"Dios no nos va a ahorrar la muerte física / biológica, pero nos abre las puertas de la esperanza" Jesús amaba a su amigo Lázaro y por eso no le deja "tirado" en la muerte: Todos somos "lázaros"

Lázaro
Lázaro Captura

  1. Un relato simbólico

    Las lecturas de hoy nos sitúan ante el problema definitivo del ser humano: la muerte.

    Mejor que dejemos de lado una curiosidad algo infantil y nos quedemos en el núcleo del relato: Yo soy la Resurrección y la vida.

  1. Lázaro, el hombre sin rostro.

De Lázaro no se nos dice nada, no sabemos nada de él. Bueno sabemos que era amigo de Jesús, que enfermó y que murió, que ya es saber mucho.

Podemos pensar que todos somos “Lázaros” en la vida: Jesús es amigo de todos, todos “enfermamos” y todos morimos.

Todos somos enfermos. El ser humano es –somos- mortales. La vida es una enfermedad mortal. Nos puede parecer un poco fuerte, algo tenebroso, pero es así. “No hay cosa que mate más que la vida”.

Lázaro

    Por otra parte, la muerte no es un problema religioso, es un problema humano. Nos morimos todos.

Una persona adulta Tiene –tenemos- que habérselas con la muerte. Hemos de mirar de frente a la muerte.

«Porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más».

(Sancho Panza a Don Quijote)[1]

La muerte no es el punto final de la vida. La muerte está en el corazón de la vida. La vida es un continuo defendernos de la muerte: la alimentación, la higiene, la medicina, la psicología, nos protegen, más o menos, de la muerte.

También la fe en Cristo, en la resurrección es una defensa al mismo tiempo que una salida al problema de la muerte.

  1. Jesús lo amaba y lo resucitó.

    Jesús era amigo de Lázaro. Dios también nos ama a todos: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, (1Tim 2,4). Dios es amor. Dios nos llama a la vida. Cada uno de nosotros somos el rostro, la persona, a quien JesuCristo ama.

    Marta le hace llegar la noticia a Jesús: el que tú amas, está enfermo.

    Todos somos amados y todos estamos enfermos, todos morimos al menos físicamente y todos estamos en la vida de Dios.

+   ¿Siento la amistad y el amor de Dios, de Jesús? ¿Me siento amado por Dios? ¿Amo la vida y espero en la resurrección aunque no sepamos cómo haya de ocurrir?

    El evangelio de Juan es tardío en el NT, se redactó llegando o llegado el año 100, por lo que iban muriendo muchos cristianos sin que el Hijo del Hombre llegara (segunda venida, Parusía, fin de la historia). Los hermanos que seguían en esta vida se entristecen al pensar que esos hermanos que han muerto ya no resucitarán hasta la resurrección del último día (Jn 11,24).

El mensaje de este relato es que esos hermanos no están muertos, sino que siguen viviendo en Cristo: Yo soy la resurrección y vida, (Jn 11,25).

+   ¿Confío y espero en la vida, confío en la vida de nuestros mayores y hermanos?

+   ¿Dentro del enigma y del silencio que supone la muerte, mantengo la esperanza?

+   ¿Creo en el ser, en la vida o en la nada?

  1. Muertos en vida.

    Lo que se opone a la vida no es la muerte física, sino el mal profundo, el pecado. Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida.

    En ocasiones la muerte no es solamente física, “hay muertos en vida”:

+   Hay muertes psicológicas, morales, espirituales, como el hijo pródigo. Podemos estar muertos en vida. +    ¿Tal vez, Cristo no está en mi vida y por eso estoy “medio muerto”?

  1. Quitad la losa. sal afuera. quitadles las vendas

Son tres pasos que se dan en la muerte y en vida.

La losa

    Cuando vamos al cementerio, vemos las losas que muestran lo definitivo de la separación de los dos mundos: los muertos y los que seguimos viviendo.

Quitad la losa: no os dejéis aplastar por el peso del miedo a la muerte.

+     También puede que en nuestra vida haya losas que no nos dejan volver a la vida, a la familia, a la sociedad, a la comunidad eclesial…

+   La droga, la armas, el tráfico de personas son auténticas losas de la muerte.

sal afuera.

Quitemos las losas de nuestras vidas y “salgamos afuera”, a la luz del día, de la creación, de la vida. Como en los evangelios sinópticos, los malos espíritus nos llevan a vivir en la muerte, en sepulcros. Hay losas que pesan toneladas de muerte: odios, racismos, poder, dinero, etc…

desatadle las vendas

    Recuerda un poco los relatos de la resurrección de Cristo.

+   Como Lázaro, quizás también nosotros vivimos atados de pies y manos por el peso de la muerte, por las ligazones a ideologías, a situaciones eclesiásticas, al dinero.

+   Para vivir hay que andar sueltos y ágiles por la vida: sin dinero, sin alforja, sin pretensiones

+   La vida es libre y liberadora…

  1. Yo soy la resurrección y la vida, (Jn 11,25).

    Es el eje central del relato evangélico y de nuestra existencia. ¿Crees, confías en esto? le pregunta Jesús a Marta.

    Marta responde con un hondo acto de fe: Si, Señor, yo creo, (Jn 11,27).

+   Podemos atravesar por noches y valles de tinieblas, incluso por muertes psicológicas.¿Me fío, confío en Dios en lo profundo de mi sufrimiento?

    Dios no nos va a ahorrar la muerte física / biológica, pero nos abre las puertas de la esperanza: quien confía en el Señor, vive.

    Marta no entiende bien cómo será todo esto (tampoco nosotros), pero descansa, cree en Cristo como mesías, señor de la vida, Hijo de Dios.

        +   ¿Amo, confío en la vida y en Dios?

  1. ¿Cómo será la vida eterna? soy la resurrección y la vida.

    ¿Cómo será la vida eterna?

    Si buscamos una respuesta concreta y gráfica: no lo sabemos.

Poco antes de ser ejecutado en 1945, Dietrich Bonhoeffer decía que ante la muerte lo único que vale es la confianza en Dios. Nuestra oración, nuestra actitud ante la muerte puede ser la de Jesús en la cruz: en tus manos encomiendo mi vida.

Morir confiando en Dios es una buena forma de morir. Luego Él ya sabrá lo que tiene que hacer. Confiemos en Dios en la vida y en la muerte.

Ante la muerte, ante nuestra muerte, la salida está en la confianza en Dios, que es amor. El cielo, muestra meta final, no es un lugar, sino el amor de Dios.

Posiblemente no tenemos miedo tanto a la muerte cuanto a Dios, a la condenación en el infierno. El pensamiento católico condena pronto, pero el Evangelio perdona siempre. 

    Reunirse con nuestros mayores, con Cristo, con la Virgen es una hermosa manera de terminar el tiempo y comenzar la eternidad.

Yo soy la resurrección y la vida.

[1] Don Quijote, II, capítulo. 74.

Resurrección de Lázaro, de José de Ribera
Resurrección de Lázaro, de José de Ribera Museo del Prado

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