María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón

Iniciar este año 2026 con estas palabras que nos recuerda el evangelista Lucas es aventurarnos en la belleza de orar, interiorizar, meditar y contemplar por donde nos conduce la voluntad de Dios.

La voluntad de Dios siempre trae paz al alma, porque es vivir y caminar en intimidad de vida en el espíritu de Dios que nos da vida.

María se sabe elegida por Dios para ser la Madre de su Unigénito, así lo ha querido Dios Padre y María ha respondido: hágase en mí según tu palabra.

Servir a la voluntad de Dios es hacer el recorrido desde una actitud humilde, que busca maravillarse de la presencia viva de Dios entre nosotros, donde entendemos que hay que hacernos pequeños para que la grandeza de Dios sea contemplada, reconocida y alabada.

Así lo proclama María en el Magnificat: proclama mi alma la grandeza de Dios…porque ha mirado la pequeñez de su esclava.

También lo dirá Juan el Bautista: es necesario que yo disminuya para que el crezca.

Jesús mismo elige como colaboradores a pescadores, que han reconocido su pequeñez, pero se han dejado dilatar en su vida y espíritu por el espíritu de Jesús.

El mismo san Pablo dirá: ya no soy el que vive, es Cristo quien vive en mí.

María medita, ora y guarda en su interior todos los acontecimientos de los que va siendo participe con el nacimiento de su Hijo. 

Lo hace no sólo ante lo narrado por los pastorcillos, lo hace también ante lo dicho y profetizado por Simeón en el templo.

María en este meditar, orar y guardar en su interior lo que va viviendo, sabe confiar en Dios, en su pedagogía divina.

Una pedagogía divina que se ilumina en la fe y que sabe confiar por encima de toda lógica y razonamiento humano.

El servicio que, en Jesús, está llamado a vivir todo consagrado: obispo, sacerdote, diacono, religiosa, religioso, misionero; es un servicio a hacerse pleno en la voluntad de Dios.

Esta sabiduría de la voluntad de Dios es la que debe buscarse en el servicio vivido con humildad a la manera como Jesús y María nos dan ejemplo.

Este servicio en la voluntad de Dios es pensar y hacer las cosas en la manera como Dios las piensa y las hace, en su pedagogía.

Nos desvirtuamos de la voluntad de Dios cuando el servicio lo realizamos por pretender alcanzar poder y dominio en la iglesia. Este desvío de la virtud de la voluntad de Dios nos trae un efecto que nos empobrece en el Espíritu Santo.

Quien no camina en la voluntad de Dios, simplemente no camina en la gracia de Dios y nada le puede resultar fecundo y permanente.

La voluntad de Dios lo hace todo fecundo, en su tiempo y forma.

Pedro mismo experimenta ese paso cuando confiesa que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo y se le revela que a él será a quien se le darán las llaves del Reino para que todo quede atado y desatado conforme proceda con la voluntad de Dios, e inmediatamente ante el anuncio del rechazo, condenación y muerte de Jesús en la cruz por parte de los ancianos y sumos sacerdotes, Pedro dice a Jesús: a ti no te pasará esto y Jesús le responde: aléjate de mi satanás porque tú no piensas según Dios sino según los hombres.

Por eso nuestro criterio de camino de vida debe ser lo voluntad de Dios, la cual siempre nos traerá la paz que tanto necesitamos y deseamos.

Por eso al iniciar este año 2026 dispongámonos a ser dóciles, como María, en continuar el camino de la voluntad de Dios, construyendo lo que nos toca construir y sembrar lo que en Dios deberá dar fruto abundante.