Domingo de la Divina Misericordia La libertad que da el espíritu para compartir en comunión

Llaga de Cristo
Llaga de Cristo

"Creernos autosuficientes significa matar la posibilidad de compartir. Dejarmos llevar por la avaricia significa privar la posibilidad de crecer en las oportunidades que hacen posible el crecimiento y desarrollo de los talentos y capacidades que los otros poseen"

"La libertad que da el Espíritu del Resucitado, en este domingo de la misericordia, nos debe hacer pensar la importancia de vivir nuestra vida en servicio de amor donde pueda fluir el compartir"

"Entender al compartir aquí en la tierra, que compartimos en el tiempo lo temporal, que cuando se acabe nuestro tiempo entraremos al reino de lo eterno con Dios en su Espíritu"

Quien no se abre a la experiencia de compartir se cierra las posibilidades de enriquecerse de una forma más plena, en la rica compartida de unos y otros.

La clave es compartir, porque transita la riqueza de unos y otros.

Cada uno comparte desde la riqueza espiritual, humana, material, etc. que cada uno posee.

Preguntémonos: ¿cuál es la riqueza que puedo compartir con el otro y cuál es mi pobreza que me hace necesitar de la riqueza del otro para vivir?

Creernos autosuficientes significa matar la posibilidad de compartir. Dejarmos llevar por la avaricia significa privar la posibilidad de crecer en las oportunidades que hacen posible el crecimiento y desarrollo de los talentos y capacidades que los otros poseen, la avaricia puede matar la oportunidad a otros que también pueden embellecer la vida y nutrirla.

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Tomás mete el dedo en las llagas
Tomás mete el dedo en las llagas

La avaricia arrincona y aísla a quien no comparte. Nos priva de la gran experiencia de intercambio de dar y recibir.

Siempre hay algo que compartir y cómo enriquecer a los demás.

Así nos recuerda la primera lectura de los hechos de los apóstoles, el texto de Pedro de la segunda lectura y el evangelio de Juan en este domingo de la divina misericordia.

Desde la óptica de la primera lectura de los hechos de los apóstoles, que nos dice como los primeros cristianos compartían y nadie pasaba necesidad, podemos leer el relato del rico epulón, quien no quiso compartir con el pobre Lázaro de sus bienes y cuando mueren, el rico epulón quiere que Lázaro lo ayude. Viendo así que los egoísmos solo nos aíslan y nos privan de la gran riqueza que es el compartir, porque es la forma de salvarnos, ayudándonos unos y otros.

Así también vemos cómo aquel que tuvo una gran cosecha y pensó hacer graneros más grandes para almacenar y darse a la buena vida, sin imaginar que esa noche iba a morir.

Por eso la libertad que da el Espíritu del Resucitado, en este domingo de la misericordia, nos debe hacer pensar la importancia de vivir nuestra vida en servicio de amor donde pueda fluir el compartir.

Muchos, al no compartir, hacen pesada una carga que apesadumbra la vida y los pasos al caminar, nos privamos de la alegría de caminar con ligereza, rapidez para disfrutar los horizontes nuevos de belleza con que la vida misma nos quiere sorprender.

Nosotros nos podemos asomar al cielo y experimentar la riqueza de Dios en Jesucristo, quien ha querido compartirnos su divinidad, compartiendo nuestra humanidad, entrando a nuestra historia sufrida, de falta de amor para dar amor, de superar egoísmos para servir compartiendo y, ayudando en todo el bien posible que se puede hacer.

Entender al compartir aquí en la tierra, que compartimos en el tiempo lo temporal, que cuando se acabe nuestro tiempo entraremos al reino de lo eterno con Dios en su Espíritu.

De ahí aquello que Jesús dice: con el dinero tan lleno de injusticias gánense amigos que los reciban en el cielo.

Tomás y las llagas de Cristo

La misericordia se revela como un camino de amor compasivo que sabe compartir, sabe hacerse uno con el otro en su existencia para abrirnos a esa esperanza en Cristo, quien se entregó por nosotros para compartirnos la riqueza de su divinidad, la vida del Padre y del Espíritu Santo, para llevarnos al cielo, donde no habrá ya injusticia, ni abuso , ni dolor, ni sufrimiento, etc.

Por eso nuestro caminar en la fe debe ser en la certeza de que Cristo en verdad ha resucitado, como lo experimentan los discípulos que lo tocan y comen con él el primer día de la resurrección y, tocan sus manos agujeradas por los clavos y el costado abierto. Esta certeza que Tomas también constatará para ser mensajeros de la verdad de Cristo resucitado.

Esa verdad en la fe nos lleva a vivir en un espíritu libre, compartiendo, porque solo así nos quitamos de preocupaciones, viendo unos por otros , confiando en esa fraternidad que Cristo quiere que crezca entre nosotros, porque el amor es lo primero y es lo que hace posible el compartir .

Cuidemos que la avaricia no nos prive de la riqueza de compartir, en un servicio que fluye para dar lo mejor de nosotros, compartiendo.

La vida en su naturaleza se gesta al compartir, cómo ha sido nuestra vida cuando nuestros padres en su entrega y unidos han hecho fluir la vida de los hijos. La realidad de la familia es siempre una realidad compartida.

No es posible tener vida sino se comparte con amor para dar equilibrio. El compartir nos da equilibrio, abre el horizonte de lo justo.

Tomás y las llagas

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