Velad , que nos hemos quedado "sin luces" en la noche.

lámpara

  1. Hacia el final del año litúrgico y de la historia.

Poco a poco nos vamos acercando al final del año litúrgico (el próximo 3 de diciembre comenzaremos el nuevo año con el primer domingo de Adviento).

Durante los cuatro domingos de este mes de noviembre, las lecturas, la Palabra, nos irá situando ante el final, ante la finalización tanto personal como de la historia de la humanidad.

En último término detrás de todo esto está la cuestión del sentido de la vida: ¿Hacia dónde camina el universo, la historia, nuestra vida? ¿Cuál es nuestra finalización?

Como cristianos, creemos (confiamos) y esperamos que nuestra historia termina en Cristo y ello nos ayuda a vivir el presente no con el miedo a un juicio final justiciero, sino a vivir con gozo porque estaremos siempre con el Señor (S Pablo, 2ª lectura).

La esperanza en el futuro del Señor es la alegría y serenidad del presente. Vivimos ya hoy en el Señor.

  1. Ser sabios en la vida.

Hemos escuchado en la primera lectura (Sabiduría) que meditar en ella, en la Sabiduría, es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones.

Ser sabio, o la sabiduría no es estudiar una carrera universitaria con notas brillantes ni tener muchos conocimientos científicos. Ser sabio es saber vivir.

No siempre que se tiene ciencia, se tiene sabiduría. La ciencia no es sabiduría. Muchas personas científicas no saben vivir.

Nuestros mayores y mucha gente sencilla: obreros, labradores, madres de familia, humildes trabajadores, no han tenido o no tienen títulos académicos, no tenían muchos conocimientos científicos pero han sido, son, sabios en la vida, saben vivir. Humildes monjes en la vida monacal, poetas, misioneros “perdidos” en la selva, mucha gente sencilla tienen calma y serenidad en la vida, tienen sabiduría.

Quien tiene la cabeza bien puesta y vela por la sabiduría, pronto se ve libre de preocupaciones.

Podremos tener dificultades, enfermedades, escasez de medios, de dinero, “rifi-rafes” religiosos y clericales, pero quien sabe de dónde y hacia dónde camina, tiene la sabiduría fundamental.

Hoy en día vivimos a toda prisa para no llegar a ningún lado, vivimos atiborrados de quincallería tecnológica, pero no hallamos la paz.

Fray Luis de León (siglo XVI) lo decía así:

Qué descansada vida

la del que huye el mundanal ruido

y sigue la escondida senda por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido.

  1. El final es ser con Cristo

Aquellas primeras comunidades paulinas (Tesalónica – 2ª lectura) dudaban de cómo termina esta historia, pues la gente seguía y sigue muriendo y Cristo no llega para concluir la historia de la salvación.

¿Dónde van a parar nuestros difuntos y dónde pararemos nosotros?

Por eso le peguntan a Pablo sobre la suerte de los difuntos. (Todavía en esta carta Pablo piensa que el Hijo del Hombre va a llegar “un día de estos” y trata de alentar la esperanza de aquellos cristianos).

 En un segundo momento, S Pablo se dará cuenta de que la “venida de Cristo” no es una cuestión histórica, ni geográfica y dejará de pensar en términos de tiempo para, más sencillamente, creer que: Seremos en Cristo.

La historia de la humanidad, nuestra propia existencia termina donde comenzó: en Cristo. Estamos llamados a concluir en el Señor.

Esta es una gran sabiduría que impregna toda nuestra existencia y nos libra de preocupaciones.

  1. El aceite: La luz en la noche y sueño de la vida.

Hemos escuchado una parábola de bodas, de aguardar el futuro, con lámparas de aceite encendidas que puedan iluminar la noche de la vida.

    Algunas de las mujeres de la parábola salieron con las lámparas encendidas a esperar al esposo: el amor. Otras se adormecieron en la vida.

    También hoy se nos han apagado las lámparas. El aceite enciende es el fuego y el espíritu que alumbran la existencia.

Nos hemos quedado sin aceite, sin luz y sin “luces” en la vida. Vivimos adormecidos en una gran “narcolepsia” por las mil drogas que la sociedad nos ofrece, si no impone. Tenemos mil fuegos artificiales, que nos ciegan más que iluminan la noche  y problemas de la vida.

No tenemos aceite (sabiduría) capaz de alumbrar nuestra existencia.

    Cuidemos el aceite, la Sabiduría, el saber vivir.

    Velad: vivamos sabia y gozosamente despiertos esperando y caminando con Cristo. Nos veremos libres de preocupaciones y llenos de paz y esperanza.

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