En la solemnidad de Nuestra Señora de los Remedios, patrona de la diócesis El cuidado y la fraternidad

Ella nos inspira, para encontrar el modo de recobrar aliento en los arduos caminos de la vida, singularmente desde que ha irrumpido en el mundo la grave epidemia del coronavirus

Pedimos humildemente luz y sabiduría, entereza y paciencia, para fortalecernos e ir descubriendo lo que hemos de hacer cada persona, cada comunidad humana y cristiana

Somos tierra. Por tanto, nuestra primera ofrenda, el cuidado de la creación, comienza por cuidarnos a nosotros mismos, a todos los seres vivos, y morar en una casa común habitable para todos

Queridos cofrades, hermanos y hermanas todos. Queridas autoridades y representantes institucionales; querida Sra. Oferente, D.ª Elba Veleiro y niña que porta la ofrenda, acompañada de sus padres. Queridos sacerdotes.

Agradezco, Sra. Alcaldesa de Vilalba, sus palabras que expresan los mejores deseos e intenciones para las gentes de nuestras tierras en estos tiempos de inquietud, incertidumbre y graves crisis que nos afectan.

Hace usted presente a Vilalba, capital de la Terra Chá, lugar bien querido que se acerca a nuestra Señora de los Remedios con fe en medio de la necesidad y lo hace desde una vida dura, al mismo tiempo que admirable y valiosa en el rural gallego. Un rural que es de Dios y nos hace pensar que los seres humanos somos tierra, como afirma el papa Francisco al comienzo de su Encíclica Laudato Si’ (cf LS 2), evocando el relato de la creación del Libro de Génesis (Gn 2,7). En esta pandemia se ha puesto de relieve lo que dependemos de la tierra, de la naturaleza, llamando nuestra atención para cuidarla.

Venimos hoy ante la imagen de nuestra Señora de los Remedios, con la confianza que Ella nos inspira, para encontrar el modo de recobrar aliento en los arduos caminos de la vida, singularmente desde que ha irrumpido en el mundo la grave epidemia del coronavirus y se han intensificado nuestras debilidades en todos los ámbitos de la familia humana.

Cuando llegamos a este santuario, lugar de encuentro con el Señor por medio de su madre, nuestra madre, no pretendemos soluciones extraordinarias ni espectaculares. Pedimos humildemente luz y sabiduría, entereza y paciencia, para fortalecernos e ir descubriendo lo que hemos de hacer cada persona, cada comunidad humana y cristiana, cada parroquia gallega, cada porción del pueblo de Dios que peregrina en Mondoñedo-Ferrol.

Para superar juntos esta adversidad, puesto que estamos en la misma barca, os invito a desdoblar la ofrenda de este año en dos íntimamente unidas, que bien podemos realizar todos los diocesanos, discípulos misioneros de Jesús: el cuidado de la creación y la fraternidad.

Somos tierra. Por tanto, nuestra primera ofrenda, el cuidado de la creación, comienza por cuidarnos a nosotros mismos, a todos los seres vivos, y morar en una casa común habitable para todos. Hemos descubierto la importancia de una ética y una sociedad de los cuidados. Si miramos a nuestros mayores —a quienes no estaremos nunca suficientemente agradecidos—, aprenderemos a amar, conservar y mejorar la tierra en lugar de despreciarla, agredirla y destruirla. Celebramos esta fiesta durante el Tiempo de la Creación que el papa Francisco nos invita a vivir con el tema de este año: “Jubileo de la Tierra”. Un jubileo que se gana restaurando la creación, que tiene una extraordinaria vocación de comunidad de amor en la que, como leemos en Laudato Si’, todo está relacionado, y todos juntos, peregrinos, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada criatura, nos une también, con cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra (cf LS 92).

Esta interrelación promueve la fraternidad humana, nuestra segunda ofrenda. Es momento para restaurar las relaciones humanas dañadas haciendo un esfuerzo de equidad, perdón y misericordia con la exigencia de desterrar cuanto lesiona la fraternidad. Es tiempo de devolver lo saqueado. Es momento de justicia restaurativa, de cumplir con los incentivos prometidos para la recuperación; de ayudar a las familias y a todos los afectados por el desempleo y la precariedad laboral. Es tiempo de trabajar por la libertad, la sinceridad, la transparencia, la paz, la igualdad que respeta la diversidad y la dignidad de cualquier víctima. Es momento de acoger, proteger, promover e integrar al inmigrante y al débil. No podemos olvidar a las personas del campo de refugiados de Moria trágicamente incendiado hace pocos días. Es tiempo de fundar la fraternidad humana en la justicia.

Volver los ojos al cuidado de la creación y, por tanto, de cada ser humano, nos permite vislumbrar la nueva humanidad que Cristo Jesús nos anuncia y propone como hijos de Dios Padre y hermanos en Él. Hagamos nuestras ofrendas en medio de esta situación limitada con una esperanza sin límites, fruto de la fe y el amor que hemos recibido del Señor y nos permiten continuar la peregrinación dejando cada año un pedacito de corazón en este Santuario.

Alegrémonos de no estar solos, pues el Espíritu del Señor inspira a personas y comunidades del mundo entero para reconstruir la casa común y edificar la fraternidad humana universal, mirando la realidad desde los más vulnerables, ahora que hemos descubierto de forma tan palpable nuestra común vulnerabilidad que precisa cuidados. Sintámonos miembros de esta familia humana que habita la misma casa; la que el Señor también quiso tener por morada naciendo de una mujer, para ser «Dios con nosotros» (Mt 1,23) hasta el final de los tiempos.

Madre y Señora de los Remedios, tú que nos haces más hermanos, ruega por nosotros a Dios para que nuestro corazón sea tierra llana en la que compartir y extender los cuidados fraternos que se funden con el abrazo lleno de vida del Creador.

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

De las Heras
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