"Donde Dios está florece la vida"
¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
"Para celebrar en gratitud y haciendo de memoria de todo el amor, esfuerzo y sacrificios de lo que somos herederos"
En este domingo 2 de noviembre, celebrar, orar y recordar a nuestros difuntos en su memoria profunda que toca lo más íntimo de nuestro ser.
La vida se comunica, y gracias a los que nos han precedido y duermen ya el sueño de la paz es como hoy vivimos en un horizonte lleno de aprendizajes, de gratitud, de herencias humanas, espirituales y materiales que nos sostienen e impulsan a seguir haciendo un camino de vida.
Es un domingo para celebrar en gratitud y haciendo de memoria de todo el amor, esfuerzo y sacrificios de lo que somos herederos.
Lo anterior se entiende mejor desde las claves del amor.
Muchas veces somos muy exigentes con los que nos precedieron sin situarnos en sus contextos de vida, sus límites humanos, sus posibilidades…para no dejar de tener una mirada compasiva misericordiosa.
Hoy estamos aquí gracias a ellos que ya duermen el sueño de la paz y han recorrido el camino que a nosotros aún nos falta concluir. Aún no sabemos cuál será nuestra herencia definitiva, pero podemos hacer que nuestra herencia pueda ser mejor para los que vienen detrás de nosotros.
Orar a ellos para que alcancen la felicidad que nuestro Señor Jesucristo inaugura con su resurrección y desborda en la comunicación del Espíritu Santo en Pentecostés, es caminar en una oración confiada de que nuestro Señor les alcanza ese perdón definitivo para lograr tener la paz de los redimidos por el Señor.
Una paz que no tiene límites y que sólo Dios la puede comunicar en aquellos en los que reside su espíritu y son prontos a sus manifestaciones.
El Espíritu Santo es esa paz viva que libera de cualquier atadura para adentrarnos en el don de los dones para vivir en eterno agradecimiento por amor en sus infinitas manifestaciones de misericordia que cada uno necesita.
Nuestros difuntos están en la aventura del camino al encuentro del amor y la vida plena que sólo Dios comunica a sus elegidos.
Los difuntos ya han cruzado el punto de lo mortal, de lo temporal humano, para hacer ese camino en la vida del espíritu divino con el que fueron marcados en su nacimiento bautismal como hijos de Dios.
Recordando aquello que el espíritu sopla donde quiere, no sabes a donde va. Podemos afirmar así: que quienes han recibido ese espíritu de vida son quienes se ven iluminados en una esperanza que no defrauda porque Jesucristo está ahí esperándolos, en donde Él se ha ido a prepararnos una morada.
¡Descansen la paz del espíritu nuestros amados difuntos!
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