La aparición de la Virgen al Apóstol, según 'Santiago en el fin del mundo' "Plantaste una semilla que durará milenios, Santiago"

Aparición de la Virgen a Santiago Apóstol en Zaragoza
Aparición de la Virgen a Santiago Apóstol en Zaragoza

"Tus amigos quedarán aquí, y en torno a este pilar construirán un templo para recordar nuestro paso por estas tierras. hacedlo sencillo, no tengas en cuenta mi aspecto, sigo siendo la misma mujer que zurce las ropas de tu hermano Juan. Que no se me rinda culto a mí, sino a mi Hijo, no dejes que nadie nos confunda"

"Tu trabajo ha concluido, Jacob. Regresa a Jerusalén, y no temas. Volverás a ser el Hijo del Trueno, el hombre que arrastraba a las masas con su pasión. Yo te bendigo, Jacob: que las estrellas te iluminen, y guarden a las generaciones que acudan a estas tierras en tu memoria. No te perderás en el olvido, te lo prometo"

En manos de Dios. Y el momento de volver a partir, juntos, el pan, junto a aquella piedra que se convertiría (después se lo revelaría) en el primer templo asentado, y con culto diario, que hubo en Hispania entre los cristianos

Revive la historia en 'Santiago en el fin del mundo'

Una completa oscuridad. Un fogonazo de luz. Una figura que desciende, lentamente, y se coloca al otro lado del río. Atanasio y Teodoro cayeron fulminados al suelo. Fileto, de nuevo, volvió a asistir al milagro. "Solo quien es digno", martilleaba en su cabeza, y entonces comprendió que, de alguna manera, su destino estaba ligado al del apóstol del Nazareno, a quien había perseguido, espiado, traicionado y salvado en multitud de ocasiones a lo largo de aquel extraño viaje.

María descendió de nuevo, colocándose junto a un aterrado Santiago. Así que ahí estaba el maestro. Vivo, al fin lo habían encontrado. Desde el otro lado, Fileto no pudo percibir la conversación, pero sí daría fe de que aquella mujer de luz, envuelta en una especie de globo, y rodeada de ángeles (o lo que Fileto entendió que eran ángeles) se posaba sobre una especie de pedrón. Y, tras un breve espacio de tiempo (o lo que a Fileto le pareció un breve espacio de tiempo, pues este se detuvo para el resto de los hombres), acariciaba con sus dos manos luminosas la cabeza del Hijo del Trueno, y desaparecía, devolviendo al instante la luz, y la memoria, a todos los habitantes de aquella ciudad. Que, incautos, siguieron su vida como si nada.

Aparición de la Virgen a Santiago, de Francisco de Goya

También Teodoro y Atanasio, que no recordaban nada de aquello, ni el momento en que l oscuridad se impuso, estando los tres en la barca, en mitad del Hiber.

-¿No habéis visto eso?- les preguntó Fileto.

-¿El qué?- respondieron al unísono.

Fileto sintió el peso de la responsabilidad sobre su alma, y abrazó a sus compañeros. No sería él quien revelara el secreto. Le correspondía a Santiago.

-Le hemos encontrado. Está bien, sano y salvo. Mirad allí, al otro lado del río, apoyado junto a lo que parece una columna, o un pedrón.

-¡Sí, es él!- dijo Atanasio, echando a correr hacia la barca-. ¡Debeos llegar a la otra orilla ya! ¡Santiago! ¡Santiago!- gritó. Pero al otro lado, aquella figura no contestaba. Seguía de rodillas, con la cabeza apoyada en la piedra, sin moverse.

-¿Qué le ocurre?- preguntó Teodoro.

-Nada, no le ocurre nada. O todo, le sucede todo -respondió, enigmático, Fileto-. Vamos, Atanasio, tienes razón, lleguemos a la otra orilla y abracémonos, por fin.

Virgen del Pilar
Virgen del Pilar

Una luz inmensa surgió del cielo, y de ella, conducida por dos ángeles, apareció Ella. En toda su majestad. Muy distinta de las otras dos ocasiones en las que, a lo largo de aquel viaje, se había presentado ante Santiago. Ya no era Madre, era reina, o eso debió de pensar el Zebedeo, pues se arrastró a sus pies y los besó con pasión, entre lágrimas.

-Tranquilo, hijo mío. Sigo siendo yo. No temas. Te prometí que estaría a tu lado al final del camino. Ya estás a punto. Has hecho lo que tenías que hacer.

-Pero Madre -sollozó Santiago-, sabes que no es así. Tú lo sabes todo, sigues mis pasos, ves todo lo que hago. Tengo las manos manchadas, he perdido la fe, y su presencia. Ya no me habla. No ha vuelto a hacerlo desde que partí. Si no fuera por ti, hace tiempo que habría terminado con todo. De hecho, has llegado en el momento justo...

-Yo siempre estoy a tu lado, sé quién eres, sé lo que has hecho. El mal ya estaba apostado en ella, pero incluso para esa mujer hay hueco en el reino de mi Hijo. No sufras por los que ya no están. Tampoco por tu destino. Ya has podido leerlo en aquel legajo. Y no digas que Él ya no te habla. Pudiste ver sus obras junto a Fileto en aquel monte. Él también tiene su papel en esta historia, ligado al tuyo, Jacob.

-No sé siquiera si siguen con vida. Ni él, ni Atanasio, ni Teodoro... Ninguno de los míos siguen con vida. Los pocos que pude hacer míos, porque fracasé, Madre, tú sabes que fracasé.

-Ya te lo dije: plantaste una semilla que durará milenios, Santiago. Y no sufras por tus amigos, los verás muy, muy pronto, te lo aseguro. Ellos todavía tienen una misión por cumplir en estas tierras cuando tú mueras. habéis hecho un gran trabajo marcando las huellas del camino: otros muchos las seguirán, crearán otras sendas, llegarán al final del mundo en tu búsqueda, que no es otra que la búsqueda de mi Hijo.

Basílica del Pilar
Basílica del Pilar

Santiago miró con ojos anegados de lágrimas a María, que continuaba imbuida de luz. ¿Acaso ya...?

-Me marcho. Voy camino de la casa de mi Padre, junto a mi Hijo, para cuidaros desde el cielo. Antes de regresar a Jerusalén, para partir definitivamente, he querido venir a verte. El círculo se cierra, Jacob, y tú también has de volver. No lo harás solo: irás junto a Fileto, así está escrito. Tus amigos quedarán aquí, y en torno a este pilar construirán un templo para recordar nuestro paso por estas tierras. hacedlo sencillo, no tengas en cuenta mi aspecto, sigo siendo la misma mujer que zurce las ropas de tu hermano Juan. Que no se me rinda culto a mí, sino a mi Hijo, no dejes que nadie nos confunda. Que sea similar al que hicisteis en la playa. O mejor, a aquel que os obligaron a derribar junto al pedrón. No te imaginas lo cerca que están ambos pilares, ni lo bien que lo está haciendo Pedro en aquel rincón del fin del mundo. Volveré a verte, no lo dudes: tanto él como Atanasio y Teodoro te llevarán al lugar donde solo tú sabes que quieres descansar.- Santiago bajó la mirada, y no supo qué decir-. Volveremos a vernos muy pronto y será junto a Él. Que no se ha olvidado de ti. Él nunca se olvida de nada. Ahora, aguarda el regreso de tus amigos, y haz como te he indicado. Tu trabajo ha concluido, Jacob. Regresa a Jerusalén, y no temas. Volverás a ser el Hijo del Trueno, el hombre que arrastraba a las masas con su pasión. Yo te bendigo, Jacob: que las estrellas te iluminen, y guarden a las generaciones que acudan a estas tierras en tu memoria. No te perderás en el olvido, te lo prometo. Ahora, debo partir. Adiós, hasta el cielo.

La mujer envuelta en sol alzó las manos hacia arriba, cerró los ojos y, tal y como vino, desapareció. Santiago, enmudecido, se aferró a la columna de jaspe y, entre lágrimas, con los ojos cerrados, comenzó a orar: Padre Nuestro, que estás en el cielo... Dios te salve, María... Continuamente, acompasando la respiración a su rezo, hasta casi quedar inmóvil, profundamente concentrado. Alcanzando una paz que jamás soñaría volver a recuperar.

Alguien tocó su hombro, sacándole de su destierro particular. Abrió los ojos, torció el cuello y los vio. Por fin. Juntos. A salvo. Como ella había prometido. El abrazo duró una eternidad, y después llegaron las confesiones, los relatos, los prodigios, la sensación de volver a empezar, de seguir recomenzando, una y otra vez. En manos de Dios. Y el momento de volver a partir, juntos, el pan, junto a aquella piedra que se convertiría (después se lo revelaría) en el primer templo asentado, y con culto diario, que hubo en Hispania entre los cristianos.

Atanasio y Teodoro, exultantes, no daban crédito. Fileto, feliz de ver con vida a Santiago, cruzó una mirada con el Zebedeo y lo supo. Entonces lo supo, aunque lo había temido desde hacía tiempo. Sonrió, y asintió: se haría como ella quería. Como tenía que ser.

Tercera edición de 'Santiago en el fin del mundo'
Tercera edición de 'Santiago en el fin del mundo'

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