Prólogo de Rafael Aguirre al libro del periodista Pedro Ontoso El complot contra el Papa

Francisco, en un acto con el Colegio Cardenalicio
Francisco, en un acto con el Colegio Cardenalicio EFE

Religión Digital adelanta el prólogo que el catedrático emérito de Teología en la Universidad de Deusto, Rafael Aguirre Monasterio, ha escrito para el libro recién publicado "Complot contra el Papa. La lucha feroz por el poder en la Iglesia católica" (Arzalia Ediciones), del periodista Pedro Ontoso

"Esta obra tiene un carácter periodístico, pero es mucho más que una crónica de acontecimientos. Posee la agilidad del buen periodismo, está magistralmente escrita, proporciona numerosas informaciones y datos siempre contrastados con rigor"

"¿No hay datos más que suficientes de que hubo eclesiásticos españoles, con cargos muy importantes, implicados en complots contra Francisco? ¿No hay en España grupos católicos que caminan por vías ajenas a las de Francisco, cuando no van en dirección decididamente opuesta?"

"El episcopado español, muy dividido y sin personalidades con empuje, no ha compartido, como conjunto, el espíritu renovador de Francisco. No parecieron mostrar mayor interés por el proceso sinodal, ni lo impulsaron ni valoraron su importancia"

Pedro Ontoso lleva el buen periodismo en vena y ha dado con un título impactante, que debería servir para que este libro destaque en las pobladas mesas que cada semana se renuevan en las librerías. Esta obra tiene un carácter periodístico, pero es mucho más que una crónica de acontecimientos. Posee la agilidad del buen periodismo, está magistralmente escrita, proporciona numerosas informaciones y datos siempre contrastados con rigor. No hay lugar para rumores ni para meras hipótesis conspirativas. Registra los sucesos, ha consultado archivos y ha contado con informadores solventes, cuya confianza Pedro se ha ganado por toda una trayectoria de discreción y seriedad informativa. En el haber de un buen periodista y con años de oficio está una red de relaciones amplia, diversa y seria. Esto se nota en el libro que prologo y le confiere un valor indudable.

Pedro es un agudo observador que va siempre destilando el interés periodístico de todo lo que ve u oye. Así se permite introducir numerosas referencias históricas y consideraciones personales —siempre con muy buena pluma— que contextualizan el relato y hacen más agradable e instructiva la lectura.

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Nos cuenta sus visitas a lugares accesibles a muy pocos y a los que Pedro accede acompañado de un prestigioso monseñor español muy bien relacionado en Roma: el palacio del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, durante siglos símbolo de la ortodoxia más estrecha e intolerante, y la Terza Loggia en el Palacio Apostólico, el lugar de las oficinas de la Secretaría de Estado, cuyo titular viene a ser como el primer ministro y principal colaborador del papa. El monseñor amigo le acompaña por algunos de los bellísimos alrededores de Roma, concretamente Cerveteri y Viterbo, donde se encuentra el Palazzo dei Papi, en el que tuvo lugar el primero y más largo cónclave de la historia, que duró treinta y cuatro meses.

Si algo hay por allí es historia y belleza, y Pedro no ha desperdiciado la ocasión. Pero hay otro tipo de informaciones que son claves para contextualizar la oposición y los complots que muy pronto se pusieron en marcha contra Francisco. Se trata de las historias de los personajes más activos, de los grupos ultraconservadores que existían en diversos lugares, de sus conexiones, de los intereses que estaban en juego.

El libro informa con precisión y con datos, evitando especulaciones no fundamentadas y todo sensacionalismo. Por eso la validez de esta obra trasciende los límites vitales de un papa gravemente enfermo. Serán los historiadores quienes, con perspectiva temporal y en función del desarrollo que reciba su herencia, valorarán el pontificado de Francisco. Pero los historiadores tendrán que contar con las informaciones periodísticas rigurosas, realizadas al hilo de los acontecimientos. Me adelanto a decir que, contra lo que algunos pueden pensar, el pontificado de Francisco ha ido de menos a más, de gestos y palabras significativas ya de una nueva orientación en la vida de la Iglesia a decisiones de mucho calado, que pretenden consolidar una renovación espiritual y estructural.

Papa Francisco
Papa Francisco

El punto de partida del libro es el carácter profundamente renovador y reformista que desde el inicio fue la tónica del pontificado de Jorge Mario Bergoglio, que no por nada eligió el nombre de Francisco. Su elección tuvo todo de novedad y mucho de sorprendente y significativo. Era el primer papa no europeo, el primero jesuita y parecía claro que representaba una línea renovadora y aperturista. Confieso que cuando le vi aparecer, recién elegido, en el balcón de la basílica vaticana me llevé una gran sorpresa y una enorme alegría.

En los años precedentes había estado dos veces en la sede del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) en Bogotá impartiendo unos cursos bíblicos y allí palpé entre los alumnos, de muy diversos países del subcontinente, y entre los responsables del centro, un profundo malestar y frustración por el sistemático bloqueo de la curia romana a las iniciativas decididamente renovadoras de la iglesia latinoamericana. Era claro que la elección de Francisco tuvo que ser muy reñida y que el disgusto, el recelo, y probablemente la sorpresa, reinarían en el sector más identificado con la curia romana y con la trayectoria que imprimía en la institución eclesiástica.

Francisco, desde el inicio, con palabras, gestos y actitudes, introdujo un aire nuevo no ya en el Vaticano, sino en la Iglesia católica. Abrió diques para que corriese la vida, amplió el horizonte para abarcar el universalismo, se acercó a los pobres y marginados, su primera visita fue al campo de migrantes en Lampedusa, eliminó las sospechas que pesaban sobre el trabajo de los teólogos, buscó el contacto con la gente, aceptó entrevistas con periodistas sin formulario previo, decidió vivir en la residencia de Santa Marta con otras gentes sin ocupar los aposentos pontificios, eligió para sus desplazamientos un modesto automóvil utilitario, redujo drásticamente el protocolo tradicional, plagado de anacronismo, que rodeaba, protegía y alejaba a la gente del papa.

Desde el primer momento realizó una sana, necesaria y evangélica despontificación del papado. Francisco era un papa más cercano, más fraterno, más expuesto. Se rompía con expresiones tradicionales del poder  y, en el fondo, se replanteaba la teología del papado. Ni que decir tiene que, solo por esto, muchos se rasgaban las vestiduras y pensaban que se tambaleaban las columnas de Bernini. Como bien explica Pedro Ontoso en su libro, el complot contra Francisco se remonta prácticamente al inicio de su pontificado.

Criticó el «carrerismo», la búsqueda de promoción en la escala clerical y curial. Aludió al clericalismo, otra de sus reiteradas preocupaciones, que erige un cuerpo separado y por encima del pueblo de Dios. Puso en guardia contra una Iglesia endogámica

Todas estas cosas y otras están explicadas en este libro y, a la vez, con precisión y datos contrastados, las conspiraciones que alentaban sectores eclesiásticos muy elevados. Voy a mencionar dos acontecimientos del tiempo inicial del ministerio de Francisco que me parecen especialmente significativos. El primero es el discurso que dirigió a la curia romana en la tradicional recepción navideña, el 22 de diciembre de 2013. Fue de una claridad y contundencia muy notables y cabe imaginar la irritación y el desconcierto de un auditorio que había acudido allí en plan festivo. Criticó el «carrerismo», la búsqueda de promoción en la escala clerical y curial. Aludió al clericalismo, otra de sus reiteradas preocupaciones, que erige un cuerpo separado y por encima del pueblo de Dios. Puso en guardia contra una Iglesia endogámica, preocupada por su fortaleza institucional y no volcada en servir a la humanidad, especialmente a los pobres.

La curia estaba al servicio de las iglesias y no podía ser una instancia centralizadora que sofocase su dinamismo y sus particularidades. En segundo lugar, hay que mencionar la exhortación apostólica Evangelii gaudium, de noviembre de 2013, el primer documento magisterial de Francisco y que tenía un cierto carácter programático. Es, en mi opinión, un texto extraordinario, en el que combina unas propuestas sobre la Iglesia muy abiertas y positivas, invitando a salir de formas y formulaciones caducas para llevar el Evangelio a todas las situaciones humanas, con una presentación de la dimensión social que hace hincapié en la opción por los pobres y descartados, criticando una «economía que mata» e insistiendo en que es necesario que el mercado, cuya necesidad no cuestiona, tenga unos controles políticos para defender la justicia.

Se explica que ya solo con estas tomas de postura en el umbral de su pontificado el papa Francisco suscitase fuertes reacciones adversas en diversos frentes: en el mundo eclesiástico tradicional y conservador, ciertamente en el entorno vaticano y la curia, por la apertura en cuestiones doctrinales y hasta por el estilo y lenguaje de la Evangelii gaudium, y en ámbitos económicos y financieros porque su doctrina social no difería de la de sus predecesores, pero su forma de expresarse era mucho más clara, concreta e incisiva.

Cardenales críticos que plantearon las 'dubia' a Francisco
Cardenales críticos que plantearon las 'dubia' a Francisco

Esta oposición pronto empezó a manifestarse e iría creciendo a medida que Francisco tomaba medidas concretas. Hay que señalar que fueron altos dignatarios eclesiásticos, sobre todo cardenales, algunos con responsabilidades muy importantes, quienes se erigieron en críticos del papa y no tardaron en apoyarse y manifestarse públicamente en distintos foros. Se movían por muchos lugares, pero se esforzaban porque sus críticas resonasen especialmente en Estados Unidos. Todo esto lo explica con todo tipo de detalles —nombres, lugares y fechas— Pedro Ontoso a lo largo de estas páginas. Cabe pensar cómo hubiese actuado Wojtyla si alguno de sus cardenales hubiese osado criticarle públicamente.

Tema obligado en el libro era el de los abusos sexuales en la Iglesia y la forma de reaccionar de Francisco. El problema se conocía y es probable que fuese uno de los factores que contribuyó a la dimisión de Benedicto XVI. Pero lo que no se sospechaba es que el problema tenía una dimensión tan enorme. La gran explosión fue en 2018. Pienso que Francisco afrontó la situación con la debida decisión y contundencia, a pesar de que en el caso de Chile le pasaron informes falsos, lo que le llevó a decisiones equivocadas, que después corrigió e hizo dimitir a todo el episcopado del país mencionado.

Francisco se encontró con algo gravísimo, que no esperaba, y es muy probable que cuando se valore su pontificado se haga a partir de su actitud en este tema. El cardenal Kasper, muy buen teólogo y colaborador muy cercano de Bergoglio, llega a afirmar que la crisis abierta en la Iglesia a cuenta de los abusos sexuales es tan grave como, en su tiempo, lo fue la Reforma de Lutero. Ambos casos empezaron por problemas prácticos (las indulgencias, los abusos sexuales) pero desencadenaron cuestiones doctrinales y llevaron a profundas reformas estructurales.

Es claro que Francisco tenía una voluntad de renovación profunda de la Iglesia y una serie de ideas de por donde debía encaminarse, pero no tenía un plan concreto de a dónde ir ni de cómo hacerlo

Es claro que Francisco tenía una voluntad de renovación profunda de la Iglesia y una serie de ideas de por donde debía encaminarse, pero no tenía un plan concreto de a dónde ir ni de cómo hacerlo. Sabía que no podía apoyarse en la curia romana, tenía personas competentes y de confianza, pero carecía de un equipo adecuado para la tarea que deseaba realizar. En mi opinión, se propuso delinear una estrategia de actuación, lo que suponía ponerse unos objetivos y buscar los medios para ir hacia ellos. Debía actuar con decisión y, a la vez, con la delicadeza posible, sin romper con lo existente. Por eso se rodeó de un grupo de ocho cardenales para diseñar la reforma y sus pasos. Este grupo se ha mantenido, aunque hayan ido cambiando su número y sus miembros.

Entre «los francisquistas» cundía una cierta inquietud porque las bellas palabras y actitudes del inicio no llegaban a plasmarse en medidas concretas. Las decisiones reformadoras de calado se han ido produciendo en la segunda parte del pontificado, cuando la estrategia iba dando sus frutos. Recuerdo algunos de los documentos de mayor repercusión práctica y que alcanzaron más eco en la opinión pública. Del año 2022 son dos cartas apostólicas de mucha importancia práctica: Praedicate Evangelium, sobre la reforma de la curia y Ad charisma tuendum, que aborda el cambio de figura jurídica del Opus Dei. El año 2021 sale a la luz Traditionis custodes limitando el uso de la liturgia anterior al Vaticano II.

Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, con Francisco
Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, con Francisco @Vatican Media

En 2020 se hace pública la exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia. La encíclica Amoris laetitia, sobre el amor familiar, es de 2016. Las sesiones del Sínodo de la Sinodalidad, que empezaron el 2023, estuvieron precedidas de numerosos documentos, estudios e intervenciones sobre esta cuestión.

El tema de la sinodalidad requiere una atención especial, porque constituye el pilar fundamental que sostiene la reforma eclesial del papa Francisco. En otras palabras, es el eje de la estrategia, que había ido madurando. La sinodalidad es un desarrollo del concepto de Pueblo de Dios, clave de la eclesio- logía conciliar y que supuso un gran avance sobre la visión jerarcocéntrica, que proponía la primera redacción del esquema conciliar. La sinodalidad empalma con la teología del Pueblo de Dios y la desarrolla y, sobre todo, la hace operativa. Después del Vaticano II se habían convocado varios Sínodos de los Obispos, como expresión de la colegialidad episcopal, pero su repercusión en el conjunto de la Iglesia había sido escasa.

El concepto de sinodalidad tiene hondas raíces tradicionales y no se trata de entrar aquí en profundidades históricas y teológicas. Algunos teólogos escribieron artículos sobre el tema durante los primeros años del pontificado de Francisco. Él mismo utilizó alguna vez la expresión. Tuvo una importancia decisiva el magnífico trabajo realizado por la Comisión Teológica Internacional titulado La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, que apareció en marzo de 2018 tras más de tres años de elaboración.

En la gestación de la teología de la sinodalidad han participado teólogos de muchas nacionalidades, pero me parece muy significativo el importante papel desarrollado por un equipo latinoamericano

En la gestación de la teología de la sinodalidad han participado teólogos de muchas nacionalidades, pero me parece muy significativo el importante papel desarrollado por un equipo latinoamericano. Parte del viejo adagio romano de que «lo que afecta a todos debe discutirse y decidirse entre todos». El principio fundamental es que todos los bautizados deben tener la oportunidad de participar, de forma ordenada y eficaz, en la vida de la Iglesia y en todas sus decisiones. Una frase que Francisco repite mucho es que «lo importante es comenzar procesos». La sinodalidad exige un cambio personal y estructural muy profundo en la vida de la Iglesia.

Ahora estaba claro el camino a recorrer y el papa convocó un Sínodo sobre la Sinodalidad, que tendría dos sesiones (en los meses de octubre de 2023 y 2024), pero que debían ir precedidas de un trabajo previo de todos los miembros de la Iglesia, cuyos resultados se recogerían en cada diócesis, pasarían después a las conferencias episcopales, posteriormente se agruparían por continentes, para llegar al final a la reunión de los obispos que trabajarían sobre estos materiales en las dos sesiones mencionadas. Ha sido un Sínodo de Obispos, pero que han estado acompañados de un número importante de fieles de diversa condición.

Por primera vez se daba la voz a todos los bautizados. Es un proceso muy ambicioso, complejo y novedoso introducir una dinámica participativa común en un cuerpo tan amplio y plural como la Iglesia católica. En algunos países la escucha preparatoria ha sido muy colaborativa e intensa, como, por ejemplo, en Alemania. En otros lugares ha pasado sin pena ni gloria, fundamentalmente porque los responsables eclesiásticos (obispos y curas) no se lo han tomado con la importancia debida. La sinodalidad exige estructuras nuevas de participación y decisión, pero está la necesidad previa de movilizar a los fieles, a quienes secularmente se les ha acostumbrado a que su papel en la Iglesia es callar, acatar, obedecer y contribuir.

Sínodo sobre la Sinodalidad
Sínodo sobre la Sinodalidad

No sé cómo repercutirá la situación física del papa en los dicasterios y oficinas vaticanas, pero me parece que el final del pontificado de Francisco, lejos de ser un período de parálisis o de caos, puede ser visto como el tiempo de madurez de su papado. Ha estado gestando las decisiones, las ha consultado teológica y jurídicamente, y esto se ha traducido en el lanzamiento bien articulado del proceso de la sinodalidad. Y digo «proceso» porque se trata de una forma propia de vivir las relaciones en la Iglesia católica, que exige cambios personales y la adopción de medidas estructurales de notable trascendencia. Es significativo que en la gestación de la sinodalidad hayan participado especialistas en derecho canónico.

La mejor prueba de que la sinodalidad es la expresión del proyecto reformador de Francisco, cuidadosamente preparado, es que el 15 de marzo hizo público desde el hospital Gemelli todo un proceso de evaluaciones de la sinodalidad, muy detallado, y que debe culminar en octubre de 2028 con la celebración de una Asamblea Eclesial en el Vaticano. No habla de concilio, pero tampoco de un Sínodo de Obispos. Parece que queda abierta una reunión en la que participe todo tipo de miembros del Pueblo de Dios.

No se puede hablar de un complot de las mujeres contra Francisco, sino de todo lo contrario, de un clamor que es ya atronador y que, en el fondo, está exigiendo que temas tan «franciscanos» como la teología del Pueblo de Dios, la valoración del bautismo, las relaciones basadas en Fratelli tutti, se traduzcan en la equiparación plena de las mujeres y los varones en la vida de la Iglesia católica

Me he excedido en esta explicación teológica, porque me parece de suma importancia y porque no he visto aún ninguna interpretación de la sinodalidad a la luz de la estrategia de Francisco, que la tenía y bien pensada. Quedan dos grandes temas pendientes para ser discernidos sinodalmente, en los que Francisco ha dado algunos pasos, pero con mucha timidez y, a veces, con consideraciones teológicas muy poco convincentes. Me refiero al ministerio ordenado y al lugar de la mujer. No se puede hablar de un complot de las mujeres contra Francisco, sino de todo lo contrario, de un clamor que es ya atronador y que, en el fondo, está exigiendo que temas tan «franciscanos» como la teología del Pueblo de Dios, la valoración del bautismo, las relaciones basadas en Fratelli tutti, se traduzcan en la equiparación plena de las mujeres y los varones en la vida de la Iglesia católica.

Antes de terminar voy a abordar brevemente dos puntos sugeridos por la lectura de este libro. En un momento determinado, el autor dice que una dificultad que se le presenta a la Iglesia en el futuro inmediato es que se va a encontrar en una «situación minoritaria». Conviene distinguir y matizar. En Europa, y concretamente en España, hemos pasado de una Iglesia de masas a una Iglesia socialmente minoritaria. Esta situación no tiene vuelta atrás en un futuro inmediato y hay que analizar sus causas y, sobre todo, saber afrontarla descubriendo las posibilidades positivas que ofrece: visibilizar con claridad la identidad cristiana, menos preocupación por la relación con el poder y más presencia social y cultural, actitud socialmente libre y crítica marcada por la cercanía a los pobres.

Sin embargo, en África y Asia el catolicismo crece mucho. Sé de sobra que el dato es engañoso, pero el número de católicos en el mundo está aumentando. A lo que estamos asistiendo es al fin del catolicismo eurocéntrico y al nacimiento de y una Iglesia más claramente católica y universal. Esto Francisco lo ha percibido muy bien y lo ha impulsado. Dos datos elocuentes: ha nombrado cardenales de las más diversas partes del mundo, en detrimento de los curiales o de los obispos de determinadas sedes europeas que solían recibir el capelo cardenalicio por tradición o por escalafón, y el destino de sus viajes, con clara preferencia por las periferias y por países en los que los católicos eran minoría, a veces muy pequeña. Prescindiendo de factores probablemente más decisivos, da la impresión de que el papa valora muy especialmente a las pequeñas comunidades, que se encuentra muy a gusto con ellas, como pueden ser las de Mongolia o Azerbaiyán.

La universalidad es inseparable de la sinodalidad, porque se requiere una Iglesia menos europea, mucho más plural y capaz de encarnarse cultural y ritualmente. La aceptación de ritos ancestrales en la Amazonía y su integración en la liturgia católica, y la defensa de los pueblos autóctonos son actitudes que han alimentado los complots en su contra de los eclesiásticos que le acusan de incurrir en idolatría y de las grandes empresas madereras y extractoras que expulsan o aniquilan a los pueblos autóctonos para quedarse con sus tierras y sus riquezas. Hay que creer muy de verdad en el Evangelio de Jesús de Nazaret, tener mucha libertad de espíritu, estar muy dispuesto a aguantar oprobios y ataques para plantear cual hace Francisco en la encíclica Laudato si’— como una doble realidad inseparable la defensa de la casa común (con referencia expresa a la Amazonía) y la crítica radical de un sistema económico esencialmente depredador. Repite varias veces que «todo está conectado».

'El complot contra el Papa', libro de Pedro Ontoso
'El complot contra el Papa', libro de Pedro Ontoso

No quiero dejar pasar una última cuestión que me plantea este magnífico libro: el silencio sobre España. ¿Le parece a Pedro que no hay datos más que suficientes de que hubo eclesiásticos españoles, con cargos muy importantes, implicados en complots contra Francisco? ¿No hay en España grupos católicos que caminan por vías ajenas a las de Francisco, cuando no van en dirección decididamente opuesta? El episcopado español, muy dividido y sin personalidades con empuje, no ha compartido, como conjunto, el espíritu renovador de Francisco. No parecieron mostrar mayor interés por el proceso sinodal, ni lo impulsaron ni valoraron su importancia.

En mi opinión, la Iglesia española está adocenada, con una preocupación dominante por su reproducción institucional y con un clericalismo creciente. ¿Por qué un papa tan viajero como Francisco no ha visitado nunca España, pese a las varias invitaciones que se le han hecho y lo fácil que le resultaba el viaje? Segurísimo que un periodista, como Pedro, tan atento a los acontecimientos y al que no se le escapa ningún detalle, tiene presente esta pregunta. Nadie está más capacitado que él para abordar esta cuestión con seriedad y competencia. Le animo a que no tenga miedo y lo haga. Sería el complemento necesario de este magnífico libro.

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