El sacerdote publica 'Aunque las piedras callasen' (Khaf), 150 salmos llenos de vida y Amor Santos Urías: "La calle es un cántico nuevo lleno de risas, llanto, danzas y pasión"

Santos Urías
Santos Urías J. Lorenzo

"El haber hecho el ejercicio de ponerme en la piel de 150 personas y elevar una oración como si ellos la hicieran, ciertamente, tiene algo de esa búsqueda mística y cotidiana"

"Este libro ha sido un pequeño ejercicio de transcendencia. Algo así como una forma de decir: la necesidad de dirigirse a Dios, de invocarle, de quejarse, de suplicarle, de agradecerle, sigue teniendo una fuerza y una actualidad impresionante. Lo que es más profundo, y también lo que está más a flor de piel, conecta con una espiritualidad muy presente también en este tercer milenio"

"Hay una profunda búsqueda de sentido, una necesidad de conectar con lo que hay de verdadero en el ser humano. A veces se rechazan formas institucionales pero la sed existe"

Acompañar a Santos Urías por el madrileño barrio de Lavapiés, donde está enclavada su parroquia de San Millán y San Cayetano, es ir tropezándose con algunos de los salmos vivientes que él ha dejado consignados con delicada voz poética en 'Aunque las piedras callasen' (Khaf).

El enclave podría servir para que no pocos se reguardasen tras los muros, pero la parroquia se ha convertido en un hermoso exponente de esa periferia que lleva, aun desde el mismísimo centro de la ciudad, a transitar caminos inexplorados, polvorientos y fatigosos, pero llenos de vida asomando a sus bordes. La que se recrea en estas páginas de salmista enamorado.

Alguien que escribe salmos a principios del tercer milenio, ¿qué es y qué busca

Para mí este libro ha sido un pequeño ejercicio de transcendencia. Algo así como una forma de decir: la necesidad de dirigirse a Dios, de invocarle, de quejarse, de suplicarle, de agradecerle, sigue teniendo una fuerza y una actualidad impresionante. Lo que es más profundo, y también lo que está más a flor de piel, conecta con una espiritualidad muy presente también en este tercer milenio.

Estos 150 salmos hablan de gente de carne y hueso. ¿Es la mística de lo cotidiano?

Se podría llamar así. A mí, personalmente, me ayuda intentar mirar con los ojos de Dios. El haber hecho el ejercicio de ponerme en la piel de 150 personas y elevar una oración como si ellos la hicieran, ciertamente, tiene algo de esa búsqueda mística y cotidiana.

Santos Urías frente a su parroquia madrileña
Santos Urías frente a su parroquia madrileña J. L.

¿Está para mística, místicos y misticismos el siglo XXI? 

Ya lo dijeron Malraux y Rahner: el siglo XXI será místico o no será. Hay una profunda búsqueda de sentido, una necesidad de conectar con lo que hay de verdadero en el ser humano. A veces se rechazan formas institucionales pero la sed existe.  

Este libro desnuda la pobreza de los pobres y nos ofrece la riqueza que traen de serie. ¿Es difícil llegar hasta esa capa? ¿Qué ve allí?

Se lo escuche una vez al jesuita Adolfo Chercoles: la debilidad, la pobreza, la humildad, nos iguala. Saber mirar desde abajo. Al fin es contemplar tus pobrezas para transformarlas en oportunidad. Y lo mismo con aquellos con los que compartes camino: hacer de lo pequeño, de lo débil, ocasión para la vida.

Con sus ojos, el enfoque sobre lo bueno y lo malo, sobre lo aceptable e inaceptable, cambia de coordenadas. ¿Cómo se llega a esa visión, a esa nueva forma de mirar?

Intento mirar como creo que Jesús miraría. Los apriorismos, los juicios, lo bueno y lo malo, en Jesús queda supeditado a una misericordia y un amor que transforma. Es él el que puede enseñarnos a tener esa visión. 

Santos Urías
Santos Urías J.L.

¿Cómo sobrevive un místico como usted en una Iglesia que tiene a no pocos hijos rezando para que este Papa tenga un cáncer? ¿Están faltos de mística quienes empeñan sus oraciones en ese deseo?

Creo que rezar, vivir la eucaristía, confesarse, participar de los instrumentos que la iglesia pone a nuestro alcance, sólo tiene sentido si es para amar más, para comprender mejor y para vivir con la humildad del que lavó los pies a sus discípulos. Los que “rezan” por aquello que engendra odio, criticas despiadas, actitudes de soberbia o con tintes farisaicos, tendrán que ver donde se sitúan, pero no parece ni muy místico, ni muy cristiano y, por supuesto, nada católico.

¿Cómo se le ‘presentan’ estos salmos? ¿De dónde mana la fuente?

Estos salmos son rostros concretos, historias compartidas, desde lo más cotidiano a momentos de una especial hondura. Es para mi un regalo poder tener tantos encuentros que se transfiguran y te permiten tocar el alma, y luego poder narrarlos desde el corazón.

¿Cuál ha sido el salmo que más se le ha resistido, y cuál el que más le ha dolido escribir?

Realmente no ha habido ningún salmo que especialmente se me resistiera. Cuando ves que hay algo o “alguien” que contar, el manantial fluye. Es como un ejercicio de empatía que te hace comprender mejor, amar más. El que más me ha dolido es el que dedico en mi propio nombre, hay uno, pero no diré cual.

Dice que este libro es “una deuda de amor”. ¿Por qué?

Intento aprender de lo que la vida te va mostrando. El sufrimiento, las alegrías, el pecado propio y ajeno, las luchas interiores, el amor que recibes y compartes, el daño que, a veces, causas. Todo ello me hace sentir que tengo una deuda de amor y que, en cierta manera, este libro quiere saldarla.

Santos Urías en una calle de Lavapiés
Santos Urías en una calle de Lavapiés

¿Le enseña la calle a rezar con cánticos nuevos? 

La calle es el alma de la ciudad. Se puede ir como “vaca por el prado”, sin prestar atención a nada, o educar la mirada para despertar los sentidos. Jesús miraba a los ojos, se acercaba, suscitaba preguntas, se hacía compañero, compartía la mesa, ayudaba a sanar, buscaba un lugar apartado: agradecía tanta gracia derramada. Sí, la calle es un cántico nuevo lleno de risas, de llanto, de danzas y de pasión.

En sus salmos aparecen muchas mujeres. ¿Salda deudas o es cuestión de justicia?

Ellas son también cántico nuevo. Siempre ha existido un marcado rostro femenino en mi historia y en mi vida. Nunca me he planteado “cuotas”, creo que ocupan el lugar, más que de justicia, el que han ido abriéndose a mi alrededor y en mí a través de su fuerza y su ternura.

Aunque las piedras callasen
Aunque las piedras callasen

Dios, en su libro, sabe a chocolatina o a empanadilla. ¿Por qué algunos, muy golosos, siguen sin querer acercarse a probarlo?

Quizás se han encontrado con un lado amargo de la experiencia de Dios. Otros han creado sus corazas para no mirar hacia el cielo. Tal vez se trata de seguir probando, de cerrar los ojos y dejar que te invada algo nuevo y diferente, con sabor a chocolatina o empanadilla. Cada uno tiene, tenemos, nuestro momento.

¿No tiene miedo a que se le enfaden aquellos que tienen reparo en tocarlo siquiera con la mano?

Seguramente es otra coraza. Es no alcanzar a entender al Jesús que tocaba al leproso; que se detenía ante el desahuciado al borde del camino; que miraba al recaudador de impuestos y comía con él; que se inclinaba ante la pecadora pública sin juzgarla. Algunos se enfadaban con Jesús, no entendían. Si estos se enfadan hoy por estos humildes salmos, que yo he parafraseado, probablemente no han entendido su razón. Pero yo invito a que cada persona busque el suyo. Ha sido una de las experiencias más bonitas que me traído este libro. Amigas, conocidos, me escribían diciendo: “este es mío”, y desde ese momento era suyo. ¿Qué más se puede pedir?

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