LA ILUSIÓN DE LA MENTIRA

20.05.2021 | Gregorio Delgado del Río

* Vaya panorama en la Iglesia en España en temas de abusos sexuales del clero.

*Francisco  vuelve a clamar:   “Tenemos que luchar con este viejo hábito de encubrir” .                 

* Les  exigiría –no me parece mucho pedir- que, al menos, respeten a quienes se dirigen. No somos tontos. Sabemos lo que ha ocurrido. Sobran las ideologías, verdaderas máscaras para ocultar la realidad

*¿Cómo es que los cardenales al frente de la CEE, Osoro y Omella, no han sido capaces de impulsar la vida de la Iglesia más en sintonía con los problemas y preocupaciones actuales de los ciudadanos y de los todavía creyentes en Jesús?

*“La protección de los niños contra la explotación sexual es un deber de todos los Estados, que deben identificar tanto a los traficantes como a los abusadores” (Francisco).

*Ellos, los Estados, son  los competentes. Ellos ostentan el derecho y el deber de gestionarlos (proteger con eficacia a los menores), juzgar las conductas lesivas de acuerdo con la Ley penal estatal, sancionarlas y fijar las indemnizaciones correspondientes.

*Lo que quiera resolver la Iglesia ante una conducta denunciada de este tipo o después ante la presencia de una sentencia firme de condena es cosa  suya y allá se las habrá con sus coherencias internas, el Evangelio.

20.05.2021. Gregorio Delgado del Río

En una reciente colaboración en mi Blog en RD, reflexioné sobre la Nota de la CEE en respuesta a unas palabras de la ministra de asuntos sociales, Ione Bellarra. Aunque crítico con la ideología que informaba la referida Nota episcopal, quise mantenerme en los límites de la corrección humana y evangélica, aunque era muy sabedor de lo que seguía ocurriendo.

Mucho de todo ello, lo cuenta e insinúa José Lorenzo en la información que nos ofrece en su Blog en RD. Comparto sus sensatas reflexiones. ¡Vaya panorama!

No obstante mi actitud inicial  -ya un tanto cansado de predicar a quien no quiere oír-, he vuelto a sentirme compelido otra vez cuando Francisco, ante esta “especie de asesinato psicológico”, vuelve a clamar: “Tenemos que luchar con este viejo hábito de encubrir” (1). ¡Ya lo creo!  Si el Papa levanta su voz en este mismo momento para seguir señalando el ‘hábito de encubrir’ (gran pecado clerical) es porque es conocedor de lo que sigue ocurriendo. Esto es, todavía  muchos obispos en la Iglesia, con lo que ha llovido en el pasado, siguen abrazados, en contra de la inequívoca voluntad papal, a la falsa, por averiada, salida del encubrimiento, el engaño y la mentira. ¡Qué pena! ¡Qué vergüenza! ¡Qué hipocresía!

El grito de Francisco me recordó la exhortación de Pablo a Timoteo: “Proclama  la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim 4, 2). Recobré el buen ánimo y el coraje necesarios para proseguir en la lucha. No se puede desfallecer.

Pues bien, si ahora dirigimos la mirada a la Nota oficial de la CEE, no podemos experimentar otra cosa que sonrojo, como consecuencia de la vergüenza que produce. ¡Ya está bien! Pretenden convertir la ilusión de la mentira en verdad. Pero,  señores obispos, ¿quién les mandará meterse en semejantes charcos, pudiendo guardar un modesto y arrepentido silencio? ¿Quién es la gran figura que les redactó tan hipocritona Nota? Si algo, en su escandaloso  ‘affaire’ con la ministra Sra Bellarra, no responde a la verdad, es precisamente el relato de la CEE y su pretensión de dar gato por liebre. Les  exigiría –no me parece mucho pedir- que, al menos, respeten a quienes se dirigen. No somos tontos. Sabemos lo que ha ocurrido. Sobran las ideologías, verdaderas máscaras para ocultar la realidad (2).

Como ha recordado José Francisco Serrano (3), en una magnífica reflexión, que hago mía, “da la impresión de que los obispos están dedicados a administrar la decadencia”. Sin duda. ¿Cómo es que los cardenales al frente de la CEE, Osoro y Omella, no han sido capaces de impulsar la vida de la Iglesia más en sintonía con los problemas y preocupaciones actuales de los ciudadanos y de los todavía creyentes en Jesús? No se han tomado las riendas ni, mucho menos, la iniciativa, no se ha ejercido el liderazgo que cabía esperar, siguen jugando a la defensiva, casi siempre se posicionan en actitudes reactivas, no se aventuran en señalar caminos. Parece que no quieren complicarse la vida. Y, por si todo ello no fuera suficiente, cuando salen a la palestra lo hacen  rematadamente mal,  como es el caso de la Nota sobre la protección de los menores. Abandonen, de una vez por todas, la idea mentirosa de volver a escribir la historia de lo ocurrido en tiempos de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Su versión es pura mentira. La gente lo sabe y se avergüenza de su intento hipocritón, que persiste. ¡Vaya escándalo!

Ya que según sostienen están firmemente comprometidos, deseo ofrecerles este mensaje de Francisco (4): “El abuso de menores es una especie de " homicidio psicológico " y en muchos casos un borrar la infancia. Por lo tanto, la protección de los niños contra la explotación sexual es un deber de todos los Estados, que deben identificar tanto a los traficantes como a los abusadores. Al mismo tiempo, es más necesario que nunca denunciar y prevenir esa explotación en los distintos ámbitos de la sociedad: la escuela, el deporte, las actividades recreativas y culturales, las comunidades religiosas y los individuos. Además, en el ámbito de la protección de la infancia y la lucha contra la pederastia, deben adoptarse medidas específicas para prestar una ayuda eficaz a las víctimas”.

Celebro estas palabras de Francisco. “La protección de los niños contra la explotación sexual es un deber de todos los Estados, que deben identificar tanto a los traficantes como a los abusadores”. Evidente. El Papa sabe de qué habla y sabe escuchar para madurar  posibles soluciones de futuro. Ustedes, señores obispos, no. Practican a las mil maravillas el encasillar, el prejudiciar, el etiq        uetar, el marginar y, en todo caso, el borrado de la memoria. Así les va, ¡Cuánta energía desaprovechada!

Ya en 2014, mi experiencia profesional me llevó a  pensar, a sugerencia de mi hijo, Omar, brillante sucesor en el despacho ‘Delgado y asociados’, en esa dirección. He seguido madurando esta idea a lo largo del tiempo. En 2020, al reflexionar sobre la Cumbre antiabusos de febrero de 2019 (5), lamenté su omisión e impulso activo. Pero, al mismo tiempo, sugerí y propuse  dar un paso adelante:   Confiar plenamente en la jurisdicción penal estatal.

Estos asuntos son, en realidad, un problema de todos y cada uno de los Estados (deber).  Ellos, los Estados, son  los competentes. Ellos ostentan el derecho y el deber de gestionarlos (proteger con eficacia a los menores), juzgar las conductas lesivas de acuerdo con la Ley penal estatal, sancionarlas y fijar las indemnizaciones correspondientes. A la Iglesia, en cualquier caso, le restaría colaborar siempre con la autoridad estatal de acuerdo con la norma también estatal, no haciéndose cómplice por ocultación. Serlo (cómplice/ocultar) le supondrá la aplicación de la ley penal estatal con las consecuencias previsibles.

Es en este aspecto concreto en el que la Iglesia, si no quiere ser puesta en entredicho y provocar el abandono de sus fieles (circunstancia que ha actuado en el pasado y no está aún eliminada totalmente), ha de poner toda su atención y cuidado. Si no lo hace, no le valdrá ninguna argumentación, basada en razones religiosas, aunque hayan sido utilizadas en el pasado. Es este uno de los objetivos que fija Francisco: acabar con el viejo habito de ocultar. En el Estado, rige el principio de igualdad: todos, clérigos, obispos, laicos, reciben el mismo trato de la ley en materia de persecución del delito.

A decir verdad, después de tanto sufrimiento, de tanto contra testimonio y de tanto escándalo, se puede cumplir el texto evangélico: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Mt 21, 42). La exclusión de la jurisdicción estatal  -doctrina clara en la Iglesia a partir de Pío XII hasta el presente- se ha convertido ahora, dije en 2020, en la piedra angular, en el instrumento eficaz para superar el problema –los abusos sexuales del clero-. Yo así lo entendía y así lo propuse (6). La realidad –la dinámica de la lógica y del sentido común- acabará por imponerse plenamente. Creo, sinceramente, que ya estamos en ese momento. “Quien tenga oídos para oír, que oíga” (Mc 4, 9).

Lo que quiera resolver la Iglesia ante una conducta denunciada de este tipo o después ante la presencia de una sentencia firme de condena es cosa  suya y allá se las habrá con sus coherencias internas, el Evangelio.

La aceptación decidida de este criterio de actuación (competencia exclusiva estatal, no eclesiástica), que ha señalado el papa Francisco, evitaría a los eclesiásticos muchos dolores de cabeza y muchas de las críticas de orden interno y externo a las que, con toda justicia, se han hecho acreedores.

Si quieren proceder, en el orden eclesiástico, a valorar tales conductas, háganlo. Pero no de cualquier forma y, sobre todo, no sin salvaguardar  las necesarias garantías procesales, por cierto muy precarias en el orden canónico.

  1. <https://www.religiondigital.org/vaticano/abuso-menores-especie-asesinato-psicologico-Meter-Papa_0_2341265856.html>.

  1. Cfr. Delgado del Río, G., Siempre se casan con lo peor, en <https://www.religiondigital.org/libertad_en_todo-_gregorio_delgado/SIEMPRE-CASAN-PEOR_7_2339536036.html>.

  1. <https://www.religiondigital.org/libros/Francisco-Jose-Serrano-medios-Iglesia-cope-periodistas_0_2341865792.html>.

  1. Cfr. nota n. 1.

  1. La verdad silenciada, Cumbre antiabusos. Febreo 2019, Caligrama, Sevilla 2020, págs., 148-151.

  1. Ibidem.

Gregorio Delgado del Río

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