastar la vida no pensando sólo qué será de mí , sino que será de los demás, especialmente de los que no pueden, ni saben ni tienen. La fe cristiana es mirarse a sí mismo y mirar a los demás desde Dios como único Centro en que todos habitamos. Esta mirada suscita una relación de amor sin discriminaciones. Es la forma nueva de humanizarnos amando, saliendo de nuestra propia tierra y creciendo en humanidad. En esta perspectiva se entiende: “el que pierda su vida por mi causa”, es decir gastándola para abrirse con amor hacia todos, “se salvará”, se realizará como persona.

3. “El que quiera seguirme, cargue cada día con su cruz y me siga”. No es una invitación sin más al sufrimiento, a caminar por la vida con la cara de personas degolladas y nacidas para sufrir. Jesús de Nazaret no fue eso; más bien fue un hombre enamorado y apasionado por una causa; que todos tengan vida y que se relacionen como hermanos Y en ese apasionamiento fue capaz de vivir y morir; abrió camino de salvación para todos no porque muriera en la cruz, sino porque murió con amor. Sin esa mística o apasionamiento no hay verdadero cristianismo. Y el que descubre ese tesoro, con gran alegría va y vende todo lo que tiene. Se siente motivado para cargar “con su cruz”, con las dificultades que salen al camino. Lo que nos salva no es la cruz sino el amor capaz de soportarla.
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