ESCUCHA y ATIENDE A RAZONES







01. ESCUCHA, ISRAEL
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La primera actitud del ser humano en la Biblia es: Escucha Israel, (Shema, Israel).
Escuchar en la vida es el talante de todo ser humano. Rahner entendía al hombre como aquel que escucha, que presta oído y atención a toda palabra que se pronuncia en la historia. Somos “Oyentes de la palabra”, de toda palabra que se ha pronunciado y se dice en la historia.
Es bueno escuchar las palabras y preguntas que brotan de la condición humana: de la vida, del trabajo, de la nostalgia de felicidad, de la convivencia, de la ética, de la enfermedad, de la muerte, de los pobres y marginados.
No es sensato eliminar palabras y preguntas del campo de visión humano, de la educación, de la sociedad. Sobre todo no es sensato eliminar las cuestiones últimas éticas, la muerte. ¡Menos mal que vuelven a poner la filosofía en los planes de educación!
Hemos de prestar atención -escucha- a toda posible palabra también de Dios (Revelación), una palabra que nos viene de Dios. En el principio existía la Palabra, (Jn 1,1).
Escuchar no es meramente oír, sino atender, acoger al otro, a lo que viene y me sobreviene.
Escuchar es también recibir la voz de Dios que habla por la comunidad eclesial, del pueblo. (En la época neotestamentaria lo que brotaba de la conciencia de la comunidad era considerado como proveniente del Señor).
Muchos curas y obispos, superiores de comunidades, muchos políticos no saben o no quieren escuchar realmente la voz del pueblo, de la comunidad eclesial. Creemos que tenemos la verdad, la razón y el poder y nos imponemos a los demás con vocación no eclesial, sino de dominio.

ESCUCHA EN LA VIDA. ATIENDE A RAZONES
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02. DIOS ES NUESTRA ÚNICO SEÑOR
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Siempre estamos rodeados de ídolos y fetiches que dominan nuestra vida: dioses de barro de la vida política, deportiva, eclesiástica que pretenden suplantar a Dios.
Pero solamente Dios es Dios.
Claro que podemos tener alguna dificultad a la hora de pensar y decir quién sea Dios.
Decía un teólogo del siglo XX, (P. Tillich), que tendréis que olvidar todo lo que habéis aprendido de Dios, incluso su nombre y ahondar en la profundidad de vuestra vida para saber qué es Dios.
Lo que amáis en el fondo de vuestro ser, eso o ese es Dios.
¿Y qué amamos en el fondo de nuestro ser? Amamos la justicia, la paz, la libertad, el amor. Pues eso o tal es Dios. ¿O no dice el NT que Dios es amor? (1Jn 4,8). Todo eso es Dios: amor, libertad, paz, justicia.
No hay político, ni economista, ni eclesiástico que sustituya a Dios.
Quien ama y busca esos grandes valores en la vida, no es ateo, sino creyente. Quizás sea un creyente, un cristiano anónimo, “sin carnet eclesiástico”, pero quien se toma en serio la vida, la justicia, la libertad, el amor, ese es un profundo creyente. SÓLO DIOS ES DIOS.
03. AMARÁS.
Se trata de la moral, del modo de vivir cristiano.
Es un escriba, un hombre de leyes, quien pregunta a Jesús: ¿cuál es el mandamiento principal?
Jesús le contestó correctamente conforme a la ley. Pero Jesús no tuvo un comportamiento legal, más bien Jesús fue un “fuera de la ley”. Para Jesús cuenta la persona, no la ley. Por eso lo mismo cura en sábado, que trata con mujeres y prostitutas, es libre ante la sangre, ante la muerte, se acerca a los leprosos…

Por desgracia en el ámbito católico -como en el judaísmo- todo se convirtió y se tradujo en una normativa sin fin: preceptos y normas que, como las infrinjas, te mandan al infierno per omnia saecula saeculorum.
El planteamiento de la moral cristiana no se plantea desde la ley, desde los mandamientos, sino desde el seguimiento de Jesús y desde la persona, desde el valor y cuidado del ser humano y siempre con amor.
Allá en los tiempos conciliares el padre de la moral moderna, Bernard Häring, publicó una gran obra que entendía la moral desde el seguimiento de Cristo: “la Ley de Cristo”.
¿Y cuál es la ley de Cristo? El amor.
Decía K Rahner que la Iglesia haría bien en proponer como único criterio de moralidad el amor. Después, las concreciones, se irían extrayendo en las diversas comunidades y momentos.

Ya san Agustín decía: ama y haz lo que quieras.



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