Prepublicación de la biografía definitiva de Nicolás Castellanos (San Pablo) Cuando el Nuncio Fratini (¿y el Vaticano?) quisieron prohibir a Nicolás Castellanos recibir dinero para los pobres desde Palencia

Portada de la biografía de Nicolás Castellanos
Portada de la biografía de Nicolás Castellanos

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«¿Entiendo que se trata de una “extraña” reincidencia? Pues hace 16 años, ya tuve otra acusación semejante. Y respondí al cardenal Gantin, que en paz descanse, demostrándole que esas acusaciones son falsas, contrarias a la verdad y una pura calumnia. Desde que dejé de ser obispo de Palencia jamás he tenido la menor injerencia en la vida de la Iglesia local de Palencia. En eso he sido muy escrupuloso»

"Estimo que ningún dicasterio del Vaticano tiene competencia en una institución civil. En dicha institución están presentes, desde su creación, el alcalde de la ciudad de Palencia (el obispo de Palencia no lo está, porque no lo aceptó), el provincial de los agustinos y otros miembros de la diócesis de Palencia, del ámbito misionero y de mi familia [...] Ella es la que recibe, por distintos cauces, donativos de plurales lugares, nunca limitados a Palencia, sino de toda España y del extranjero; se trata de donaciones que son explícitamente dirigidas a los fines de la Fundación"

"Los cuatro obispos que me sucedieron no tuvieron relación conmigo. Los primeros años, siempre iba a visitarles, me recibían de pie y cinco minutos por cumplir. Al final dejé de ir a verlos. A Munilla ni le conocí. Todo cambió cuando llegó Manuel Herrero, agustino, alumno mío. Me distinguió desde el primer momento, me puso de consagrante, con el cardenal Osoro, muy amigo de él"

Manuel Herrero Fernández, OSA, se refería a Nicolás Castellanos en estos términos: "Nicolás ha tenido que sufrir mucho porque ha tenido oposición dentro de la Iglesia española"

Años más tarde, concretamente, en enero de 2012, Nicolás Castellanos recibió, a través del provincial de los agustinos de España, una carta del nuncio en España, Renzo Fratini, ya conocido por otros episodios relatados anteriormente, para pedirle un encuentro en la Nunciatura de Madrid «con el objeto de considerar el punto de su relación con la diócesis de Palencia», y, a la vez, que «el correspondiente dicasterio, siguiendo con preocupación el asunto», le recordaba que «debería distanciarse definitivamente de la diócesis de Palencia, de cuyo gobierno no tenía responsabilidades desde el año 1991».

Nicolás le contestaba en marzo, disculpándose de que hasta junio no le era posible desplazarse desde Bolivia. Respecto a la segunda parte de la carta, le decía: «¿Entiendo que se trata de una “extraña” reincidencia? Pues hace 16 años, ya tuve otra acusación semejante. Y respondí al cardenal Gantin, que en paz descanse, demostrándole que esas acusaciones son falsas, contrarias a la verdad y una pura calumnia. Desde que dejé de ser obispo de Palencia jamás he tenido la menor injerencia en la vida de la Iglesia local de Palencia. En eso he sido muy escrupuloso».

Otra cosa es –le escribía al cardenal Gantin– que la gente compare y emita juicios, pero no soy yo quien los emite [...] Y como me debo a los pobres y tengo en Palencia, la sede de la Fundación Hombres Nuevos, no puedo alejarme de Palencia porque en otros sentidos nunca me he sentido inmiscuido en nada. Y además como lo considero injusto, no procede. Creo que con los problemas que tiene la Iglesia en España de credibilidad, no vale la pena crear otro problema, que además de innecesario sería injusto con mi persona, que no he faltado en nada a esa comunión eclesial con mi diócesis, de la que soy además obispo emérito. Hoy en la oración de la mañana, en mi encuentro con Dios, quedaba sorprendido de que, a mis 77 años, gracias a Dios con excelente salud, toda mi vida entregado a fondo perdido a la Iglesia, Sacramento del Reino, me viese envuelto en este conflicto artificial creado por no escuchar a todos. Pero me reconfortó saber que el seguidor de Jesús padece las mismas huellas martiriales que el Maestro.

Unos días después, el 10 de marzo del 2012, en un encuentro convocado por el nuncio en Bolivia, Giambattista Diquattro, en la casa que estaba hospedado en Santa Cruz de la Sierra, este le transmitía a Nicolás Castellanos, de forma verbal sin presentarle documento alguno, la prohibición, por parte de la Congregación para los obispos (sin especificar la persona que daba la orden), de recibir de la diócesis de Palencia, de la que era obispo emérito, donaciones (dinero) «para suprimir el hambre de los niños desnutridos de Santa Cruz de la Sierra y otras ciudades de Bolivia» (en expresión de Nicolás).

Portada de la biografía de Nicolás Castellanos
Portada de la biografía de Nicolás Castellanos

En abril del mismo año, Nicolás Castellanos escribía al nuncio Giambattista una extensa carta (siete páginas), donde, después de señalar el motivo derivado de su encuentro anterior, le decía: «Creo que debo expresarle todo lo que mi conciencia siente en estos momentos en la presencia de Dios, y como un hijo con su madre, que es la Iglesia para mí, y le implanto las interrogaciones que me surgen. Y lo hago con el cariño, respeto y sentido crítico, que tengo con mi madre. Primero quiero dejar clara una cuestión de tipo jurídico en el orden civil. La prohibición se refiere a mi persona, y he comenzado por aceptarla, no tiene ni puede tener alcance alguno a la Fundación Hombres Nuevos, institución civil, con personalidad jurídica en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad del Estado Español. Estimo que ningún dicasterio del Vaticano tiene competencia en una institución civil. En dicha institución están presentes, desde su creación, el alcalde de la ciudad de Palencia (el obispo de Palencia no lo está, porque no lo aceptó), el provincial de los agustinos y otros miembros de la diócesis de Palencia, del ámbito misionero y de mi familia [...] Ella es la que recibe, por distintos cauces, donativos de plurales lugares, nunca limitados a Palencia, sino de toda España y del extranjero; se trata de donaciones que son explícitamente dirigidas a los fines de la Fundación, no pudiéndose, por tanto, ni en conciencia ni en ley de género alguno, modificar la intención del donante».

Continuaba, con el itinerario de su servicio a la Iglesia: «Y después de 13 años de obispo, sentí la llamada misionera Ad gentes. Y desde hace 20 años sirvo en la Iglesia arquidiocesana de Santa Cruz de la Sierra, donde nos acogió, con los brazos abiertos, nuestro pastor Julio Terrazas. Y aquí estamos evangelizando en este barrio marginal, denominado Plan 3000».

Monseñor Nicolás Castellanos O.S.A.
Monseñor Nicolás Castellanos O.S.A.

Seguía una larga exposición y un lamento dirigido a su Madre Iglesia, y terminaba: «Creo en ti, Madre Iglesia, que estás por encima de estos conflictos menores, que hacen opaco tu rostro glorioso de Iglesia, que es Madre y Samaritana, haciendo el camino de la Pascua entre consolaciones y desolaciones».

Es importante conocer las circunstancias en las que se produjeron estos últimos acontecimientos del año 2012 en el que Nicolás Castellanos sufrió una nueva y desagradable observación a su comportamiento por parte de la jerarquía de la Iglesia de Roma.

Los años 2012 y 2013 fueron tiempos difíciles, tanto para España, donde habían existido unas relaciones tensas entre el Gobierno de Rodríguez Zapatero y la Conferencia Episcopal Española, que desembocaron en una protesta formal ante el nuncio en Madrid, Renzo Fratini, denunciando las interferencias de esta en las decisiones gubernamentales; así como la crisis económica en nuestro país de dimensiones mundiales, seguido de un cambio de Gobierno de distinto color político; conflictos sociales [...] Igualmente ocurrió en la Iglesia, con problemas internos de todo tipo a nivel universal, postrimerías del pontificado de Benedicto XVI, que presentó su inesperada renuncia el 11 de febrero de 2013. Pero también supuso un hito de esperanza para toda la cristiandad el nombramiento, el 13 de marzo del 2013, del jesuita argentino cardenal Jorge Mario Bergoglio como papa que tomaría el nombre de Francisco. Esta coincidencia en el tiempo es posible que influyera en el tema en cuestión de nuestro obispo emérito.

Para esas fechas, ya había fallecido el cardenal Gantin (13-5-2008), que había sido Prefecto de la Congregación para los obispos y presidente de la Comisión para América Latina desde el 8 de abril de 1984, y principal protagonista de distintos episodios con Nicolás Castellanos, entre ellos el de 1996 relatado anteriormente. Le sucedió en los cargos citados el cardenal canadiense Marc Ouellet, nombrado el 30 de junio de 2010 por Benedicto XVI, el cual se consideró papable en el Cónclave de 2013.

En Roma, en los primeros meses de aquel año 2012, se sucedieron una serie de nombramientos, dentro de la curia vaticana, realmente significativos, y que pudieron afectar a la cuestión fundamental que estamos analizando: Manuel Monteiro de Castro, fue nuncio en España desde el primero de marzo del 2000 hasta el 3 de julio de 2009, fecha en que Benedicto XVI le nombró secretario general de la Congregación para los obispos. El 5 de enero de 2012, le nombró penitenciario mayor en sustitución del cardenal Baldelli y el 6 de enero de 2012, se anunciaba su nombramiento como cardenal y cesó como secretario general del Colegio cardenalicio el 7 de marzo de ese mismo año de 2012. El sucesor de Monteiro como nuncio en España sería Renzo Fratini, que permanecería en el cargo hasta julio de 2019.

Renzo Fratini
Renzo Fratini CEE

El 11 de enero de 2012 el papa Benedicto XVI nombró a Lorenzo Baldisseri (Barga, Italia, 29-9-1940), que hasta ese día era el nuncio en Brasil, como secretario general de la Congregación para los obispos, en sustitución de Monteiro de Castro, puesto en el que permaneció hasta septiembre de 2013 cuando fue nombrado secretario general del Sínodo de los obispos. Desde el 7 de marzo de 2012 ocupó el cargo de secretario del Colegio cardenalicio.

Durante estos cambios en la curia vaticana, especialmente en la secretaria general de la Congregación para los obispos, es cuando se producen las acusaciones, de modo verbal, insistiendo ante Nicolás Castellanos para que abandonase todo tipo de relación, incluso de permanencia, en la diócesis de Palencia. Se observa que en esta ocasión no existió una línea directa entre Nicolás Castellanos y el Prefecto de la Congregación para los obispos, tal como ocurrió con el cardenal Gantin. No parece que sea muy correcto que un nuncio, que no tiene autoridad directa con los obispos, puesto que estos están en comunión con el obispo de Roma, actúe de esta manera. A la vez, parece impropio que el obispo misionero tuviese que enterarse de una imposición del cardenal-presidente de la congregación, a través de terceras personas y no por un encuentro o documento oficial de la Santa Sede. Daba la impresión de que, desde España, de forma permanente, algunas personas o colectivos eclesiásticos insistían en condenar al obispo emérito Nicolás Castellanos y aprovechaban tiempos de cambios.

Contestaba Nicolás Castellanos a las preguntas del autor

que los cuatro obispos que me sucedieron no tuvieron relación conmigo. Los primeros años, siempre iba a visitarles, me recibían de pie y cinco minutos por cumplir. Al final dejé de ir a verlos. A Munilla ni le conocí. Todo cambió cuando llegó Manuel Herrero, agustino, alumno mío. Me distinguió desde el primer momento, me puso de consagrante, con el cardenal Osoro, muy amigo de él. Nada más llegar me dijo: «Nicolás, no porque seamos agustinos y amigos, sino porque tú eres diocesano de Palencia y yo tengo la obligación de cuidarte, que no te falte nada y pídeme lo que necesites». A los sacerdotes misioneros de Palencia les dan 600 euros, a mí nunca me los dieron los cuatro anteriores obispos y Manuel empezó a dármelos mensualmente. Me invita a todo y cuando no está él me manda que lo sustituya. Un amor de obispo, que le quiere toda la gente. Empezó desde el día de su ordenación episcopal. Estuve 25 años en el exilio, marginado como un leproso. Lo he vivido con toda la paz. Fíjate, iba al entierro de la madre o padre de un cura y no me invitaban a concelebrar y me quedaba al lado de la familia».

Por otra parte, el obispo actual de Palencia, Manuel Herrero Fernández, OSA, se refería a Nicolás Castellanos en estos términos: «Nicolás ha tenido que sufrir mucho porque ha tenido oposición dentro de la Iglesia española. Hace poco, uno me dice: “¿Qué tal en Palencia?”. “Muy bien”, le contesto. “¿Qué tal Nicolás?”. “Muy bien”. “Lo dices porque eres agustino”. “No, lo digo porque es verdad, no es por cumplir, es la pura verdad”. Es curioso, para mí él es el primer diocesano. Como obispo emérito, yo tengo que preocuparme de él. Me insiste: “No, pero él es que tira a los suyos”. “Estáis equivocados”, le respondo. Incluso el nuncio (Renzo Fratini) me preguntó que si la diócesis le daba dinero. “No, le digo; yo le doy lo mismo que a los demás misioneros” (cosa que no hacían los anteriores obispos). Sé que tenía que darle más, pero le doy igual para que no haya distingos. Uno de mis objetivos al realizar este trabajo, es que a mí me gustaría que a Nicolás Castellanos lo reconociese la Iglesia jerárquica. Nicolás cuando viene aquí participa en muchos actos de la diócesis. El testimonio que ha dado aquí y allí ha sido excepcional. Sobre san Francisco Javier, hay un libro, El divino impaciente, yo diría que le viene bien a él. No ha parado por llevar el Evangelio, por atender a los más necesitados. Siempre ha sido feliz, a pesar de la incomprensión de muchos, no solo de los obispos españoles, también de los de Roma».

Manuel Herrero y Nicolás Castellanos

Manuel Herrero, un antes y un después

La llegada del agustino Manuel Herrero Fernández como obispo a la diócesis de Palencia supuso «un antes y un después» en las relaciones de Nicolás Castellanos con la Iglesia palentina, de la que fue prelado muy querido durante muchos años. El nuevo obispo Manuel Herrero, calificaba a Nicolás como un hombre del Concilio Vaticano II y decía a este respecto: «Es más, profeta de los tiempos nuevos y en la línea del papa Francisco. Cómo Nicolás actuó aquellos años fue lo que demandaba el Concilio Vaticano II y lo que trae el nuevo papa: Un hombre de encuentro, un hombre fomentando todas las vocaciones, el que busca el compromiso con los más necesitados».

Para concluir esta crónica de desencuentros de Nicolás Castellanos, es oportuno recordar lo que él mismo escribió años más tarde, en una de sus reflexiones, donde se refería a su actitud optimista, razón por la que era capaz de superar cualquier situación difícil: «Gracias a la vida larga que me ha dado el Señor. Gracias al don de la salud fuerte prolongada [...]; desde la infancia abierto, emprendedor, propositivo, dialogante, con sentido del humor, dinámico, siempre el pensamiento por delante, pensar, discernir, plantear, compartir, evaluar objetivos, metas, medios, alternativas, escuchar a los demás, optar colegiadamente, siempre en búsqueda: como si todo dependiese de Dios y todo de nosotros. Siempre la actitud del optimista, “todavía nos queda media botella”».

* * *

Sobre el tema eclesial, Nicolás Castellanos escribía un largo artículo que titulaba «En tiempos convulsos, de inclemencia eclesial y social, el reto de un paradigma de otra manera de ser Iglesia hoy», que se publicó a finales del año 2010 en Religión y Cultura, revista de los agustinos.

A modo de Introducción se refería al P. Pedro Arrupe, General de los jesuitas, al que calificaba de «profeta del siglo XX, que nos enseñó la pedagogía de la creatividad e imaginación evangélica en el cambio».

En su exposición señalaba: «Hablamos de tiempos convulsos. Y la verdad es que los tiempos ni son mejores ni peores. Hace 16 siglos ya advertía san Agustín: “El tiempo pasado lo creemos mejor, sencillamente porque no es el nuestro”. Ciertamente hoy nos movemos entre la convulsión, la inclemencia social, eclesial, la desinstitucionalización, la disidencia ante el magisterio eclesiástico, los que afirman: “Jesús sí, Iglesia no”, o “creencia, sin pertenencia eclesial, o cristianos sin Iglesia” [...] estamos inmersos en esa espesa atmósfera de perplejidad, desconcierto, rechazo, indiferencia, desaliento, miedo, que se respira en la Iglesia [...] «Por otra parte, los que vivimos la euforia del Concilio Vaticano II y el posconcilio, nos resignamos, no renunciamos a aquellos tiempos, que veíamos acercarse la utopía de Jesús, de recrear la humanidad, de interpretar la historia, en clave humanitaria, liberadora, de construir nuevas identidades, desde la gratuidad y fruición de Dios, desde puntos comunes de encuentro y no de desencuentro, de consenso, y no disenso, de convergencia y no de confrontación, de diálogo y no de intolerancia. Entre todos tenemos que alumbrar nuevos paradigmas, encarnar la mística humanizadora y liberadora de los dichos y hechos de Jesús, y conjugar, al mismo tiempo, Utopía y Resistencia, Economía y Solidaridad. Es posible y factible otra manera nueva de ser Iglesia, Misterio y Pueblo de Dios en Comunión fraterna en Misión».

Más adelante, hacía una amplia exposición sobre disconformidad con la estructura eclesiástica; malestar y desacuerdo enla Iglesia. «resulta preocupante el éxodo masivo, silencioso y creciente de los que abandonan la Iglesia, y no la fe en Dios».Con cita de distintas personalidades y teólogos.

Abordaba dos cuestiones, como eran: a) Aportación de la Iglesia a la democracia; y b) Cómo la Iglesia debe saber intervenir en la sociedad civil.

Se extendía en «ese paradigma de otra manera nueva de Iglesia». Se pide a la Iglesia y a todo el pueblo de Dios «tomar conciencia, explicitar la presencia real, aunque misteriosa, del Espíritu Santo [...] La acción interior del Espíritu Santo constituye la acción determinante en la vida de la comunidad, de la Iglesia. En cambio, la praxis eclesiástica desde la Edad Media ha ido por otro camino: institución, normas, dogmas, cumplimiento. Se impuso en la Iglesia lo canónico, lo corporativo, lo jurídico, la sumisión, el acatamiento, lo disciplinar».

Puntualiza: «No se trata de una Iglesia nueva, sino una manera nueva de ser Iglesia, un nuevo modelo de Iglesia, poblado de profetas y testigos [...] El profeta es un creyente que aporta algo nuevo, inesperado, sorprendente o que muestra una coherencia radical en lo cotidiano. Esa es la novedad. El profeta destaca por su sensibilidad humana, espiritual, social [...], el profeta habla, anuncia, denuncia, propone y ejecuta, con los otros en comunidad, la Palabra de Vida recibida».

Hasta aquí, algunos de los párrafos del interesante artículo, que termina: «Creo, y modestamente practico, este paradigma de otra manera de ser Iglesia y creo que es posible, factible si aplicamos el dicho ignaciano: “Como si todo dependiese de Dios y todo dependiese de nosotros”. A la Iglesia de hoy le falta creatividad, profecía y confianza en el Espíritu».

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