Inmaculada: una libertad divinamente realizada

Inmaculada

  1. Inmaculada.

        Fue el papa Pío IX quien en 1854 y en una situación muy difícil y convulsa para la Iglesia, propuso el dogma de la Inmaculada Concepción: la Virgen María fue concebida sin la mancha del pecado original.[1]

  1. el problema del mal.

        El relato del Génesis, que hemos escuchado, data del siglo X a.C. y aborda de manera mítica el problema del mal. No olvidemos que la primera reflexión sobre las cuestiones de la vida fue mítica, religiosa, después vendrá la filosofía, la teología, los diversos “Derechos”, etc.

Estos relatos tratan de responder a las preguntas y problemas fundamentales de la vida: ¿Por qué existen hombres y mujeres? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué es la libertad? ¿Por qué los hermanos, las familias y los pueblos se llevan mal? Y describen el mal con estas narraciones míticas: Adán-Eva, la costilla de Adán, el barro original, el Paraíso, la manzana, Caín y Abel, el Diluvio, la Torre de Babel, etc…  Estos relatos son también rumores de la complejidad de la existencia humana: luz y tinieblas, bien y mal, vida y muerte, Adán y Cristo, Eva y María. Somos así.

  1. Eva – María.

Hoy hemos escuchado la memoria de dos mujeres, de nuestras “dos madres”: Eva y María (Adán y Jesús) (bien y mal).

Celebramos en este día de la Inmaculada la memoria de María, Madre del Señor y hoy la recordamos y celebramos como quien no tuvo pecado en su vida.

Nos hace bien recuperar la memoria de María como madre, como madre de Jesús como creadora de vida, como mujer dispuesta a desempeñar su tarea en la historia de la salvación, mujer que pensaba, que guardaba y meditaba todas las cosas en su corazón; mujer creyente que llega a la fe en su propio Hijo.

Seguramente que a María le costó también llegar a la fe en su propio Hijo, por eso decimos que María fue la primera creyente. María estaba presente en el nacimiento de la comunidad cristiana, al pie de la cruz con el creyente amado, en Pentecostés con los primeros cristianos.

  1. María es madre nuestra.

De una nota de la Congregación para la Doctrina de la fe

En octubre pasado la Congregación para la Doctrina de la fe publicó una nota sobre la devoción y veneración a la Virgen: Mater populi fidelis: (Madre del pueblo fiel). Esta nota pone un poco en guardia ante el exceso y deformada religiosidad popular que se hace en la veneración Virgen.

Sobre todo hay que cuidar y ser conscientes de que María no es corredentora ni mediadora de la salvación. Quien nos redime y justifica es JesuCristo.

Ya el concilio Vaticano II, posteriormente Benedicto XVI y el mismo Francisco evitaron aplicar estos “títulos” de corredentora y mediadora de la salvación a la Virgen María.

No es sano hacer de María un pararrayos ante la justicia de Dios. María es madre de Jesús y, desde el calvario, madre nuestra.

Dios Padre es misericordioso, JesuCristo nos justificó con su vida, pasión, muerte y resurrección y nos dejó como madre a María y como madre nos ama, que ya es mucho y estamos agradecidos.

El título de esta nota es María es madre del pueblo fiel. Apliquemos la fidelidad a María. María es la madre fiel.

  1. Paz y serenidad

El relato evangélico que hemos escuchado, tiene un tono de serenidad, de alegría, de paz y de vida. La noticia, el ángel, de la maternidad de María le llena de alegría y gracia: Alégrate, llena de gracia…

Cuando el Espíritu de Dios llena nuestra vida como a María, ésta se llena de paz y alegría. Cuando el Señor está con nosotros nuestra alma recobra la serenidad para vivir.

Dios te salve, María, llena de gracia

[1] Los cuatro dogmas sobre la Virgen María son: Maternidad Divina, Virginidad, Inmaculada Concepción y Asunción al Cielo.

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