La entraña del Evangelio

Festividad del Corpus Christi

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                                              Festividad del Corpus Christi

La entraña del Evangelio

 La fiesta comenzó en los inicios del s. XIII para proclamar la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. En tiempos recientes era una fiesta muy solemne: “tres días hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. Hoy la fiesta todavía  se celebra  con vistosidad en algunas ciudades .  Pero en  pueblos de la España vacía ni siquiera hay niños con la cesta de flores para la procesión. Sin embargo su simbolismo es central en la fe o experiencia cristiana.

En su actividad profética Jesús proclamó el Evangelio: ese misterio que llamamos Dios se ha revelado como amor, “Abba”; está ya presente y activo en este mundo; una presencia encarnada en la conducta de Jesucristo, gustando la intimidad con el Padre, fue hombre totalmente para los demás. Viendo ya próxima su muerte  Jesús quiso plasmar  para sus discípulos este Evangelio en una comida, con dos gestos proféticos. Primero compartiendo el pan y el vino   –carne y sangre, su persona y su conducta-  como camino y alimento de vida para todos. Segundo.  lavando los pies a sus discípulos, algo inaudito en aquella sociedad judía: el discípulo como inferior debe lavar los pies al maestro. Actuando al revés Jesús manifiesta su conducta: servir en vez de dominar.

Esa conducta es la que comemos y bebemos en la eucaristía.  Es el Evangelio que proclamamos los cristianos en la festividad del Corpus Cristi. Esa realidad inabarcable que llamamos Dios está con nosotros, dándose continuamente como amor. Y está en nosotros para que seamos en nuestra vida testigos creíbles del amor que gratuitamente se da y muestra su verdad sirviendo a los que nada pueden dar a cambio porque no tienen, ni saben ni pueden. Con razón celebramos hoy el Día de la Caridad. La comunión eucarística inspira y fomenta La vocación y misión de los cristianos o seguidores de Jesús que “vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”. Comer esta presencia real   que,  gracias al Espíritu, se da como alimento en la celebración de la eucaristía, es la entraña de la espiritualidad cristiana.

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