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Hoy, Domingo, 24 de noviembre, celebramos la solemnidad de JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO, y leemos el evangelio de Lucas 23,35-43, comentado por el Hermano Patxi Loidi, presbítero.

HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO

 

Cristo Rey del universo
Cristo Rey del universo --

35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido. 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate! 38 Había encima de él una inscripción: Este es el rey de los judíos.

39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: ¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros! 40 Pero el otro le increpó: ¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? 41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho. 42 Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey. 43 Jesús le dijo: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.

PALABRA DEL SEÑOR

COMENTARIO

Queridas amigas y amigos de Evangelio vivo: Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo Rey del universo. Personas de bastante edad hemos celebrado con pompas triunfalistas la fiesta de Cristo Rey, que venía a ser la misma. Pero hoy, además del pequeño cambio de nombre, se le ha dado un enfoque completamente distinto, que nos sorprende mucho. Es, realmente una fiesta distinta de aquella, gracias a Dios.  

Esa sorpresa no existe para la gente joven y la de edad media. Pero hay algo muy chocante para todas las personas: el evangelio de hoy, la crucifixión de Jesús. Jesús aparece como rey, cuando le dice al buen ladrón: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Pero no deja de ser un crucificado, lo último, lo más bajo y más infame. ¿Ese es nuestro rey? Nos resulta incomprensible, algo que el entendimiento humano no puede comprender. Podemos burlarnos de esa afirmación, como los soldados romanos. Pero no podemos ir más allá. Solo si activamos la fe y el amor, nos sorprenderá y nos chocará. Ojalá nos hagamos como niños, para que Dios no revele sus secretos. Veamos algunas lecciones encerradas en este crucificado rey.

Lo primero que siento es vergüenza, al recordar la brillantez con que se celebraba esta fiesta con el nombre de Cristo Rey, sin la menor alusión a la cruz. Había gloriosos monumentos a Cristo Rey o al Sagrado Corazón de Jesús en cualquier lugar importante de la ciudad. Todo ello quedó sellado, en la guerra española del año 1936, con las víctimas lanzadas a un barranco al grito de Viva Cristo Rey, por soldados de la zona católica, simplemente porque eran del otro bando.

En segundo lugar, miro al Crucificado y me quedo mirándolo, dejando que el misterio se apodere de mí y me choque. Ojalá me choque siempre. Que nunca me acostumbre, Jesús.

Tercero, sigo mirando para ver más. Y ¿qué es lo que veo? Que Jesús es rey desde la derrota y la máxima humillación, como un desecho social. Más todavía: que llega a ser rey  precisamente cuando queda reducido a esa terrible situación. Pablo quedó tan chocado por esta realidad, que escribió este impresionante comentario: ‘Los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría. Y  nosotros anunciamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos. Pero para nosotros, los creyentes, un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios. Y es que la locura de Dios es más sabia que nuestra sabiduría; y la debilidad de Dios, más fuerte que la fortaleza humana’ (1Co 1,22-25).

Cuarto, mirando más y más, en esa cruz veo la Misericordia (con mayúscula), escondida, pero a la vez visible, para quienes miran con amor, deseando ver más. Jesús tiene compasión incluso de la gente indeseable. Hablamos tanto del buen ladrón, que olvidamos que se trata de un repugnante malhechor crucificado. La Misericordia es alargada y alcanza de un extremo al otro de la tierra. Mientras estemos vivos, siempre podemos recibirla, junto con el perdón y la salvación. Nunca es tarde.

Con esto queda completamente trasformada la imagen de Cristo Rey. Si anteriormente ha servido de estandarte de guerras y hasta de crímenes, el texto y la fiesta de hoy ponen las cosas en su sitio. Es la fiesta de la gran paradoja: la impotencia poderosa, la humillación sobresaliente, la justicia misericordiosa, la mala vida perdonada, la puerta abierta en el último segundo, la derrota vencedora… Así nos muestra también, en la penumbra de la fe, el rostro misterioso de Dios, al que llegamos por el amor y no por la inteligencia. Sabemos algo de Él, cuando no le entendemos. Que el Señor nos conceda experimentarlo con ternura.

Probablemente no se dio este diálogo entre el malhechor y Jesús. El Nazareno no estaba en condiciones de decir ni una sola palabra. Los ladrones, tampoco. Estos párrafos expresan la fe de los primeros cristianos, que, después de la resurrección, veían a Jesús como rey del cielo y de la tierra. Aunque esté crucificado, es el Rey del universo. Este es el principal  significado, desconcertante, de la solemnidad de hoy.

PLEGARIA

Choque

Jesús, me choca.

Tu Dios me choca.

Me choca con violencia,

como dos súper trenes de alta velocidad.

Todo es incomprensible aquí,

todo desconcertante…

Tu Dios me choca;

me choca y me destroza.

Deshace nuestro pensamiento religioso,

como el velo del templo roto de arriba abajo.

Mas ¿cómo hablar de Dios sin pensamiento lógico?

Pero tu Padre desmantela muestra lógica.

¿No te parece que le falta sensatez?

No es prudente ni respetable

como las cuentas de los bancos.

¡Crucificado y rey!

También tu Iglesia me produce un choque

cuando junta esas dos palabras.

Sin embargo, parece que tenéis razón.

Millones de personas llevan la cruz al cuello

desde hace dos mil años.

La lógica insensata de tu Padre

¿será más sabia que nuestro saber

y más potente que nuestro poder?

Jesús, me rindo.

Prefiero pensar menos y amar más.

Prefiero aproximarme al fuego

y dejarme quemar.

Prefiero no entender

y cobijarme con el buen ladrón,

entre las llamas de tu corazón.

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