"Todo es opinión. Los hechos no son importantes. El mundo al revés" El virus de Nietzsche

El virus de Nietzsche
El virus de Nietzsche

"A la Iglesia, al menos no en tiempos demasiado lejanos, parecía importarle prioritariamente la opinión del mundo sobre ella. Los hechos quedaban en segundo plano. Si era preciso, para salvar la opinión, éstos se negaban o se ocultaban"

"Si en algo se ha cebado y manifestado en la vida de la Iglesia este mortífero virus (opinión v. hechos) ha sido en relación con el abuso clerical frente a menores. Se llegó a patrocinar una nueva normalidad: ocultar y negar los hechos"

"El problema, en mi opinión, es de fondo, estructural, de entendimiento de lo que supone seguir a Jesús, de modo de concebir (poder v. servicio) la función de la Jerarquía en la Iglesia, de modo de entender el cristianismo como religión de creencias, de valorar la marginación efectiva del Evangelio que todo ello conlleva"

"Con el m.p. Come una madre amorevole (4.06.2016) se volvió al ineficaz procedimiento administrativo. En realidad, todo quedó como estaba"

"El Sínodo de febrero de 2019 -la solución ideada-, en paralelo con la acertada orientación doctrinal de Francisco, demostró, una vez más, que no se quiso o no se pudo extirpar el virus de Nietzsche del cuerpo eclesial. Éste seguía activo. Se sigue esclavos de la opinión"

"Se impulsó, en definitiva, una respuesta al problema inadecuada para atajar los hechos. Para mí, lo único verdaderamente importante. Todo lo demás se ha insertar en el terreno de la ideología, del virus de Nietzsche. No responde al espíritu evangélico"

"Si ahora giramos la vista hacía la Conferencia episcopal española, lo mejor, amigo Lorenzo, sería correr un tupido velo. Su incomprensible actitud es un secreto a voces. Y, por si fuera poco, está lastrada por sus escandalosas divisiones internas, fomentadas, para más inri, desde ideológicas posiciones en ciertos medios de comunicación"

Al decir de Gerald Holton, heredero de Albert Einstein, “en la civilización occidental sufrimos un virus que a veces tiene rebrotes. Yo lo llamo el virus de Nietzsche: Todo es una opinión. Los hechos no son importantes. La opinión del corazón es más importante que la opinión de la razón”. Cierto. El mundo al revés. El posmodernismo en plena vigencia en la cultura occidental actual.

La Iglesia, por contradictorio que parezca, que tanto ha luchado contra la modernidad, lleva, en los últimos tiempos, apareciendo como si fuese esclava de la posmodernidad y, por tanto, agarrada, como a un clavo ardiendo, a la opinión que el mundo tenga sobre ella. En realidad, ya Gregorio VII recordaba a Hugues de Die, legado pontificio, en Carta de 9 de marzo de 1078, que la costumbre romana consistía ‘en tolerar algunas cosas y en silenciar otras’.

Esta vieja costumbre romana y la perspectiva que entraña parece que ha sido la guía de toda su actuación, al menos en torno a esta cuestión de los abusos sexuales del clero. No le ha importado, para salvar la opinión sobre ella, negar u ocultar los hechos. Éstos, a tenor de cómo actuaba, ya no parecían importarle. Nada nuevo ni nada que me invente. Basta con seguir el magisterio ordinario de Francisco.

Protestas abusos en la Iglesia
Protestas abusos en la Iglesia

Hace unos días leí las atinadas reflexiones de José Lorenzo en su Blog en RD a propósito de la ‘Jornada antiabusos en Añastro: un ejercicio de trasparencia cero’. No merece la pena inquietarse. Tampoco se pueden pedir peras al olmo. Ya se sabe lo que dan de si los obispos en España.

El problema, en mi opinión, estimado Lorenzo, es de fondo, estructural, de entendimiento de lo que supone seguir a Jesús, de modo de concebir (poder v. servicio) la función de la Jerarquía en la Iglesia, de modo de entender el cristianismo como religión de creencias, de valorar la marginación efectiva del Evangelio que todo ello conlleva. Como estas cuestiones esenciales siguen sin aclararse, todo lo demás se resiente, se adultera y se aleja de la objetividad y del espíritu evangélico, que pide hechos y cosas concretas, vida.

Si ha habido alguna cuestión en la vida de la Iglesia en la que este mortífero virus se ha cebado y manifestado, con singular virulencia, ha sido la del abuso clerical frente a menores. El mayor escandalo y contra testimonio protagonizado por la Iglesia jerárquica. Y todo por conservar y cuidar la imagen y la opinión sobre sí misma. Se llegó a patrocinar una nueva normalidad: ocultar y negar los hechos. Pura ideología.

Sínodo
Sínodo

El Sínodo de febrero de 2019 -la solución ideada-, en paralelo con la acertada orientación doctrinal de Francisco, demostró, una vez más, que, a la hora de la verdad, no se quiso o no se pudo extirpar el virus de Nietzsche del cuerpo eclesial y que seguía vigente la vieja costumbre romana. Ambos seguían activos. Abundó en demasía el adoctrinamiento, el maquillaje del pasado, la muy escasa intervención de los participantes y la ausencia de algunas medidas, claras e inequívocas, contundentes, que lanzaran al mundo un mensaje diferente y creíble sobre la voluntad de futuro. Se perdió la oportunidad. Y ahí seguimos esclavos de la opinión y del silencio.

Nunca se ha explicado el por qué, cuando ya se había decidido, con la aprobación papal, en el seno del Consejo de cardenales para la reforma de la Curia, la creación de un Tribunal único para juzgar a los obispos encubridores, éste acuerdo no se desarrolló y se abandonó definitivamente la idea. Se volvió, de modo sorpresivo, con el m.p. Come una madre amorevole (4-06-2016), al ineficaz procedimiento administrativo. En realidad, todo quedó como estaba. Error manifiesto que no se quiso corregir en el Sínodo de febrero de 2019. Mucho mantra y mucha palabrería. Pero lo cierto es que no se tuvo el coraje de coger el toro por los cuernos. Se impuso el mortífero virus y la costumbre del silencio. A partir de entonces, impera, como era lógico suponer, la falta manifiesta de trasparencia sobre tan importante cuestión a la hora de recuperar la credibilidad perdida.

Libro
Libro

No deseo alargarme en la valoración crítica de la solución ideada y celebrada en Roma en febrero de 2019. Ya lo hice con La verdad silenciada, ed. Caligrama, Sevilla 2020. Fue una pena. No respondió a la expectativas creadas. Impulsó, en definitiva, una respuesta al problema inadecuada para atajar los hechos, que era, en realidad, de lo que se debió tratar. Desde mi perspectiva y experiencia, lo único verdaderamente importante. Todo lo demás se ha insertar en el terreno de la ideología, del virus de Nietzsche y de la vieja costumbre romana de silenciar ciertas cosas. No merece la pena darle más vueltas.

Si ahora giramos la vista hacía la Conferencia episcopal española, lo mejor, amigo Lorenzo, sería correr un tupido velo. El Sínodo romano le vino como anillo al dedo. Es un secreto a voces cuál ha sido, históricamente, su actitud, claramente incomprensible, alejada del signo de los tiempos y, por supuesto, no coherente con el Evangelio. Así lo fue con la anterior presidencia y lo sigue siendo con la actual. Y, por si fuera poco, está lastrada por sus escandalosas divisiones internas, fomentadas, para más inri, desde ideológicas posiciones en medios de comunicación, que todos conocemos. Por tanto, sin remedio, de momento.

Primero, Religión Digital

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