Jesús me pide constantemente una entrega de aguas diferentes. La que yo le doy, cargada de debilidad, de cansancios, de búsquedas desacertadas, un agua que me ahoga en mí misma. Y la suya, el agua que me regenera, el agua de la humildad
| Silvia Rozas
Como la Samaritana, yo también tengo sed. Y cada día me siento ante el pozo y le digo al Señor que tengo sed. Pero él me dice que le dé de beber. ¿Quién? ¿Yo? ¿Pero cómo yo le voy a dar de beber a él?
Y sí, Jesús me pide constantemente una entrega de aguas diferentes. La que yo le doy, cargada de debilidad, de cansancios, de búsquedas desacertadas, un agua que me ahoga en mí misma. Y la suya, el agua que me regenera, el agua de la humildad, que con una lógica diferente a la del mundo, da sentido a mi vida y a la de otros.
Por eso, su agua me ayuda a hacerme también la encontradiza con otras personas para ofrecerles el agua que dignifica.