Pepa Torres: "La resistencia no sabe de condiciones, sino de poner en primer plano la vida más vulnerada"
La religiosa y teóloga, que no cesa de tejer redes personales y vínculos comunitarios en el madrileño barrio de Lavapiés, publica un nuevo libro que en realidad es un manual de resistencia ante estos "tiempos oscuros" que denunció León XIV en el Líbano
La teóloga Pepa Torres Pérez, religiosa apostólica del Corazón de Jesús, presenta el libro "Vivas nos luchamos" (San Pablo), "un pequeño homenaje a quienes no solo denuncian y protestan, sino que anuncian y proponen". Leerlo, si no se conoce a la autora, lo cual parece difícil en estos ámbitos, es caer en la cuenta de que podría dedicárselo a ella misma, porque todo eso –denunciar, protestar, anunciar y proponer– forma parte de su ser y estar. Tampoco a ella nada de lo humano le es ajeno. Y a lo inhumano, trata de hacerle frente.
Pregunta. “Está el mundo ardiendo y no son tiempos de tratar con Dios negocios de poca importancia”. Cita usted a Santa Teresa de Jesús en la presentación de “Vivas nos luchamos”. ¿Cuál es el tema más candente que está tratando usted con Él en este momento?
Respuesta. Trato muchos temas, pero los más recientes son el dolor y la indignación ante la realidad de tantas familias que están siendo expulsadas de sus viviendas y barrios por los intereses económicos de los "fondos buitres", o las mujeres que acogemos cada día en la asesoría legal comunitaria de la Red Interlavapiés, que están durmiendo en la calle ante la imposibilidad de encontrar una habitación para alquilar que puedan pagar, o la exclusión del derecho al empadronamiento de muchas personas en situación irregular, con lo que esto supone de ser declarados invisibles y la cerrazón a la posibilidad de cualquier derecho básico fundamental.
R. También trato con Dios la preocupación y el dolor por la falta de memoria historia de los pueblos: España, Argentina, etc., el olvido del terror que suponen las dictaduras, el avance de la ultraderecha y los totalitarismos, la preocupación por el deterioro de nuestra vida democrática, la banalización que nos lleva a que grandes mayorías naturalicen que hay vidas que no importen. Pero también trato con Dios muchos motivos de agradecimiento, porque, como canta Mercedes Sosa, no toda está perdido, porque el espíritu del Evangelio está vivo allá donde la gente se rebela, resiste, propone alternativas comunitarias por pequeñas que sean, que anteponen el valor de la dignidad de las personas y la casa común, al dinero y los mercados, donde se pone en marcha la imaginación colectiva, para agujerear este sistema que mata, como decía el papa Francisco, y se van creando zonas liberadas donde otro mundo vaya siendo posible.
P. Se ve que tiene presente usted presente al papa Francisco, porque cerca de la de Santa Teresa, deja usted también otra cita de él, de su encicliva Fratelli Tutti. ¿Lamenta que no diera más pasos hacia el diaconado y la ordenación femenina?
R. Claramente sí, el papa Francisco ha sido un auténtico profeta de lo que podíamos llamar el Evangelio de lo social, pero la cuestión de las mujeres en la Iglesia no ha ocupado un lugar preferente en la agenda de su pontificado. Es cierto que ha sido el papa que más nombramientos de mujeres ha llevado a cabo en el Vaticano, pero aun así sigue resultando enormemente minoritario e insuficiente. En el Sínodo de la Sinodalidad la cuestión del diaconado y la exclusión de las mujeres del sacerdocio femenino ha sido un tema recurrente en las propuestas planteadas a nivel mundial, pero ha prevalecido más el miedo a la pérdida de los privilegios clericales que el riesgo de evangelio y la propuesta de la comunidad de iguales instaurada por Jesús. En la carta a los Gálatas se dice bien clarito: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús".
P. ¿Y qué le ha parecido el informe de la comisión vaticana sobre el diaconado femenino recientemente hecho público?
R. Es un reflejo de los miedos y las reacciones internas que la cuestión de las mujeres sigue suscitando en la Iglesia. Lo que para algunos es, como dice el texto, una peligrosa confusión antropológica, para otros y otras, entre ellas, miles de mujeres católicas en el mundo, es justo lo que le pedimos hoy a la Iglesia: que escuche los signos de los tiempos y, entre ellos, el clamor de la igualdad y la justicia de género, el clamor frente a siglos de discriminación y subordinación dentro de la Iglesia.
El documento sobre el diaconado femenino, para muchas de nosotras, es tremendamente decepcionante, mucho más en este contexto de Iglesia sinodal en el que entendemos que es imposible que esa Iglesia sinodal se vaya dando sin contar con nosotras
R. Por otro lado, el documento es tremendamente ambiguo, aplaza la decisión sobre el diaconado femenino, que la deja abierta en esa misma ambigüedad a una exploración teológica y pastoral y que remite a la decisión final del magisterio, pero que, como se ha venido haciendo históricamente, aspira a que las mujeres nos quedamos reducidas a esa diaconía bautismal y a esa dimensión mariana. Y, al mismo tiempo, como si hiciera una concesión a la confianza en que nos abrirán espacio comunitarios de participación y corresponsabilidad a las mujeres.
R. Es un documento, para muchas de nosotras, tremendamente decepcionante, mucho más en este contexto de Iglesia sinodal en el que entendemos que es imposible que esa Iglesia sinodal se vaya dando sin contar con nosotras. Pero hay que decir que en este tiempo de Adviento y del Jubileo de la Esperanza, las mujeres seguimos esperando, aunque la respuesta de la Iglesia casi siempre nos defraude.
P. Volvamos al libro. Habla usted también del Adviento, en el que acabamos de entrar, y el auge de la ultraderecha en España. ¿Cómo liga eso?
R. El Adviento es el tiempo de la esperanza, pero a veces tenemos una idea un tanto ingenua o acrítica de lo que es la esperanza. La esperanza no se puede confundir con el optimismo, que esta basado en datos que aseguran “buenos resultados”, un buen pronóstico. La esperanza tampoco es solo espera, sino que se identifica más que con un sustantivo con un verbo, el verbo ESPERANZAR, como decía Pablo Freire. No es pasiva, no cae del cielo, sino que es tremendamente activa y para mantenerse necesita hondura y comunidad. La esperanza evangélica no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido, sin importar el resultado final.
R. Por eso creo que la esperanza cristiana no depende de los datos de la realidad, sino que es más bien la realidad la que depende de resistencia y de la creatividad de nuestra esperanza. Muchas veces es también una esperanza enlutada, no exenta de oscuridades y perplejidades. El avance de la ultraderecha nos introduce en tiempos oscuros que solo podemos y podremos enfrentar desde la esperanza convencida y comprometida de que todas las vidas importan y que la diversidad es una riqueza y no un problema a criminalizar o eliminar.
P. Cita a Gramsci y esos claroscuros en los que surgen los monstruos, que serían como los tiempos que vivimos. ¿Qué hacer frente a ellos?
R. Los monstruos, como dice Gramsci, emergen entre el viejo mundo que cae y el tránsito del nuevo que nace. Los monstruos nacen de los miedos, personales, sociales, sistémicos, pero no ayudan a enfrentarlos ni a superarlos, sino que generan aún más terror, a partir de la violencia que imponen y sus soluciones simplistas, que siempre benefician a unas minorías, frente al sufrimiento de unas mayorías que cargan con las consecuencias de su violencia, que suele ser a la vez económica, política y social (racista, xenófoba, patriarcal, homófoba, colonial).
R. A nivel global hoy es fácil identificar a algunos de estos monstruos, unidos entre sí por sus pactos mesiánicos, basados en el terror u el expolio de los pueblos. Netanyahu, Trump y Putin son un buen ejemplo de ellos. Pero la historia y sus vaivenes también nos demuestra que a menudo, los monstruos tienen los pies de barro y que la gente que los ha erigido también deja de creer en ellos cuando, de hecho, empiezan a padecer sus alternativas. Los monstruos se mantienen a base de bulos, manipulaciones, mentiras soluciones simplistas y manipulando la realidad para inventarla a su antojo.
R. Enfrentarlos pasa por desmontar sus mentiras con la veracidad de la realidad y no con la que inventan. Enfrentarlos pasa, por tanto, por hacer un trabajo constante y cotidiano de contrainformación, por alfabetizarnos y alfabetizar en una conciencia crítica frente a las fakes news. Pasa por organizarnos, desde las bases, en visibilizar todas las víctimas que generan, y como nos afectan sus políticas de la crueldad en lo cotidiano y denunciar los intereses que les sostienen.
R. Pasa también por organizar una resistencia local y global, por ejemplo, como la que millones de personas estamos haciendo frente al genocidio palestino o lo que ha sucedido en las recientes elecciones a la alcaldía de Nueva York, con la victoria de Zohran Mamdani, o la respuesta vecinal pacífica de Lavapiés frente a las redadas o los desahucios con las acciones organizadas de los Sindicatos de Inquilinas frente al problema de la vivienda en nuestro país.
P. Usted vive en un barrio multicultural como Lavapiés, en Madrid. ¿Cómo se vive ahí la estigmatización del inmigrante?
R. De muchas maneras, pero una de las más violentas son las redadas racistas y la permanente policialización del barrio. Comparto dos ejemplos. Hace unos días hubo una nueva redada masiva de personas en un campo de futbol del barrio donde los padres llevan a sus hijos e hijas a hacer deporte. Frente a la mirada atónita de los vecinos que intentaron impedirlo y la mirada desesperada de los pequeños, la policía se llevó detenidos a varios padres por la única razón de estar en situación administrativa irregular, es decir, por “no tener papeles”, siendo personas de gran arraigo en el barrio.
R. A los pocos días hubo de nuevo una numerosa presencia policial en el barrio a la vez que se instalaba un stand de Vox en las inmediaciones de la plaza de Lavapiés, desde donde se empezó a increpar a los inmigrantes. Ante la actitud provocadora del grupo de ultraderecha y sus consignas xenófobas y racistas, la policía se preparó para intervenir haciendo un muro humano, pero en lugar de hacerlo frente al stand de Vox, lo hizo frente a las personas africanas que estaban en la plaza. Como si ellos estuvieran siendo los responsable de este incidente.
R. Finalmente gracias a la mediación de los propios africanos y algunos vecinos que estaban en la plaza, se consiguió no responder ni a la violencia policial ni a la de Vox. La criminalización es constante. Otra práctica cotidiana de la estigmatización es el racismo inmobiliario y la exclusión del derecho al padrón, con lo que esto significa de no poder acceder a los derechos más básicos (escolarización de los hijos e hijas, atención sanitaria sin facturación, solicitud de residencia, etc). La estigmatización pasa por el racismo institucional.
P. Hay obispos que, dando la bienvenida a la inmigración, sin embargo, no dejan de remarcar la dificultad para la integración de una de ellas, la musulmana. ¿Es un tópico, una realidad o una excusa?
R. Creo que dar la bienvenida a las personas migrantes pasa por el respeto y el reconocimiento de la diversidad cultural y religiosa y por favorecer la cultura del encuentro en clave de reciprocidad y a pie de igualdad, porque como nos recuerda el Vaticano II, las semillas del Verbo habitan en lo más profundo de todas las culturas y religiones y es necesario descubrir esas semillas y cultivarlas, no desde el enfrentamiento ni la superioridad occidental blanca, sino desde la apuesta por la interculturalidad.
Los musulmanes son hermanos y hermanas nuestras. Nuestras tradiciones religiosas confluyen en numerosos aspectos. Podemos y tenemos mucho que aprender de ellos: la hospitalidad, la profundidad de su fe, y en la mayoría de los casos el deseo la buena convivencia y la vecindad respetuosa
R. Existe, además, una imagen muy estereotipada de lo que es el islam, muy identificada con los fundamentalismos y la violencia, pero también hay un fundamentalismo cristiano y violento, del que su máxima expresión es la ultraderecha católica o el evangelismo, por ejemplo, de Bolsonaro y su alianza de las tres B: bala, buey y biblia, es decir, ejercito golpista, terratenientes ganaderos y religión. Una de las señas del cristianismo es la universalidad del amor y el compromiso con la fraternidad y la sororidad. Los musulmanes son hermanos y hermanas nuestras. Nuestras tradiciones religiosas confluyen en numerosos aspectos. Podemos y tenemos mucho que aprender de ellos: la hospitalidad, la profundidad de su fe, y en la mayoría de los casos el deseo la buena convivencia y la vecindad respetuosa.
P. Este año deja en la retina las “cacerías de migrantes” en algunas localidades murcianas. ¿Le han comentado sus amigos magrebíes algo sobre la reacción de la Iglesia a aquellos actos vandálicos, algunos apelando incluso a las raíces cristianas de España?
R. Las personas magrebíes son muy conscientes de los estereotipos, prejuicios y racismo que se carga sobre ellas. Especialmente los menores y las mujeres son los colectivos más afectados por la violencia de la islamofobia, a partir de todas las noticias falsas que se difunden sobre ellos y ellas y de prejuicios históricos, legitimados incluso religiosamente, como se refleja en tantas manifestaciones artísticas de la figura de algunos santos como el 'Santiago mata moros' en iglesias y catedrales. Pero las personas magrebíes, sobre todo a partir del encuentro y la convivencia, identifican y reconocen a otros sectores de la Iglesia, personas y comunidades cristianas con los que establece, como diría Francisco, la amistad social.
R. Desde este vínculo y el mutuo reconocimiento se desarrolla un compromiso común por la mejora de la convivencia y los derechos sociales de todos, actualmente tan amenazados. Así sucede en Lavapiés, también en otros muchos lugares, iglesias y mezquitas. En mi comunidad, durante más de 10 años hemos estado rezando semanalmente un grupo de personas cristianas y musulmanas y luego compartiendo la mesa, y en una de las mezquitas de nuestro barrio algunos movimientos sociales y personas participamos en sus actos religiosos dos o tres veces al año con motivos de fiestas específicas. La amistad del papa Francisco con el Gran Iman Ah-mad Al-Tayeb, inspirador en parte de Fratelli Tutti, es un símbolo de todo ello.
P. Anima en las páginas de su libro a sembrar resistencia. ¿Está el campo preparado?
R. La resistencia no sabe de condiciones, sino de poner en primer plano siempre la vida y la más vulnerada en situaciones adversas. No acepta a el “no se puede”, sino que hace que la vida pueda siempre más. La resistencia es experta en hacer de la vulnerabilidad colectivizada, potencia. La resistencia es la vida misma. Los y las expertas en resistencia son quienes no dan la vida por supuesto, sino que “salen a buscarla” y a hacerla posible cada día. Ellos y ellas ellos son maestros en la intemperie. Necesitamos su proximidad y amistad para aprender a convivir con la intemperie como condición propia de la vida. En el Norte global, excepto en sus periferias, la seguridad y el confort nos incapacitan para ello y hace que olvidemos, como dice Remedios Zafra, que en el impedimento habita también la vida. De ellos y ellas podemos también aprender que la intemperie forma parte de la condición humana. Pero no hay resistencia sin motivaciones hondas, sin profundidad del corazón y sin memoria ni imaginación, que son las mejores armas del resistente
P. A esa resistencia ha apelado también hace unos días en una audiencia general el papa León XIV, quien también puso de ejemplo el testimonio de una “pequeña gran mujer”, Dorothy Day, una periodista detenida en numerosas ocasiones en el país natal de ambos, los Estados Unidos. ¿Qué le sugiere esto?
R. Dorothy Day es una inmensa mujer, un icono del compromiso por la justicia con los y las más invisibles, desde las comunidades de Catholic Worker, fundadas por ella y por Peter Maurin en el contexto del crack del 29, y desde el pacifismo y la desobediencia civil. Me recuerda que el amor es político, que si bien muchas veces en la lectura de Corintios 13 se ha subrayado el versículo: el amor todo lo aguanta, Dorothy Day y tantas mujeres y hombres testigos que nos preceden, señalan con sus vidas el versículo siguiente: al amor se le hace intolerable la injusticia. También me sugiere que el activismo cristiano por la por la paz y la justicia no se sostiene sin mística y viceversa, porque como decía Dorothy Day "el amor y la oración no son pasivos, sino una fuerza encendida bien activa".
