En este jueves santo nos acercamos a la gracia que el espíritu de Dios derrama sobre nosotros para ser renovados en su vida divina.
Con disposición gozosa nos adentramos a este gran misterio de amor y de vida.
Nuestro Señor quiere permanecer con nosotros de diversas maneras, pero sobre todo en la Eucaristía, en la cual dimana la hermosura de su presencia que nos santifica y nos da vida.
En la Eucaristía está siempre dispuesto a dársenos de una forma viva que su espíritu nos alimenta para vivir la comunión íntima y plena con Él.
El servicio es clave para darnos a los demás en signo de gratuidad y de vida, a ejemplo de Él: como yo he hecho hagan también ustedes.
Los dones de los que somos portadores encuentran en el servicio un camino de comunicación fecunda.
El espíritu divino es el que nos hace sentir felices cuando estamos ahí donde podemos servir a los demás con la generosidad misma que impulsa la vocación de cada uno.
El que sirve es un bienaventurado porque se manifiesta en él el espíritu de vida que le alegra gozosamente porque se comunica en donación a los otros, en apertura y disposición de ofrecer lo que más le es posible.