La última Palabra de Dios es Jesús.

trigo

  1. La semilla y la vida.

    El mundo rural nos pilla ya muy lejos a nuestras generaciones, pero es hermosa la parábola del sembrador, de la semilla.

Es hermosa la tarea sembrar en la vida.

La Palabra de hoy tiene como tema central la siembra de la Palabra, de la semilla llena de vida que, a su vez, nos hablan de cosecha y de vida.

Los evangelios están llenos de referencias a la vida. Jesús sana, es pan de vida, agua de vida, multiplica los panes (solidaridad), rehabilita, perdona, etc.

Un grano de trigo, es una semilla humilde, pequeña, pero llena de vida. La vida de la semilla es callada, silenciosa, paciente: va creciendo poco a poco: duermas o veles, de día o de noche la semilla sigue creciendo, desarrollando toda su vitalidad. Aunque nos olvidemos de la semilla, esta sigue creciendo.

La vitalidad de la semilla no depende –al menos no depende solamente- del trabajo humano, de los esfuerzos humanos. La semilla está llena de vida en sí misma. La vitalidad la da Dios, no nosotros.

  1. Jesús sale de casa y se embarca, va a la mar (el lago).

+   El evangelio de hoy comienza diciendo que Jesús sale de  casa, va al mar, se embarca. Es una clara referencia al Éxodo: el pueblo salió de la esclavitud y a través de las aguas “bautismales” del mar Rojo, se abrió el camino de la libertad.

+   La barca es también el Arca de Noé, la iglesia, el refugio de salvación.

  1. Salió el sembrador a sembrar la semilla.

    La semilla es la Palabra.

    La Palabra no es un mero concepto, una idea que decimos o escribimos entre otras muchas.

La Palabra expresa el contenido del ser de la persona. Solemos decir –y con razón- que esta persona es de palabra. No quiere decir que habla bien, sino que es de fiar.

    Cuando Dios habla (Revelación) no dice cosas sobre doctrina, moral, liturgia, leyes y normas, etc. Cuando Dios nos habla, no dice cosas, palabras, se dice a sí mismo. Y, como Dios es amor (1Jn 4,8), cuando Dios dice “se” dice en amor.

    Por otra parte -y además-, Jesús es la Palabra. Lo que Dios nos quería decir se llama Jesús. El Verbo, la Palabra se hizo uno de nosotros.

    La palabra era la vida. La semilla es vida, no palabrería. Dios es y dice, se dice a sí mismo: Vida en amor.

  1. la Palabra es –como la semilla- eficaz.

    Isaías nos lo decía en la 1ª lectura:

Como la lluvia y la nieve bajan del cielo,

y no vuelven allá, sino que empapan la tierra,

la fecundan y la hacen germinar,

y producen la semilla para sembrar

y el pan para comer,

así también la palabra que sale de mis labios

no vuelve a mí sin producir efecto. (Isaías 55,10-11)

El Concilio Vaticano II estuvo a punto de decir que la Palabra (la Biblia) es un sacramento que tiende a realizar lo que significa. Lo dejaron en que “la palabra de Dios es “como un sacramento”.

La palabra de Dios, la semilla no es un discurso de la infinita verborrea de la campaña electoral.

La palabra, la semilla es eficaz, está llena de vida.

  1. siembra y esperanza.

La semilla del Reino de Dios crece siempre.

Cuando se siembra es porque se espera la cosecha. Nadie siembra por sembrar o para pasar el rato. Se siembra para crear y cosechar vida.

Toda siembra supone que hay que saber esperar (esperanza) con calma y paciencia.[1] Quizás hemos de saber vivir en una “pasividad esperanzada” en vez de un mundo religioso a golpe de trompeta jurídica, decretos, prisas, y precipitaciones…

Cuesta tiempo que un grano de trigo vuelva a ser espiga y pan. Cuesta mucho tiempo, dedicación y, a veces, sufrimiento, educar un niño, un adolescente.

No tengamos urgencias ni ansiedades morales, ni precipitaciones en las conversiones, en los cambios personales, sociales, políticos, teológicos, pastorales, etc. porque nos puede invadir la ansiedad, y la ansiedad puede generar miedo, angustia, lo cual puede llevarnos a pretender solucionar las cosas con una insaciable prisa y avidez.

  1. noble tarea la de sembrar.

Es importante sembrar, propagar la semilla en la familia, en los colegios, en la cultura. Ahí queda depositada en el barro –en la tierra- humano, en la tierra. El barro del Génesis es bueno, la semilla también. Es la vida, ya brotará. Seguramente que nos despistaremos en la vida, la juventud no está en la Iglesia, etc. Habremos de echar manos de la parábola del trigo y la cizaña, (Mt 13,24-30). No tengamos prisas, menos tengamos ansiedades. La semilla dará fruto.

No sé si los ministros-consejeros de educación se dan cuenta de que a un niño aparcan en la guardería infantil con un año y no se despega del pupitre hasta que a los veintitantos años salga de la Universidad. Y ¿qué se le dice, qué se siembra en estos niños – adolescentes – jóvenes durante más de 20 años?

Platón decía que debían gobernar los filósofos. No sé si esto debiera ser así, pero al menos cabría esperar que la siembra (educación) debiera estar en manos de gente, políticos que le hayan echado una “pensada” a la vida, en gente de palabra… La vida es más hermosa y más seria como para dejarla en manos de los políticos

    Sería -es- una dejación no sembrar ideas sensatas, valores nobles en las nuevas generaciones. No es bueno ni hace bien a nadie dinamitar de los planes de educación la filosofía, la poesía, la contemplación, la fe, los sistemas de pensamiento y la ética.

Decía Martin Luther King (1929-1968), líder del movimiento de liberación de los negros que: Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol"

Sembremos vida.

[1] Este es el paso del Paleolítico al Neolítico: es el tránsito de la caza a la agricultura, que requiere espera y esperanza entre la siembra y cosecha.

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