Contemplar al Hombre en directo

Se puede acceder al Hombre de varias maneras:
1ª vía: El estudio científico. Propiamente se convierte al Hombre en objeto, con lo que pierde su ser específico. Si nos limitamos a la ciencia sobre el Hombre, nos quedamos con un “Hombre-cosa”. No es el Hombre real.
2ª vía: Contemplar a Dios creador del Hombre. Tal como sea Dios, así seremos nosotros, “imagen y semejanza” suya. Así es objetivamente la realidad, ese es el orden “cronológico”. Como método de acceso, es sin embargo, peligroso. ¿Qué Dios puede ser ese Dios que contemplamos, si “a Dios nadie lo ha visto?” ¿Cómo librarnos de fabricar ídolos?

De hecho no podemos contemplar a Dios en su propia realidad. Dios es el fundamento, no el “fenómeno”. Nosotros sólo vemos los fenómenos. Vemos su acción y a El le interpretamos.

3ª vía: Contemplar al Hombre en directo. Así veo la realidad del Hombre, manifestación del Dios real, veo “un poco” de Dios en persona. Objetivamente también esto es así. Y como método es correcto. Cuando vemos al Hombre, contemplamos la “acción de Dios”. O, con más precisión, vemos “a Dios en acción”.

B Es bueno empezar contemplándonos a nosotros mismos. Somos la realidad más cercana, la más directa a nuestra consciencia.
Nuestro organismo físico es verdadera maravilla en sí. Y además es el paso primero e imprescindible en el camino de acceso al “misterio”, a la mística. Tiene también la ventaja agregada de dejarse medir, pesar, palpar... Dejándonos orientar por él, fácilmente ahuyentamos fantasías y alucinaciones

C Este modo de proceder es realmente camino “místico”. Nos hace vivir la materialidad normal, revestida de simbolismo y transformada por la consciencia de qué es lo que es en realidad: presencia de Dios creador.
Es necesario dar una importancia visible a nuestro cuerpo, para superar el olvido y la desfiguración en que se le ha tenido. Necesitamos dar a nuestros sentidos el valor completo. No sólo nos hacen posible comunicarnos con la materialidad (ciencia), sino que, de modo especial, nos hacen vivir la función clave en la realización del amor, transmitiéndonos sensaciones transformadas en sentimientos, en ternura, rabia, llanto... Sin recuperar todas nuestras posibilidades, el acceso será difícil.

D Viviendo en una sociedad tan conflictiva como la nuestra, pretender crecimiento humano sin lucha social, sería falsear la realidad. La Gracia de Dios, en un mundo injusto, siempre es combativa y transformadora (D. Eugenio Merino.

E Pese a todas estas posibilidades, nuestra realidad no deja de ser limitada, rodeada de ambigüedades.
Es una suerte contar con un observatorio de garantía: el HOMBRE cabal: JESUCRISTO.

No estamos ante algo inexistente que tenemos que crear. Tratamos de “semillas”, bien reales, a las que vamos a cuidar para que germinen en plenitud.

Es más un jardín en que trabajar, que un ideal que hacer realidad.

De hecho todo el quehacer va a consistir en ajustar la dinámica de la persona (amor y libertad) y de la sociedad (convivencia amistosa) al desarrollo de lo que gratuitamente hemos recibido. Consiste en cuidar el jardín con profesionalidad.
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