"Encontrarnos para compartir" María, icono de encuentro e Iglesia en salida

María
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"Los textos de este domingo, tercero de adviento, nos invitan a dirigir la mirada a María, quien se sabe portadora de la buena nueva y se pone en marcha a comunicar esa gracia a su prima Isabel"

"María sabe de la importancia del encuentro y, el misterio que revela este mismo encuentro, cuando Isabel expresa: apenas llegó tu saludo a mis oídos el niño saltó de gozo en mi seno"

"María de Guadalupe nos regala esta belleza en el encuentro con Juan Diego. Es lo que resalta Lucas en el relato del encuentro de María e Isabel y que se hace vivo en el Tepeyac, entre María y Juan Diego: que no estoy yo aquí que soy tu Madre"

"Nuestra gran tarea será descubrir la belleza que hay en cada uno y saber compartir con generosidad, revelando en este compartir, al mismo Dios que se manifiesta"

Los textos de este domingo, tercero de adviento, nos invitan a dirigir la mirada a María, quien se sabe portadora de la buena nueva y se pone en marcha a comunicar esa gracia a su prima Isabel.

María nos ilumina para ver y valorar la riqueza de la que somos depositarios de parte de Dios y ponernos en camino como testigos del obrar de Dios en nuestras vidas. La iglesia en salida es portadora de una gran alegría que el mismo Dios genera en el encuentro.

María sabe de la importancia del encuentro y, el misterio que revela este mismo encuentro, cuando Isabel expresa: apenas llego tu saludo a mis oídos el niño salto de gozo en mi seno.

Dios está vivo en medio de nosotros y el encuentro es capaz de sacar a la luz o revelar toda la riqueza que hay en cada persona. Se convive, se comparte y se acompaña. ¡Juntos avanzamos en el camino, expresando que no se está sólo!

Se manifiesta que Dios hace maravillas tanto en María como en Isabel, con cada una, Dios comunica una presencia significativa que marcará la historia de la humanidad y del pueblo creyente de Dios. Dos hogares con sus propias peculiaridades y sus propias luchas, el de José, María y Jesús y, por otro lado, el de Zacarías, Isabel y Juan el Bautista. Cada uno con una historia personal y familiar de fe, tejiendo Dios su actuación en la docilidad del corazón dispuesto, e iluminando el entendimiento, con la acción misma de Dios que se va manifestando de diferentes formas con cada uno, para hacer un camino de comunión, en la única historia de salvación que conduce Dios.

Con Dios siempre hay que salir; estar dispuesto a desprenderse, no solo para desplazarse en un camino de liberación ligero, sino, sobre todo, para comunicar compartiendo.

Tenemos que entender que nuestra vocación en Cristo, es un llamado a caminar con desprendimiento, e ir abrazando lo nuevo, lo que se nos ofrece e irnos transformando en la riqueza que ofrece la comunión del encuentro.

Nuestra gran tarea será descubrir la belleza que hay en cada uno y saber compartir con generosidad, revelando en este compartir, al mismo Dios que se manifiesta. Es una manifestación de gran alegría, como ya nos dice el mismo texto de los filipenses de este domingo: estemos siempre alegres… sin inquietudes ni preocupación… en una paz de Dios que custodia nuestros corazones y que sobrepasa toda inteligencia; porque es el mismo espíritu de Dios que se va comunicando con las variantes de la riqueza de su gracia.

Encontrarnos para compartir, sin querer prevalecer de forma egoísta cada uno de nosotros sino dejar que Dios vaya prevaleciendo y haciendo fuerte, como eslabón, nuestra comunión. Ese es el cauce que hay que dejar fluir al espíritu de Dios, sin estorbos, para disfrutar la belleza de la presencia divina en nuestras vidas.

Esta fuerza de alegría anima nuestra cotidianidad, le da un rostro de esperanza, para asumir, cada uno, las tareas que cada uno lleva en la realidad de la propia cruz. Entonces entenderemos lo que el mismo Jesús ya nos dice: Mi carga es suave y ligera, carguen con ella, yo estoy con ustedes todos los días.

Así, María camina con Isabel a este encuentro y se queda ahí, limpiando la casa, preparando los alimentos, en casa de Isabel, porque María se sabe servidora. Todo esto lo vive el mismo Jesús que lleva en su vientre. Una realidad de vida que es Icono para nuestras vidas.

María de Guadalupe nos regala esta belleza en el encuentro con Juan Diego, le pide que Él cumpla con la misión de ser portador del Mensaje, mientras Ella se hace cargo de las preocupaciones de su Tío Bernardino: no estoy yo aquí que soy tu Madre.

Esta es la expresión que resalta el evangelista Lucas en este relato del encuentro de María e Isabel y, que se hace vivo en el Tepeyac, entre María y Juan diego: que no estoy yo aquí que soy tu Madre.

Tomémonos de la mano de María en nuestro encuentro de hermanos, que en actitud de servicio, compartiendo, hacemos que se revele la belleza divina, que cada uno es portador como hijo de Dios y como ungidos en el bautismo por el Espíritu Santo.

María de Guadalupe

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