"Separar, dividir, negar, destruir a quien no es ni piensa ni vive como nosotros" Un mundo dividido

Por un mundo más justo
Por un mundo más justo

¡Tú mismo! ¿Acaso no lo has advertido en este tiempo perdido con la excusa de formar un nuevo gobierno? Toda una inmensa mentira, consentida por casi todos, en la que la mayoría se ha deleitado para buscar el beneficio personal y partidista. ¡Vaya gente lleva mi carro!

Llevo ya bastantes años alertando sobre los peligros de una grave y malsana enfermedad que nos aqueja como pueblo. Ni acabamos de superar los dramas del pasado, ni tenemos un gran proyecto común que nos ilusione, ni explotamos las capacidades de entendimiento mutuo, ni salimos de la espiral de la intolerancia más radical, ni advertimos que cada vez nos reducen más los espacios de libertad y debate, etc., etcétera. Da la impresión que formamos un pueblo que disfruta con la práctica del ‘infernamiento’ del entorno: separar, dividir, negar, destruir a quien no es ni piensa ni vive como nosotros. ¡Una pena!

Me van a permitir transcribir unas reflexiones del chileno Axel Kaiser, una de las mentes más seductores de América Latina. Decía así en referencia a la situación, que padecemos, de modo habitual, en Occidente: 

“Si criticas la discriminación positiva, eres machista. Si no crees que los grupos LGTB tengan que recibir privilegios o ayudas especiales, eres homófobo. Si defiendes a los empresarios, eres un explotador. Si pides que la inmigración sea ordenada, eres xenófobo. Y así en todo. Nunca fue tan fácil que te llamen fascista.

A través del lenguaje, se pretende generar una nueva realidad y todo aquel que discrepa de este nuevo paradigma se enfrenta a esas descalificaciones y  auténticas campañas de desprestigio que aspiran al asesinato civil del disidente, a la destrucción de la reputación de toda persona que no comparta los postulados políticamente correctos. Toda opinión diferenciada de la retórica dominante queda calificada automáticamente como un postulado de ultraderecha. De ese modo la izquierda se ahorra la necesidad de debatir y se asegura la imposición de su agenda ideológica, alimentándose de un clima de miedo y censura” (El mundo).


Esta realidad podría multiplicarse y referirse a otros muchos aspectos del habitual debate social. Todos lo sabemos y muchos lo padecemos. La  profecía social de George Orwell ha dejado de ser una ficción y un puro producto de la imaginación. Aquella novela (‘1984’), publicada en 1949, conforma  plenamente nuestra realidad  actual, lo que dirige nuestras vidas y la que soportamos  a diario: lucha desmedida por el poder en beneficio propio, intentos eficaces de control de las conciencias y de la mente, intromisiones en la vida privada de los ciudadanos, limitaciones a la libertad y descalificaciones sectarias, control social  sobre todo lo que no sintonice con lo fijado como políticamente correcto. Todo un mundo real que atosiga al ciudadano libre y amante de la verdad. Todo un mundo real, impulsado por el poder establecido (sobre todo, por la izquierda política y mediática) con la complicidad  de ciudadanos inexpertos y sin saber calibrar lo mucho que está en juego. ¡Vaya panorama!


Lo verdaderamente grave de esta situación que nos asfixia radica, no obstante, en que actúa y se consolida, como he dicho, con la inadvertida complicidad de muchos. Lo presenciamos todos los días. No deseo excluir a nadie y menos a ninguna fuerza política. Parece como si, para la izquierda, no hubiese otra manera de hacer política que no fuese denigrar y destruir al contrario, que no fuese sobredimensionar sus defectos y errores, que no fuese descalificarlo  de todos los modos (haga una cosa o la contraria), que no fuese autoproclamándose de entrada como única poseedora de la verdad, de la ética y de todos las soluciones para la sociedad actual. ¡Qué trampa tan inmensa!

La solución reside en cada uno de nosotros. Hay que creer únicamente en sí mismo y en lo que se ha experimentado y verificado en la propia vida. Hay que atreverse a no hacer el juego a la clase política, aunque se anuncie como progresista, como portadora del cambio, como contraria a todo inmovilismo. Intentan engañar, mienten por sistema, sólo buscan obtener, como sea, el poder. Sólo pretenden crear una apariencia para que les creamos y les votemos. Lo demás no les importa. No tienen escrúpulo alguno en inventar la verdad, que dijo Machado.

¡Tú mismo! ¿Acaso no lo has advertido en este tiempo perdido con la excusa de formar un nuevo gobierno? Toda una inmensa mentira, consentida por casi todos, en la que la mayoría se ha deleitado para buscar el beneficio personal y partidista. ¡Vaya gente lleva mi carro!

Para los creyentes en Jesús, me permite recordarles unas palabras suyas: “Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir” (Mt 12,25).

Gregorio Delgado del Río

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