La cumbre antiabusos de febrero 2019 La realidad de lo que había ocurrido

El Papa Francisco cerró la cumbre antipederastia
El Papa Francisco cerró la cumbre antipederastia

"Los casos sobre abusos sexuales del clero eran noticia diaria. Abundaban las palabras y los mantras inútiles"

"La gente, en la sociedad civil y en la propia comunidad cristiana, ya estaba cansada y harta"

"Pero, la realidad consistía en que, a pesar de tantos lamentos, no se acababa de dar el paso a las medidas concretas y eficaces"

Para comprender la importancia del Encuentro episcopal, celebrado en Roma en febrero de 2019, me parece muy necesario tomar conciencia plena de lo que, en materia de abusos sexuales del clero, había ocurrido en la Iglesia en los últimos tiempos. No pretendo ser exhaustivo. Tampoco hace falta. Pero, sí, al menos, quiero recordar -y exponer brevemente- algunas de las manifestaciones más vergonzosamente contrarias al Evangelio que se habían reiterado por doquier.

Este propósito expositivo -tan criticado por miembros de grupos fundamentalistas que se consideran depositarios de la verdad en la Iglesia- fue confirmado por el Comité organizador del encuentro de febrero de 2019, en Carta de 18 de diciembre de 2018, al subrayar que “el primer paso debe ser reconocer la verdad de lo que ha sucedido”.

1.1. La abundancia de palabras inútiles

El papa Francisco ya había cumplido prácticamente seis años al frente de la nave de Pedro (13.03.2019). Los casos sobre abusos sexuales del clero eran noticia diaria. Abundaban las palabras y los mantras inútiles. La gente, en la sociedad civil y en la propia comunidad cristiana, ya estaba cansada y harta. Muchos discursos, muchas declaraciones, muchas homilías, muchas palabras. Pero, la realidad consistía en que, a pesar de tantos lamentos, no se acababa de dar el paso a las medidas concretas y eficaces. Todo el mundo se preguntaba qué estaba pasando. Si a nivel doctrinal, el papa Francisco había configurado una respuesta novedosa (esta realidad no se le puede regatear), ¿por qué no se era coherente y, de una vez por todas, se adoptaban las oportunas reformas legales, sustantivas y procesales, que pusiesen en marcha un proceso de solución? Ciertamente, el problema era muy complejo y cualquier cosa menos fácil. Pero, habría que iniciarlo. ¡La situación era de verdadero desconcierto!

Es más, en el ambiente flotaban ciertas dudas. Después de haber aprobado, en el seno del C-9, el Tribunal central único para que los obispos rindiesen cuentas por abuso de oficio (encubrimiento) y cuando se esperaba su puesta en marcha, el papa Francisco sorprendió hasta los más ingenuos al dar marcha atrás (desdecirse) de lo anterior y aprobar el m.p. Come una madre amorebole, el 4 de junio de 2016, por el que se optaba por el complejo e incontrolable sistema administrativo. ¡Un evidente paso en la mala dirección! ¿Qué había pasado? ¿Por qué ese cambió de criterio y de procedimiento? Todavía no se ha dado explicación razonable alguna, que merezca credibilidad y adhesión. ¡Los nubarrones se apoderaron del horizonte!

En este panorama de duda e incertidumbre, vino a ser completado por el cardenal Ladaria (Prefecto de la CDF), el día anterior a la recepción de los atributos cardenalicios. Nos obsequiaba con este hipócrita mensaje: "El hecho de que estos casos se estudien, se traten y se castigue debidamente a quien ha cometido este crimen es algo que nos interesa mucho también para la prevención y para que se vea que hay conciencia de este problema y que no se quiere cubrir" (1). Lo siento. En estas palabras, únicamente aprecio y veo pura demagogia. La misma de siempre. Se siguen manejando, casi exclusivamente, los típicos mantras al uso. Para este viaje, no hacían falta alforjas.

Cumbre antiabusos

Este severo juicio a la respuesta habitual de la Iglesia frente al abuso sexual del clero y la gestión del mismo no es cosa personal de quien lo formula. La ECA (Ending Clergy Abuse) lo ha recordado y subrayado con insistencia: sobran las palabras (2). Todo el mundo pensaba lo mismo. Era urgente dar paso a los hechos, fuese quien fuese quien protagonizase la conducta de abuso  y era igualmente urgente “reparar el daño causado” (indemnizar a las víctimas y sus familiares). Permanecer impávidos ante lo que ocurría, arruinaba la confianza en la propia Iglesia e, incluso, se estaba volviendo hacia el mismo papa Francisco. Ya había pasado el tiempo de  pedir perdón. Ahora se deseaba que llegase el tiempo de los hechos, de hacer lo necesario (incluida la reparación del daño causado a las víctimas) para sancionar ciertas conductas e incluso a quienes las habían encubierto. Lo demás –lo diga quien lo diga- sobraba porque no era creíble y no demostraba arrepentimiento sincero. ¿Tan difícil era aceptar, en la Iglesia, la lógica de las cosas? La gente, el creyente, estaba ya cansado y harto de lo mismo: palabras y palabras. Quería otra cosa.

En estos seis años pilotando la nave de Pedro, Francisco no terminaba de arreglar las cosas ni impulsaba nada realmente diferente, al menos a nivel organizativo ni normativo. ¿Por qué no se avanzaba (de verdad y en serio) en las reformas necesarias a partir del pronunciamiento de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda (19 de marzo 2010)?  No servía como respuesta válida que todavía seguían paralizados (ciegos) como consecuencia del impacto originado por ‘la gran tormenta mediática’ de la denuncia de los abusos en la Iglesia. ¡Cuánta hipocresía! ¿Qué estaba pasando o hasta dónde se extendía la mancha para que, a pesar de la renuncia de Benedicto XVI y del nuevo impulso que suponía su Sucesor, no se acababa de tomar el toro por los cuernos? ¿Qué tenía que pasar o descubrirse todavía para que se produjese la reacción que se esperaba y era exigible?

Si de verdad se pretendía, por el papa Francisco, por la CDF, por los obispos y por otros órganos de gobierno en la Iglesia, como dijo en su momento el cardenal Ladaria, hacer ver al pueblo de Dios y la sociedad entera que “hay conciencia del problema”, hemos de responder con energía que, si nos atenemos a la medidas adoptadas a lo largo de estos casi seis últimos años, no lo parecía o estaban fracasando en el intento. ¡Solo faltaba que no tuvieran conciencia del problema con la que había caído y todavía podía seguir cayendo! ¿Qué es lo que impedía una reacción coherente?

Desde luego, era obvio que no se estaba actuando en la dirección debida. Parecía que estaban olvidando que siempre se ha entendido que el movimiento se demuestra andando. Tener conciencia de un problema (máxime si pone en jaque la credibilidad de la Iglesia y tira por tierra el testimonio evangélico) reclama necesariamente la realización de actuaciones concretas de diferente orden (hechos), encaminadas a poner fin al mismo en todas sus dimensiones y perspectivas. ¿Cuánto tiempo tenía que pasar en la misma situación para que, por fin, reaccionasen como es debido? ¿Qué se ha hecho (por mencionar unas fechas a título ilustrativo) en los últimos diez años  al respecto? ¿Era inútil esperar algo diferente a las meras palabras y a los consabidos mantras?  ¿Acaso se esperaba que escampase el panorama? ¿A qué estaban esperando? ¡Hechos, no palabras!

La gente ya estaba cansada de tantas palabras. Si no van acompañadas de hechos (reformas y su efectiva aplicación) no son creíbles. Ya no se engañaba a la gente. Estaban agotando su tiempo. Si no les era posible, si las resistencias del sistema era insuperables, ¿por qué se guardaba un silencio, que cada día que pasaba les hacia a todos más cómplices? Sabían lo que había que hacer: Hechos (reformas), no palabras. ¿Cuál era el problema: no poder o no querer? El propio primer Ministro irlandés, Leo Varadkar, se lo recordó a Francisco en el último viaje a Irlanda: “Actualmente debemos asegurarnos de que las palabras vayan seguidas de acciones" (3). Sin duda. También en la Iglesia.

Cumbre papal antiabusos

Las cosas, como he dicho en la presentación general, habían llegado a un punto sin retorno posible. Las complicidades se iban extendiendo. Cada día era más difícil engañar a la gente. Al final, todo se sabría. “Pues nada hay oculto que no haya de descubrirse ni secreto que no hay de conocerse y salir a luz” (Lc 8, 17). ¿Por qué se tardaba tanto en dar un paso al frente? Tenía que haber una reacción en positivo. Si se seguía con la misma actitud, la gente empezaría a dudar del mismo papa Francisco.

Por muchas vueltas que se den, no se acaba de entender cómo se pudo pensar que todo se arreglaba con meras palabras (mantras inútiles), vacías de contenido, no seguidas de hechos (normas) que introdujesen las reformas necesarias y abriesen de verdad un proceso en la dirección predicada por Francisco. ¡Hay que ser muy ingenuo o creerse muy superior a los demás! En éstas se ha permanecido durante demasiado tiempo (casi seis años), después de explotar la gran tormenta mediática.

1.<https://www.diariodemallorca.es/mallorca/2018/06/28/ladaria-hoy-sera-cardenal-carga/1326427.html>.

2. Cfr., por ejemplo, <https://www.eldiario.es/autores/jesus_bastante/> y <http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2018/07/05/victimas-de-la-pederastia-clerical-de-todo-el-mundo-exigen-al-papa-que-pase-de-las-palabras-a-los-hechos-religion-iglesia-eca-hurtado-athie-saunders-abusos-tolerancia-cero.shtml>. Más información acerca del posicionamiento de la ECA (Ending Clergy Abuse) puede obtenerse a través de la consulta en cualquier portal de internet.

3.<http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2018/08/25/el-primer-ministro-irlandes-pide-al-papa-que-se-haga-justicia-con-las-victimas-de-abuso-en-todo-el-mundo-religion-iglesia-irlanda-arbol-francisco-dublin.shtml>.

Vaticano anochecer

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