"Las reformas prioritarias en la Iglesia no son las estructurales, sino las personales" La llamada a favor del cambio

Papa Francisco
Papa Francisco

“Los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente” (Francisco)

Lo que pedía Juan XXIII era, precisamente, lo que tanto se echaba de menos en la realidad de la vida de la Iglesia: la armonización de la acción con el evangelio y con los signos de los tiempos. ¿Hasta cuándo hemos de esperar para interiorizar esta enseñanza?

El seguidor de Jesús no puede contentarse con llevar una vida anodina (cuatro rezos, obediencia y sumisión). Ha de intentar vivir como vivió Jesús.

Con total coherencia, Francisco proclamó esta idea de cambio de modo casi obsesivo. Las reformas prioritarias en la Iglesia no son las estructurales, sino las personales. 

Resta, pues, el coraje personal para amar, para creer, para poder ser fiel y así responder a la llamada en positivo con la propia vida.                                                                               

¡Ya era hora! Por fin, después de un ciclo tan decepcionante, en la vida de la Iglesia, como el experimentado a partir del Concilio Vaticano II, llegó de la pampa un Papa que, para sorpresa de muchos, prendió en el terrado una nueva luz, que habría de orientar, en lo sucesivo, el caminar por el mundo de los seguidores de Jesús.

Estas fueron sus palabras: “Los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente. Tenemos que cambiar firmes en la fe en Jesucristo, firmes en la verdad del Evangelio, pero nuestro obrar se debe mover continuamente  según  los signos de los tiempos” (Homilía, 23.10.2015). ¡Un rayo de esperanza iluminó el cielo eclesial!

Creemos. Crecemos. Contigo

Si “la realidad es superior a la idea” (EG, n.231), a nadie debería extrañar la llamada al cambio y a la conversión personal. Era pura coherencia con la verdad del evangelio, como ya subrayó el Papa bueno, Juan XXIII. No reclamaba meras palabras ni grandilocuentes documentos magisteriales. Lo que pedía era, precisamente, lo que tanto se echaba de menos en la realidad de la vida de la Iglesia: la armonización de la acción con el evangelio y con los signos de los tiempos  ¿Cómo, de otro modo, podemos preguntarnos, evangelizar con un mínimo de eficacia?  ¡Qué triste! Después de veinte siglos de existencia, todavía no  se había interiorizado que la atracción y  el crecimiento en el cristianismo se operan mediante el testimonio de vida. ¿Hasta cuándo hemos de esperar?

El seguidor de Jesús no puede contentarse con llevar una vida anodina, de simple observancia de unos ritos y celebraciones, de cuatro rezos y poco más, y de mucha obediencia y sumisión, al menos aparente. Ha de intentar vivir como Jesús. Ha de dar testimonio de aquello en lo que dice creer. Esto es lo que pidió Jesús al inicio mismo de su vida pública: ”El tiempo se ha cumplido: está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en la buena nueva” (Mc 1, 15).

Papa Francisco
Papa Francisco

Con total coherencia, Francisco proclamó esta idea de cambio de modo casi obsesivo. Las reformas prioritarias en la Iglesia no son las estructurales, sino las personales. Ante la cúpula de la Curia romana (21.12. 2019), dejó abierto un proceso de cambio al que todos fuimos llamados “porque no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época. Por tanto, estamos en uno de esos momentos en que los cambios no son más lineales, sino de profunda transformación; constituyen elecciones que transforman velozmente el modo de vivir, de interactuar, de comunicar y elaborar el pensamiento, de relacionarse entre las generaciones humanas, y de comprender y vivir la fe y la ciencia”.

Es más, fija la orientación del cambio mediante una cita de Newman, que dice así: “Aquí sobre la tierra vivir es cambiar, y la perfección es el resultado de muchas transformaciones”. Como también subrayó Francisco, para tan ilustre cardenal “el cambio era conversión, es decir, una transformación interior”. O, como entendió Papini, “es la renovación del hombre interior”.

Atesoramos la energía y la capacidad, don divino. Gozamos de la libertad de los hijos de Dios. Se nos ha marcado el camino a seguir. Resta, pues, el coraje personal para amar, para creer, para poder ser fiel y así responder a la llamada en positivo con la propia vida.                                                                               

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