Anuncio y celebro 'La Misa en 30 palabras', nuevo libro de Ediciones Paulinas Misas sin misales

Misa
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"Los cambios –mudanzas, alteración en la apariencia física o moral- o 'conversión' en algo distinto u opuesto, son buenos. Muy buenos. En la Iglesia, diríase que esenciales"

"Y una de las esferas eclesiales es la que en mayor proporción se relaciona con la liturgia. En el esquema de nuestras misas falta teología. Y pedagogía. Y adecuación a nuestros tiempos"

"Las misas el día de mañana habrán de programarse de otra manera… ¿Qué ello supondrá la vuelta a las celebraciones-misas domésticas en familia y entre amigos, tal y como acontecía en los tiempos primeros? Pues sí. Este es el futuro"

"Anuncio y celebro la aparición del nuevo libro de Ediciones Paulinas con el título de 'La Misa en 30 palabras', en su colección Candil encendido, de son autores Andrea Grillo y y Daniela Conti"

Los cambios –“mudanzas, alteración en la apariencia física o moral,”- o “conversión” en algo distinto u opuesto, son buenos. Muy buenos. En la Iglesia, diríase que esenciales. El eslogan penitencial de “Eclessia semper reformanda” habrá de acompañar a la institución, a sus clérigos, laicos y laicas, a perpetuidad y en sintonía sagrada con los tiempos para los que pretende ser reglamento de redención, de resurrección y de vida. Sin cambios no hay Iglesia, o esta no es la verdadera.

Y una de las esferas eclesiales es la que en mayor proporción se relaciona con la liturgia y esta, a partes iguales, en su proyección directa con Dios y con la comunidad -convivencia- “Comunión”- entre los seres humanos y con toda la obra creada por Él y re-recreada por nosotros. Además de espejo de los cambios, o de las desidias y reverenciales perezas, la liturgia es -debiera ser- catequesis y epítime de introducción y desarrollo de la auténtica fe.

Como la misa es -y será- centro y eje de esa fe, mi reflexión se concreta hoy en su entorno, iniciando este prefacio con la loa y el reconocimiento- “¡santo , santo” , dejando sin citar en esta ocasión al “Señor de los Ejército¡”, de cuantos papas intervinieran de alguna manera en la redacción, confección y promoción de los “Órdines orationis” -misales-, que a lo largo de la historia orientaron e impusieron las formas y fórmulas “oficiales” ortodoxamente religiosas y además “católicas, apostólicas y romanas”, sin más opción que la reverencial aceptación, además en latín y solo en latín, con la admonición del anatema en el caso hipotético, de rebeldía o discusión.

En el esquema de nuestras misas falta teología. Y pedagogía. Y adecuación a nuestros tiempos en sus planteamientos, símbolos, palabras y gestos. De la mayoría de ellos, están escandalosa y contradictoriamente ausentes la participación de los laicos y laicas. Es y se nos presenta como “palabra de Dios” y la obra por excelencia de la Iglesia, solo o fundamentalmente como “cosa” de obispos y curas y más cuando los primeros intervienen y actúan con atuendos específicamente episcopales. Las misas, sobre todo las catalogadas “oficialmente” como “misas solemnes”, difícilmente serían reconocidas como tales por el mismo Jesús, por su Madre, y sus apóstoles, amigos y amigas.

A las misas les sobran espectacularidad e incensarios. Misterios, lejanía y no pocas lecturas de textos periclitados ya, sin sentido, sin contenido o con este, totalmente adverso, que se pretende justificar con aquello de que “eran otros tiempos y otros lugares”. Sobran sermones y faltan homilías, es decir, charlas entre amigos, en las que sistemáticamente ha de imperar el lenguaje doctoral de los celebrantes -clérigos y obispos varones-, con los párrafos infinitos de prédicas y sermones incriminatorios o represivos. Las “homilías” - “charlas entre amigos”- dejan automáticamente de serlo, desde los púlpitos - y más con báculo y mitra.

El sentido de comunidad y familia apenas si se percibe en las misas, y menos en las más solemnes. En las misas y después, se sigue siendo tan amigos o enemigos, exactamente lo mismo que antes del introito y de los “por mi culpa, por mi grandísima culpa”, una y otra vez recitados, con los correspondientes y sonoros golpes de pecho. El beso no es beso en las misas. Ni el abrazo, abrazo. Basta y sobra con ver cómo se besan y abrazan los señores obispos entre sí, con absoluta carencia de contenido familiar y, por tanto, sin religiosidad alguna. A las misas, y más a las solemnes, hay que despojarlas de cualquier aditamento propio de la función o del espectáculo.

Por imposiciones y exigencias de los libros litúrgicos oficiales “misales”- las mujeres, por mujeres, están de más en la Iglesia. Pintan muy poco. Nada, en relación con el protagonismo en los actos de culto que acaparan para sí los reverendísimos e ilustrísimos varones, sin argumentos que lo justifiquen con seriedad y evangelio. Las mujeres en misa, todavía y por muchos más años, -tal y como se ponen las cosas-, sirven para servir -servidumbre- y ya está. Y quien no esté de acuerdo, que se cambie de Iglesia y además, y si quiere casarse, que se case. No hay más opción, con el convencimiento además de que si todo ello lo piensa y ejecuta en latín, mejor que mejor.

Las misas-misas el día de mañana -es decir, ya- habrán de programarse de otra manera y no precisamente como imponen los actuales misales. Se parecerán más a las “celebradas” por Jesús y sus amigos. El pan, será más pan, el vino más vino, y más besos y abrazos los besos y abrazos, formando todo ello un conjunto –“misión”- que no terminará con el finiquito de “podéis ir en paz”, sino con el “ahora, al acabarse la ceremonia, es cuando de verdad comienza a ser misa la misa”-.

¿Qué ello supondrá la vuelta a las celebraciones-misas domésticas en familia y entre amigos, tal y como acontecía en los tiempos primeros? Pues sí. Este es el futuro, con todas sus consecuencias, sin misales y fiándose mucho más del Espíritu Santo, que no tiene por qué, ni quiere, relacionarse sempiternamente con los olores del incienso, los ritos y las ceremonias.

NOTA: Redactado este artículo, anuncio y celebro la aparición del nuevo libro de “Ediciones Paulinas” con el título de “La Misa en 30 palabras”, en su colección “Candil encendido”. De su texto -198 páginas – son autores Andrea Grillo, profesor de Teología de los Sacramentos en el Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma y Daniela Conti, profesora de Religión de la Escuela de Secundaria, de la provincia italiana de Verona. Las bellas, sugerentes y pedagógicas ilustraciones las firma Luca Palazzi.

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