En la presentación de 'Cuaderno de Emaús': “Quiero una iglesia como la tuya, Ángel, para mantenerla abierta permanentemente” En su camino de Emaús, el cura Lezama vuelve a su particular Jerusalén madrileña

En su camino de Emaús, el cura Lezama vuelve a su particular Jerusalén madrileña
En su camino de Emaús, el cura Lezama vuelve a su particular Jerusalén madrileña

Carlos Osoro: “Luis siempre fue partidario de una Iglesia que se mancha los pies en el barro de la vida”

Miguel Ángel Aguilar: “¿Por qué los curas no se limitan en sus sermones al Evangelio?”

Volvió a donde solía. Para la presentación de su libro 'Cuaderno de Emaús', Luis Lezama regresó al aula magna del seminario conciliar de Madrid. Después de recorrer medio mundo y fundar un imperio gastronómico-educativo, el cura-restaurador regresó al lugar de su primer amor, para 'bautizar' su penúltimo libro y confesar públicamente su amor por el Jesús que le sedujo aquí mismo, hace más de 60 años.

Para bautizar su penúltimo libro, además de elegir bien el lugar, se rodeó de dos buenos amigos: el periodista Miguel Ángel Aguilar y el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, acompañados del editor, Pedro Miguel García.

En su recorrido vital de ida camino de Emaús, el primero de los padrinos que apareció en su vida fue el prestigioso periodista, con el que, durante años, participó en una tertulia, dirigida por el fallecido Luis Carandell y que tenía su sede en la Taberna del Alabardero, uno de los más famosos restaurantes del cura Lezama.

Allí, los famosos tertulianos abordaban lo divino y, sobre todo, lo humano, y llegaron a crear el premio 'Tonto del año', que concedieron, entre otros, a Luis Solana, Mariano Rubio o al Duque de. Alba. Y allí estaba ya el cura, aportando su visión mística de la vida y acompañando a los periodistas. Para lo bueno (bodas, bautizos y comuniones) y para lo malo (entierros).

Último libro de Luis Lezama

"Malestar con la jerarquía que se aparta del Evangelio"

Aguilar comenzó confesando que había presentado muchos libros durante su vida “sin haberlos leído, pero éste, sí”. Y fue comentando, desde el principio al final, sus subrayados a las ideas y experiencias de Lezama. Para comenzar, aseguró que no es “muy aficionado a esto de la Iglesia, pero tampoco me molesta”.

Y, ya metido, en harina, el periodista aseguró que lo que más le gusta de la Iglesia es el Evangelio sine glosa. “¿Por qué los curas no se limitan en sus sermones al Evangelio? Escucharlo todavía me emociona, pero sin que el cura lo desfigure”. A su juicio, en ese buscar lo esencial coincide con su amigo Lezama que, en su libro, muestra “su malestar con la jerarquía que se aparta del Evangelio”.

Y es que, según Aguilar, el poder, tanto civil como eclesiástico, “siembra miedo, para poder cosechar sumisión”. Y volvió a reivindicar una Iglesia “como buena nueva evangélica, en estos momentos de fake news”. Y, quizás por eso, reivindicó también el Padrenuestro de toda la vida, el del “perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, en vez del “perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

Luis Lezama

Miguel Ángel Aguilar terminó recomendando un librito, titulado 'El retorno de la religión, una conversación', que presenta el diálogo entre el filósofo Peter Sloterdijk y el teólogo y cardenal de la Iglesia, Walter Kasper. En él, los dos prestigiosos conversadores llegan a la conclusión, según el periodista, de que “los monoteísmos han generado violencia, pero se puede lograr un uso pacífico de los mismos”.

"Fe, optimismo existencial y humildad"

Carlos Osoro también entró pronto en el recorrido vital de Luis Lezama, cuando éste, joven sacerdote, actuaba de 'telonero' del entonces vicario general de Santander, en charlas que daban por diversas diócesis del país.

El cardenal de Madrid describió a su amigo cura con estas tres notas: “Fe, optimismo existencial y humildad”. Por eso, a su juicio, siempre fue un sacerdote encarnado y “partidario de una Iglesia que se mancha los pies en el barro de la vida”. Y quizás también por eso, su libro es, según el arzobispo de Madrid, “un canto a la esperanza fraguada en la vida”.

Con un aula magna de su seminario repleta de su gente, Lezama estaba visiblemente emocionado, al presentar su libro. Porque, como le confesó al editor del mismo, “en él vuelco mi alma y mi visón de la Iglesia, sin callarme nada”.

Presentación del libro de Lezama
Presentación del libro de Lezama

"Éste es mi hogar"

Comenzó recordando que había querido volver a su punto de partida, al seminario, donde pasó en “8 años estudiando y 8 años de formador”. Por eso, “éste es mi hogar”. Un hogar del que salió en 1962, camino de Chinchón, para regresar en el 65 a San Carlos Borromeo en Vallecas. “Allí, en aquel barrio siempre lleno de barro, hice un master en pobres, que me marcó para siempre”.

Y, desde allí, con su master en pobrerío a cuestas, continuó su periplo sacerdotal por Carabaña, a donde le mandó el cardenal Tarancón “porque el cura se había fugado con la telefonista del pueblo”. Allí, precisamente, recibió la visita del cardenal de la Transición, que “apareció sin avisar y nos fuimos a tomar un chocolate con churros con el alcalde comunista del pueblo”.

Y, desde Carabaña, Lezama pasó a la suplencia. Es decir, a dedicarse a fundar su imperio gastronómico, sin dejar por eso de suplir a los compañeros en misas, bautizos, comuniones y entierros, cuando se lo solicitaba.

Su imperio gastronómico tiene hoy 35 restaurantes, cinco escuelas de hostelería y un colegio puntero en el barrio madrileño de Montecarmelo

Porque, ya de regreso a la labor pastoral más directa, le pidió al cardenal Suquía, en 2005, que lo mandase a una parroquia y el entonces arzobispo madrileño le encomendó una de nueva creación, la del barrio de Montecarmelo. Y allí llegó y, en pocos años, levantó una parroquia y un colegio, que son el orgullo de la zona.

Tras explicar su peculiar camino de Emaús, el cura quizo hacer un canto a tantos sacerdotes diocesanos, que son “la marca blanca del clero” y, acompañado por un violonchelo, recitó, con su voz todavía clara y potente, un precioso poema al cura diocesano, que “tiene su templo, la casa de Dios, en medio de las casas”.

Aguilar, Osoro, Lezama y Pedro Miguel
Aguilar, Osoro, Lezama y Pedro Miguel

"Un sacerdote no debería jubilarse nunca"

Port último, al glosar su etapa actual sacerdotal de cura, reconoció que el sacerdote “no debería jubilarse nunca, porque el cura jubilado es como un marido sin esposa”. Por eso, ahora que está jubilado, quiere ser como el Padre Ángel, que también estaba en la presentación del libro. “Quiero abrir una iglesia como la tuya, Ángel, para mantenerla abierta permanentemente. A lo mejor, le pido una por el centro, cardenal, porque en Santa María la Blanca ya sobro, Y así podré seguir siendo cura a tiempo completo”.

El acto terminó con una sentida ovación y una bellísima sonata, compuesta y dirigida por José Luis Alonso, que llenó de sosiego el alma de los presentes, a pesar de ser una pieza “muy marcada y ritmada”. Porque caminar exige ritmo y cadencia. Sobre todo, cuando, desesperanzados vamos en dirección a Emaús. Porque, de vuelta a Jerusalén, los pies se mueven solos, en busca de ese Jesús, al que el cura Lezama sigue diciendo: “te quiero”.

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