No siempre se puede estar alegre, pero sí sereno

XTO

  1. vivid serenamente la vida.

    En la liturgia anterior al concilio Vaticano II a este tercer domingo de adviento se denominaba algo así como domingo de la alegría: Domingo gaudete; gaudium: gozo, alegría. Era como una pequeña tregua en el esfuerzo del camino del Adviento.

San Pablo, prisionero en Roma, escribe la carta a los filipenses agradecido por la ayuda recibida de los cristianos de Filipos.

    Desde el agradecimiento a los filipenses, San Pablo les anima a vivir con gozo, estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad siempre alegres, cuando menos con serenidad. (No siempre se puede estar contento, pero sí que podemos vivir serenos)

    Todos los seres humanos tratamos de vivir con gozo, con alegría. Ser cristiano es también una gozada, de gozo.

Karl Barth escribía:

Hay entre los cristianos demasiadas caras llenas de amargura. No tienes motivo alguno ni te hace ningún bien, poner esa cara. Eres obra de Dios. Él te creó como eres y te colmó de bienes. Tu tarea ahora, consiste sencillamente en ser tal y como fuiste creado y agraciado por Él y, al serlo, no dejes de cantar la alabanza a Dios, no dejes de vivir en la alegría que te han regalado, aun cuando sólo puedas hacerla visible de manera muy imperfecta.[1]

    Quizás por educación, por una tradición católica justiciera y condenatoria, nuestra existencia cristiana puede transcurrir embargada por el miedo y la angustia, más que por una cierta serenidad, paz, calma y alegría.

Para muchas personas, la Iglesia no ha sido, ni es fuente de paz y alegría, sino de inquietud, preocupación, cuando no de desasosiego y angustia. Solemos decir que en la Iglesia hay malestar, que en castellano significa “estar mal”. Basta mirar a nuestra propia diócesis.

El cristianismo, JesuCristo, es manantial de serenidad, de calma interior, “no perdáis la calma”.

    Algunos obispos actuales nos acusan a los que seguimos viviendo de la teología y del espíritu que recibimos en los años conciliares (Bernard Häring, K Rahner, E Schillebeeckx, YM Congar, etc) de vivir en un “buenismo” y nos acusan de pensar que Dios es bueno. ¡Ojalá se nos fuese la mano predicando la bondad de Dios!

Nos va a costar “Dios y ayuda” formatear la memoria histórica para eliminar aquel falso cristianismo tan represivo con condenatorio.

Muchas fuentes de agua viva, mucha bondad tendrá que correr todavía para borrar la condenación y miedos que nos metieron en el cuerpo en nuestros años infantiles, adolescentes, jóvenes...

No hay que simplificar las cosas, pero quizás aquella moral tan condenatoria es también causa de este tono no in-moral, sino a-moral en el que la sociedad actual ha entrado.

    Para nosotros resuena también en este adviento y en nuestra vida: vivid en paz, estad serenos, alegres.

  1. No siempre se puede estar contento, pero sí en paz.

    Hay muchas situaciones y momentos en los que no podemos estar contentos. A veces vivimos situaciones difíciles, crisis, enfermedades, muertes en las que no estamos contentos, no podemos estar alegres.

    Pero, aún esas situaciones las podemos vivir desde el Señor en sosiego, en entereza, con esperanza.

  • o La decadencia de la vida y de las capacidades por la edad, la ancianidad se viven serenamente desde Dios y hacia Dios. Hacia Él caminamos como en tierra extranjera.
  • o El ocaso de instituciones a las que pertenecemos encuentra sentido y salida desde Dios. Él es Señor de la historia y de la Iglesia.
  • o No es lo mismo vivir una muerte con fe que sin ella. El grano de trigo tiene que morir para la vida.

Puede parecer chocante, pero hay situaciones en la vida en las que la calma y la alegría tienen un tono de nostalgia y tristeza. El mismo Jesús estuvo triste hasta la muerte, (Mc 14,33-44)

En esas situaciones la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones. (Filipenses). Se trata de una alegría y serenidad quenadie os la podrá arrebatar (Jn 16,22)

  1. ¿Qué tenemos que hacer?

    La gente le pregunta a Juan Bautista: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cómo hemos de comportarnos en la vida?

    Esta pregunta atraviesa la historia y también nos embarga a nosotros; ¿Qué tengo que hacer en la vida?

    Es la cuestión ética, la moral.

    Estamos muy habituados a centrarnos en la ley, hasta el punto de que la moral pasó casi a ser una cuestión de Derecho canónico: este día festivo es obligatorio ir a Misa; los viernes no se puede comer carne bajo pecado; en cuestión sexual todo es pecado mortal; el mundo de la anticoncepción se considera pecado

La moral cristiana, “lo que tengo que hacer” quedó en manos de la “ley”.

    La respuesta a esta cuestión moral en el cristianismo está en el ser humano, en el prójimo, en la solidaridad: el que tenga dos túnicas que dé una, el que tenga comida que la reparta, no seáis exigente, no hagáis extorsión a nadie. Jesús lo concretará en el amor y en el servicio, que es una forma de amar.

    Decía Karl Rahner que la Iglesia debiera mostrar como norma-mandamiento de moralidad el amor y cada cristiano sacaría después para su vida las consecuencias que creyera convenientes.

    Ama y haz lo que quieras. Haz lo que amas.

  1. El Señor está cerca.

    El adviento nos acerca a la Navidad: el Señor está cerca. Pero no se trata de que el Señor vaya a nacer de nuevo: ya nació, vivió, murió y resucitó hace dos mil años.

El Señor está cerca en nuestra existencia. La cercanía del Señor hemos de pensarla y vivirla en su presencia actual en nosotros mismos, en la familia, en la comunidad, en la sociedad…

El cristianismo es una "gran alegría" (Lc 2,10), que celebraremos la noche de Navidad: os anuncio una alegría, que lo es para todo el pueblo.

    Acojamos esta memoria de San Pablo:

Estad siempre alegres en el Señor;

os lo repito, estad alegres

[1] K. Barth, Instantes, ¡Gracias a Dios!, Santander, Ed Sal Terrae, 2005, 24. (Karl Barth (1886-1968) fue un gran teólogo reformado suizo-alemán.

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