Eluana Englaro, mi respeto

La muerte de Eluana Englaro en Italia a los cuatro días de haberle retirado la alimentación asistida, tras 17 años en coma, en principio, irreversible, ha provocado reacciones muy encontradas y dignas de ser pensadas. Han sido los padres quienes han probado ante los tribunales que ésta era la voluntad de Eluana, para el caso de que le sucediera una situación como la que padecía, y que esto era finalmente y en conciencia lo mejor para su hija. Lo respeto.


Todos sabemos el enorme debate que hay en torno a la eutanasia, por aquello de que la vida humana es un bien sagrado, para unos, y un derecho primordial, para todos; así que hay un temor fundado de que se banalice el valor de las personas poco útiles y, al fin, de la persona en cuanto tal. O sea, que sea fácil quitar de en medio a las personas más molestas por ancianas, enfermas o no deseadas.

Sin embargo aquí estamos hablando de auxiliar al suicidio de quien nos consta que está en un coma irreversible, durante 17 años; depende de la asistencia alimentaria externa para sobrevivir, que no vivir dignamente, y se ha podido probar ante los tribunales que su voluntad libre para este supuesto era la de no seguir sobreviviendo.

A mí me resultaría imposible ser quien vaya a realizar la acción física de desconectar la máquina que le permitía sobrevivir a esta mujer, incluso después de conocer su voluntad. Estoy educado así. Pero de ahí a rechazar la acción como una grave inmoralidad, va un trecho insalvable. Para ser más claro, si a mí me ocurriera una desgracia que me provocara un coma irreversible, sumiéndome en un estado vegetativo, me gustaría que las personas que más me quieren tomaran la decisión de dejarme morir en paz.

Como este camino de aclarar y diferenciar la eutanasia activa y pasiva, y el auxilio al suicido, y qué son las terapias desmedidas frente a lo que son unos cuidados paliativos correctos, como este camino requiere más espacio y tiempo del que aquí dispongo y quiero intentar, no lo voy a seguir.

Que haya un debate sobre la vida humana y sobre el respeto a este valor fundamental y a su dignidad, es necesario. Ahora bien, que sea Silvio Berlusconi el que encabeza la revuelta contra la muerte de Eluana es el colmo del cinismo. Un señor que se fue a la guerra de Irak sin ningún escrúpulo que se sepa, que preside un país que vende, ¡como el nuestro! bombas de racimo que están prohibidas y dejan a miles de niños lisiados o muertos por accidente; que posee personalmente un capital inmenso y que cada vez que viaja a un país del sur, ¡o por su propio país!, tiene que preguntarse cómo yo puedo tener tanto y estos vivir en tal miseria, ¡miseria que termina en la muerte, muchas veces!, que este señor encabece la lucha moral y legal contra la muerte de Eluana es una hipocresía absoluta.

Porque para hacer crítica moral hay que tener buenas razones y legitimidad de la propia vida; por eso es el peor oficio del mundo; para decir “esto está mal” hay que estar legitimado, y si no callar, o al menos no gritar, decirlo bajito y con mucha humildad y afecto. Todos hablamos moralmente demasiado a veces; yo también; ya he dicho que esto de hablar moralmente es el peor oficio del mundo; sin legitimidad de vida, no me refiero a saber mucho o poco; pero Berlusconi y sobre el valor absoluto de la vida, ¡es increíble!

Y luego están los míos; yo soy católico; entiendo que se advierta sobre el valor de la vida y lo que hay en juego en la eutanasia; pero estamos ante un caso moral bien peculair; y aún considerándolo moralmente ilícito, para dar una batalla moral hay que tener derecho; y ese derecho se gana en dos frentes; uno, que no hable demasiado nadie que no haya cuidado y limpiado el culo de algún enfermo inválido; ya está bien de que quienes más levantan la voz moral menos se dedican a aquello que dicen que hay que hacer; siempre tienen monjas cerca que lo hacen por ellos; y que se lo hacen a ellos, ¡está garantizado!, cuando son enfermos terminales; que lo agradezcan, pero que hablen menos fuerte y con más misericordia religiosa y comprensión humana.

Y segundo, puesto que la vida es un bien sagrado, y sobre todo la vida del inocente, que se les vea asumiendo riesgos por la vida de esos inocentes en los lugares y situaciones en que ésta más sufre; por ejemplo, dedicando muchos más bienes y personas a los pobres y sus vidas, aunque redunde en pobreza propia; pero no mediante monjas, frailes, laicos y curas en misiones y hospitales, sino ellos mismos, los que destacan en la corte vaticana o española con encargos públicos que les aseguran ser servidos en lo cotidiano. Cuando vea a la corte vaticana arriesgando su propia vida y posición por la de los más amenazados en su vida y dignidad, la moral de los principios absolutos será mucho más creíble. Si no, palabras y principios, sin “mea culpa”, son palabras y principios hipócritas. Neoescolástica pura.

No critico que se hable sobre las convicciones morales, sino que se grite tanto y tan desconsideradamente sin “mea culpa” previo, buenas razones éticas y benignidad pastoral cuando se trata con las personas en situaciones límite.
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