Evangelio Vivo

Evangelio domingo 26 de mayo, Sexto domingo de pascua

Hoy, domingo 26 de mayo, Sexto domingo de pascua,

 Leemos el evangelio de San Juan 14, 23-29

Comentado por el P. Patxi Loidi.

Un discípulo había preguntado a Jesús por qué iba a manifestarse solo a ellos y no al mundo. 23 Y Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que les digo no es mía, sino del Padre que me ha enviado.25 Les he dicho estas cosas estando con ustedes.26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo os he dicho.27 Les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde.28 Han oído que les he dicho: Me voy y volveré a ustedes. Si me quieren de verdad, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo.29 Y se lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, ustedes crean.

PALABRA DEL SEÑOR

COMENTARIO

Amigas y amigos de Evangelio Vivo: Dios habita en cada persona. Qué grande es esto. ¿Se puede pedir más? ¿Se puede desear más? Haremos en él nuestra morada.  ¿Quiénes? Jesús y su Padre, que es nuestro Padre; o más exactamente nuestro padre-madre. Y el Espíritu, también, como nos dice Jesús a continuación. El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo mostrará todo. ¿Qué aclaraciones nos dará? Siempre pensamos en claridades intelectuales. Pero hay cosas que no se aclaran con el entendimiento. Se sienten, se experimentan, se viven.

El pasaje de hoy pertenece a los coloquios de Jesús con su grupo más cercano, después de la última cena. En él hay dos claves principales: el amor y el Espíritu. En la raíz está el amor. Todo empieza con el amor y culmina en el amor. Solo el amor puede entender que Dios, Trino y Uno, ponga su morada en los hombres y mujeres. Y ese amor nos lo ilumina el Espíritu Santo. Nos hará comprender mejor el misterio, por la vía del amor. ¿Qué otra cosa, sino amor, es lo que le lleva a Dios a morar en nuestras personas? He ahí un Dios enamorado, empeñado en estar con los seres humanos.

Abramos las puertas al Espíritu; dejemos crecer al Amor en nuestro interior. Se ha usado y abusado tanto del miedo a Dios, que ahora podemos pasar al amor superficial.  Pero el amor es exigente, sin necesidad de exigencias. Quien ama hace sacrificios que jamás hubiera pensado. Y toma opciones religiosas y sociales arriesgadas.

Aquí podríamos terminar. Pero hay en el texto una frase que no podemos soslayar. El Padre es más grande que yo. De ella se valen los Testigos de Jehová, para afirmar que Jesús no es Dios, sino un ser intermedio entre Dios y los seres humanos. ¿De dónde se inventan lo del ser intermedio? Hay demasiados textos que nos revelan la unidad del Padre y el Hijo. En esta frase está hablando el hombre Jesús. No vale la pena emplear más tiempo  en esto. Nos basta con haber llamado la atención.

Ojalá que en estos días nos preparemos bien para la gran fiesta del Espíritu Santo. Ojalá avivemos la fe en que somos teóforos, portadores de Dios.

PLEGARIA

Y PONDREMOS EN ÉL NUESTRA MORADA

Hoy déjame, Señor, besar

esta sublime página de tu evangelio,

que brilla cual relámpago en la noche

y se cuela hasta el fondo de mi pecho.  

Déjame besar tus palabras

como si besara el incendio

de tu boca, que me desvela

el misterio de fuego

que envolvía tu vida y la atizaba

hacia el amor, sin reparar en riesgos.

Quisiera darte hoy mismo,

sin esperar más tiempo,

aquel abrazo prolongado

que te daré en el día más intenso,

el día que no muere,

cuando me vea envuelto

entre tus poderosos brazos

y sienta que me estrujas con ese amor tan tierno

que en este mundo solo vislumbramos

en breves arrebatos pasajeros.

Pero ahora mismo estás en mí,

no sólo como amor y sentimiento,

sino como alguien que reside al fondo,

en el recóndito aposento

de mi alcoba secreta,

con el Padre y el santo Aliento.

Habéis venido a verme, misterioso Trío,

a poner en mi casa vuestro asiento

trocándola en palacio del amor,

haciendo de ella vuestro templo.

Pero, ay, dolor, que vivo muchas veces fuera

y pocas veces dentro,

solamente si avivo la llama mortecina,

encendiendo el Silencio.

Pero tú tienes siempre tu lámpara prendida,

creando un firmamento

en la cámara oculta de quienes en ti creen.

Y allá pronuncias sin cesar mi nombre verdadero,

el que me hace existir,

que solo tú conoces y tu Padre y el Viento.

Volver arriba