Este, Jesús, y no otro es mi Hijo amado, escuchadle.

BAUTISMO

  1. El Bautismo del Señor: Epifanía hacia adentro.

El pasado lunes celebrábamos la fiesta de la Epifanía del Señor “hacia fuera”, ad extra: es el universalismo del evangelio (la estrella) hacia los Magos: paganos, extranjeros.

La fiesta de hoy -el Bautismo del Señor- podríamos pensar que es como una Epifanía “hacia adentro”: una Epifanía para el pueblo de Dios, para la iglesia, para la comunidad cristiana. Este es Cristo, la Palabra, el Hijo.

Probablemente el relato del Bautismo de Jesús tiene como transfondo el tiempo más o menos largo que Jesús fue discípulo de Juan Bautista y en el que Jesús fue tomando conciencia mesiánica. Es un relato semejante al de la Transfiguración (son evangelios muy semejantes). En el fondo son relatos de Revelación: “Este es, Cristo es”.

Posiblemente el bautismo de Jesús es la vivencia de la comunidad cristiana de que: quien no tenía pecado, descendió a las aguas del Jordán con nuestro pecado (descendió a los infiernos) y nos obtuvo la justicia del perdón que algo tiene de resurrección (morir al hombre viejo).[1]

Fueron experiencias de fe de los cristianos de las comunidades nacientes. Llegaron a la fe y plasmaron estos relatos de Revelación: el cielo se abre, una voz, una palabra: este es mi Hijo amado...

  1. ¿Nuestra práctica sacramental eclesiástica ha acogido esta Epifanía?

Nos podríamos preguntar si tantas prácticas sacramentales como celebramos tienen previamente aunque sea un mínimo de acogida (epifanía) de Cristo en la fe o de inicio de un camino hacia la fe.

Dice el Código de Derecho Canónico (canon 849) que la Iglesia es la comunidad de bautizados. Hasta hace no mucho puede que la comunidad civil coincidiera con la comunidad de bautizados, pero ni entonces todo bautizado era cristiano. Hasta hace no muchas décadas “todos” los guipuzcoanos, por ejemplo, estábamos bautizados, pero no todos éramos cristianos.

Hoy en día ni tan siquiera podemos decir ya ni eso. En nuestra diócesis, hoy en día, solamente alrededor del 40% de los padres de los niños que nacen en nuestra diócesis piden el bautismo para sus hijos. Naturalmente que todo el mundo está en su derecho y es una opción que hemos de respetar.

         Pero todos hemos de darnos por enterados de que no todos los niños “tienen derecho” al bautismo como tienen derecho a ser inscritos en el registro civil, ni todos los niños tienen derecho a hacer la primera comunión como si fuese una fiesta infantil de la parroquia o del colegio. Tampoco todo el mundo tiene derecho al sacramento del matrimonio por el mero hecho de haber llegado a una edad y tener novio/a.

  1. miedos y vías medias.

         En concreto el sacramento del bautismo se administraba en muchos casos por un cierto miedo casi supersticioso a que, si no se le bautizaba al niño, le podía pasar algo, alguna enfermedad, Dios lo podría castigar, podría ir al limbo o cosa parecida. Y muchas veces se zanjaba la cuestión con esa frase tonta de que “mal no le hará”. [2]

         Pues no pasa ninguna de esas cosas porque no se le bautice al niño o porque se retrase el bautismo, siempre que hay un compromiso familiar en la tarea de educar en la fe a los niños.

Si una familia quiere que su hijo sea un buen abertzale, pues lo iniciará en esos caminos: cultura, idioma, patria, música, etc. Si queremos que el niño sea de corte socialista, daremos los pasos para que ese niño adquiera conciencia de clase, sea laicista, etc. Pero creo yo que una familia sensata no inscribe a su hijo recién nacido en tal partido político o central sindical. Comenzará un largo camino de educación y todo tendrá su momento.

Si queremos que sea cristiano, habremos de educarle en el Evangelio del Señor. Si el Bautismo es un comienzo de la educación en la fe, pase, pero si es un rito supersticioso o una presentación del niño en sociedad, mejor no.

         La salvación es segura por parte de Dios. Es necesaria la educación también en la fe, el bautismo puede esperar.

  1. Epifanía: camino hacia Cristo.

         Para celebrar, pues, primero hay que creer. A la fe se llega por caminos y búsquedas, por recorridos educativos, familiares, quizás también en el mundo de la educación.

Los Magos caminaron hacia la luz, hacia la fe. Juan Bautista desciende al río Jordán y queda desconcertado ante la petición de Jesús.

         Cuando el cardenal Etchegaray (fallecido en septiembre de 2019), era arzobispo de Marsella, allá por los años 1970, junto con su presbiterio llevó adelante una audaz y pastoral del Bautismo. No todo niño, sin más ni más era bautizado, sino que se requería una fe, una preparación de los padres y un compromiso de que aquel niño iba a ser educado en la fe.

         A nosotros nos puede pasar que bauticemos y demos la primera comunión a niños (y familias) que no tienen fe. No digo que sean niños malos, ni que se vayan a condenar, sino simplemente que son niños, que en la medida de su capacidad, no tienen la experiencia de la fe, Y “listos de nosotros”, nos puede parecer una cosa encantadora, una “primera comunión bonita”, una boda preciosa.

         En algunas parroquias de Francia e Italia, también en Bizkaia hay experiencias de ritos de iniciación a la vida, a la fe, que trabajan y esperan activamente el día en que tal niño pueda ser bautizado. Pero no un esperar por esperar, sino un esperar evangelizador: celebrar previamente la vida, celebrar la inserción en la familia, en el pueblo, en la cultura, inscribir al niño en el libro de los catecúmenos, tener unas reuniones con los padres para profundizar en la fe, es una tarea hermosa y evangelizadora.

         ¿Serán pocos los que bauticen así a sus hijos? Gracias a Dios probablemente, sí.

  1. Este es mi Hijo amado, mi predilecto. Revisión (imprevisible) de la vida pastoral

         Cristiano es quien acoge a Cristo, la voz del cielo: este es mi Hijo amado.

         Por lo que estamos viendo, tanto los arciprestazgos, como la pastoral de masas y grandes concentraciones, no parecen tener interés en acoger a JesuCristo en el ámbito personal. Es suficiente con garantizar un buen “catering” de Misas, bautismos y demás.

Se piensa que lo que faltan son curas, cuando en realidad la falta es fe. Y la fe requiere evangelización, caminos, procesos personales y comunitarios. Y cuando seamos creyentes, podremos celebrar lo que creemos.

         Nos hace falta llegar a la fe con un mínimo de audacia pastoral y un poco de evangelización, (que no es lo mismo que adoctrinamiento).

         De todos modos tengamos muy en cuenta que solamente JesuCristo es hijo, expresión de Dios. No hay político ni obispo, ni persona de cultura que sustituya a Cristo.

  1. el pábilo vacilante no lo apagará

         Recogiendo el pensamiento de Isaías, decía bondadosamente a sus curas Ricardo Blázquez, actual arzobispo de Valladolid, que -en estas cosas pastorales- no apaguéis el pábilo vacilante. Queda poco, no lo apaguéis. Pero esta práctica sacramental no puede servir para maquillar ultraintegrismos, perezas, rutinas, y seguir como si no pasara nada, con gran falta de audacia pastoral y cristiana.

         Si la navidad se ha convertido casi un producto comercial, la Pascua un fenómeno turístico, el amor de san Valentín es venta de cosas, los carnavales no preludian la cuaresma, sería -es- necio- contribuir a este estado de cosas con comercialización del Templo: bautismos, bodas y demás.

         Dejémonos de “folklores” y escuchemos a Cristo:

Este es mi hijo, el amado, mi predilecto:

[1] Es la interpretación de Benedicto XVI-J.Ratzinger en su libro, Jesús, p 40.

[2] También es frecuente escuchar esa otra muletilla no menos zafia que dice: “pues si los curas ponen dificultades para que esta pareja se case por la Iglesia, no van a atraer a los jóvenes a la Iglesia”. (La Iglesia es comunidad de creyentes, no de clientes). Cuando algún cura dice que tal boda mejor no celebrarla, las más de las veces es porque para el sacramento del matrimonio lo que hace falta es amor y fe. Hay flores, alfombras, música de órgano, algún “ave María” que todo el mundo espera que termine para seguir la celebración, los invitados, mi conveniencia y el lazo rosa Pero del sacramento del matrimonio queda muy poco o nada.

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