Conocer la verdad es como el agua transparente, se puede ver en profundidad sin caer en el engaño.

Sólo esa verdad libera de cualquier mentira, opresión e injusticia.

Jesucristo se revela como la verdad y en El encontramos un juez justo, al que hay que suplicarle con plena confianza.

Entre los hombres, ninguno sabemos lo que mueve verdaderamente el corazón de cada uno. En cambio, Dios si ve esa realidad del corazón humano.

Por eso la confianza en la verdad y en quien es el único que puede ver la realidad del corazón humano, es en quien se puede confiar absolutamente, y ese es Dios, quien es Único.

El Espíritu Santo es quien nos lleva en esa verdad. Por eso, para adentrarnos en la justicia tenemos que caminar en la verdad y no podemos encontrar la luz y grandeza de la verdad sino vivimos bajo las mociones del Espíritu Santo.

Dios impera e imperará siempre, por eso el pobre, la viuda , el huérfano , san Pablo , el publicano , de quienes nos hablan las lecturas de este domingo 30 del tiempo ordinario sea en el Eclesiástico y Timoteo como en Lucas, nos invitan a poner siempre nuestra confianza en Dios, movidos por el espíritu santo que sostiene y acompaña al que es dócil y se deja llevar por El.

El abandono humano que san Pablo refiere cuando en su primer defensa en el tribunal es abandonado por todos, da la oportunidad para que Dios se manifieste, El, que siempre es fiel , nunca abandona a los suyos, en esa experiencia de contradicción y prueba es el camino idóneo para confiar absolutamente en Dios, esta pedagogía es característica en Dios, recordando lo que el salmo ya nos dice: maldito el hombre que confía en el hombre, porque el corazón humano es lo más traicionero que existe.

Como el agua que busca, encuentra y hace caminos, así, Dios revela al que pone su confianza en El: por donde debe caminar y cómo moverse para que siga siendo fecundo, llevando la bendición de la vida y floreciendo , como ya el salmo lo proclama: quien confía en el Señor, sus ramas siempre son verdes y es como estar junto al río, con provisión de agua, sin nunca marchitarse.