LA RIGIDEZ Y LO QUE SUELE ESCONDER

* Francisco nos interpelada  con frecuencia acerca de una perspectiva clave para valorar la presencia del cristiano en la sociedad y en el mundo: ¿cómo seguimos a Jesús, cómo vivimos, qué forma de vida tenemos asumida?

*La rigidez no es propia ni exclusiva de aquellas personas que se posicionan, de modo crítico, respecto del papa Francisco (posición, digamos, conservadora). También es predicable de quienes, con entusiasmo, se posicionan a favor del mismo (posición, digamos, progresista).

*La rigidez   “no tiene nada que ver con la ley del Señor, sino que tiene relación con ‘algo oculto, una doble vida’, que nos convierte en esclavos y hace olvidar que estar de la parte de Dios significa vivir ‘la libertad, la mansedumbre, la bondad, el perdón’.

*“Hipócritas», recordó el Papa, es una palabra que ‘muchas veces Jesús repite a la gente rígida, porque detrás de la rigidez hay otra cosa, siempre (…) en muchos casos una doble vida”.

*Para aclarar aún más su razonamiento, Francisco hace alusión y comenta la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32). Explicó cuál era “la actitud del ‘hipócrita: detrás de obrar el bien, hay soberbia”.

*“Hoy en la Iglesia tantos han caído en la tentación de la rigidez. Algunos son buenos, pero otros no. Existe quien usa la rigidez para cubrir debilidades, pecados, enfermedades de la personalidad y para dar bastonazos: hipócritas de doble vida”.

*Configuró la esquizofrenia existencial:“Es la enfermedad de quien tiene una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual, que grados o títulos académicos no pueden colmar. Es una enfermedad que afecta a menudo a quien, abandonando el servicio pastoral, se limita a los asuntos burocráticos, perdiendo así el contacto con la realidad, con las personas concretas. De este modo, crea su mundo paralelo, donde deja de lado todo lo que enseña severamente a los demás y comienza a vivir una vida oculta y con frecuencia disoluta. Para este mal gravísimo, la conversión es más bien urgente e indispensable (cf. Lc 15,11-32)”.

*¿Dónde están los cristianos? Ah, ¿pero existen, en realidad? ¿Y, todavía te lo preguntas? Me parece muy bien. Pero, atrévete con la respuesta

De nuevo pongo sobre la mesa del debate, que, con acierto, suscitó Diego S. Garrocho desde las páginas del diario ‘El Mundo’ (¿Dónde están los cristianos?), una nueva reflexión. Una vez más somos interpelados por Francisco acerca de algo elementa,, aunque esencial: cómo, quienes nos decimos cristianos, seguimos a Jesús, esto es, cómo vivimos, qué forma de vida tenemos asumida.  ¿Acaso vivimos como el Maestro? La respuesta ha de ser personal e intransferible. Pero, si fallamos en aspectos esenciales, lo lógico es que pasemos desapercibidos en la sociedad.

A este nivel, me parece oportuno subrayar que la rigidez no es propia ni exclusiva de aquellas personas que se posicionan, de modo crítico, respecto del papa Francisco (posición, digamos, conservadora). También es predicable de quienes se posicionan, con verdadero entusiasmo, a favor del mismo (posición, digamos, progresista). Lo que, en mi opinión, es condenable o rechazable en ambas posibles situaciones es lo que suele esconderse detrás, en el interior y oculto de las personas, que, digámoslo de entrada,  poco o nada tiene que ver con seguir a Jesús ni con el testimonio evangélico deseable. Condenamos al diferente, de modo inmisericorde, no respetamos su dignidad y su libertad. No solemos diferenciar   el posible error   y la persona que yerra (Juan XXIII). ¡El que tenga oídos, que oiga! (Mt 13, 9).

En este marco de valoración general, el papa Francisco ha puesto un énfasis especial en la denuncia de algo, por otra parte evidente en demasiados casos, desde hacia mucho tiempo. Bastaba con estar mínimamente informado. Detrás de la rigidez del hipócrita solía ocultarse algún mal o alguna enfermedad.  Debemos, pues, escuchar la llamada de Jesús a la ‘conversión’ (Mc 1, 15). Todos sin excepción tenemos necesidad de ella y, a través de la misma, se modificaría nuestra rigidez.

 La rigidez  -dijo en la homilía de la misa en Santa Marta el 24 de octubre de 2016 , “no tiene nada que ver con la ley del Señor, sino que tiene relación con ‘algo oculto, una doble vida’, que nos convierte en esclavos y hace olvidar que estar de la parte de Dios significa vivir ‘la libertad, la mansedumbre, la bondad, el perdón’. Cierto.

Al pedir  ‘la gracia de caminar en la ley del Señor, porque no es fácil…’,  Francisco hace referencia al pasaje del Evangelio (curación en sábado) en Lc 13, 10-17 y afirma que Jesús, frente al indignado Jefe de la Sinagoga, que reprende a la mujer que se acerca en sábado para curarse de su enfermedad, “…responde con fuerza: ‘¡Eres un hipócrita! Por ejemplo, ¿qué haces con tu buey, con tu asno? ¿Los desatas para llevarlos a abrevar, a comer? ¿Y a ésta no?”

“Hipócritas», recordó e insistió el Papa, es una palabra que ‘muchas veces Jesús repite a la gente rígida, porque detrás de la rigidez hay otra cosa, siempre’. Por esta razón ‘Jesús dice ‘¡hipócritas!’: detrás de la rigidez hay algo oculto en la vida de una persona’. En efecto, ‘la rigidez no es un don de Dios; la mansedumbre sí; la bondad sí; la benevolencia sí; el perdón sí; ¡pero la rigidez no!’. Por lo tanto, dijo Francisco, ‘detrás de la rigidez hay siempre algo escondido, en muchos casos una doble vida’”.

Para aclarar aún más su razonamiento, Francisco hace alusión y comenta la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32). Explicó cuál era “la actitud del ‘hipócrita: detrás de obrar el bien, hay soberbia’. El hijo pródigo, por su parte, ‘sabía que tenía un padre y en el momento más oscuro de su vida se dirige al padre’. El hijo mayor, en cambio, ‘del padre entendía sólo que era el patrón, pero nunca lo había sentido como padre: era rígido, caminaba en la ley con rigidez’. Y aún más: el hijo pródigo ‘dejó la ley a un lado, se marchó sin la ley, contra la ley, pero a un cierto punto pensó en el padre y volvió, y obtuvo el perdón’”.

Termina Francisco, invitando a rezar “por nuestros hermanos y nuestras hermanas que creen que caminar en la ley del Señor es convertirse en personas rígidas: que el Señor les haga sentir que Él es padre y que a Él le gusta la misericordia, la ternura, la bondad, la mansedumbre, la humildad”.

Nada puede extrañar que, con posterioridad, haya subrayado que “hoy en la Iglesia tantos han caído en la tentación de la rigidez. Algunos son buenos, pero otros no. Existe quien usa la rigidez para cubrir debilidades, pecados, enfermedades de la personalidad y para dar bastonazos: hipócritas de doble vida”.

¡Cuánta verdad hay en Francisco, aunque sus palabras nos molesten porque aciertan! El que nos posicionemos a favor de Francisco no excluye  que no demos bastonazos   a quienes piensan y se posicionan de modo diferente. Lo vemos todos los días.   La respuesta que se nos exige a todos no es en términos de rigidez sino de tolerancia, de bondad, de misericordia, de amor y comprensión.

Sin duda alguna, donde Francisco afrontó con verdadero coraje las actitudes de rigidez, que suelen esconder una doble vida, fue en su discurso de 22 de diciembre de 2014, para felicitar las Navidades a la Curia romana. En concreto, se refirió a las quince “enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor”. Todas ellas suponen actitudes en contradicción con el Evangelio (ejemplaridad), que, si el Papa las ha explicitado y denunciado, es porque está seguro de su escandalosa vigencia y del contra  testimonio que conllevan. No se equivoca. Se está ante una verdadera falta de armonía y coherencia, en los más altos niveles del gobierno en la Iglesia, entre lo que se dice y lo que se hace. Se está ante la proverbial hipocresía eclesiástica de todos los tiempos.

Pero, en ese marco general, se ha referido, con muy duras palabras, al ‘mal de la esquizofrenia existencial’.“Es la enfermedad de quien tiene una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual, que grados o títulos académicos no pueden colmar. Es una enfermedad que afecta a menudo a quien, abandonando el servicio pastoral, se limita a los asuntos burocráticos, perdiendo así el contacto con la realidad, con las personas concretas. De este modo, crea su mundo paralelo, donde deja de lado todo lo que enseña severamente a los demás y comienza a vivir una vida oculta y con frecuencia disoluta. Para este mal gravísimo, la conversión es más bien urgente e indispensable (cf. Lc 15,11-32)”. ¡Se comenta por sí mismo!

“El que tenga oídos para oír, que oiga” (Mt 13, 9; Mc 4, 9 y 23). ¡Cómo estará el patio! Cuando Francisco se atreve con semejante denuncia y lo hace ante la misma Curia romana es que la situación ya ha desbordado todos los límites tolerables. Estamos ante un “mal gravísimo”, ante un verdadero contra testimonio, ante una marginación concreta del Evangelio,  que opera en el centro mismo del Gobierno pastoral en la Iglesia. Por supuesto, esta ‘esquizofrenia existencial’ también es extensible a otros niveles inferiores del gobierno pastoral.

Si esta es la realidad, ampliamente extendida  en la Iglesia, podemos, en efecto, preguntarnos ¿dónde están los cristianos? La respuesta     podría consistir en otra pregunta: Ah, ¿pero existen, en realidad? Si se toma conciencia clara  de la realidad, lo que debiera extrañarnos es que seamos tan ingenuos y torpes como para, encima, preguntárnoslo. Pregúntatelo, si así lo deseas. Pero, atrévete con la respuesta. Después, sé consecuente con ella.

Gregorio Delgado del Río

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