Muchos migrantes encuentran su hogar en las parroquias Acoger e integrar a los migrantes, una preocupación cada vez mayor para la Iglesia estadounidense

En Estados Unidos se encuentran unos 60 millones de latinos, un colectivo que creció más de un 25% en los últimos 10 años y que hoy constituye el 18% del total de la población del país
Los migrantes latinos trabajan jornadas de 10 a 12 horas por día, con lo que sólo consiguen pagar sus recibos y mandar un poco a los familiares que están en sus países de origen
Ellos esperan encontrar en la Iglesia, de la que siempre se sintieron parte, de la que participaban en sus países de origen, la mano del Dios que no entiende de fronteras
Ellos esperan encontrar en la Iglesia, de la que siempre se sintieron parte, de la que participaban en sus países de origen, la mano del Dios que no entiende de fronteras
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe

Hoy siguen llegando migrantes a Estados Unidos, especialmente hondureños y guatemaltecos, que en caravanas numerosas salen de sus países buscando una suerte que no siempre alcanzan. Muchos son víctimas de violaciones, abusos y trata, que provocan traumas y una angustia que se prolonga en el tiempo. De hecho, muchos no se censan en el país por el miedo a ser deportados.
A eso se unen las separaciones familiares, padres que migran y dejan a sus hijos pequeños al cargo de los abuelos, que en muchos casos sólo vuelven a ver 10 o 15 años después, con las consecuencias que eso tiene, pues supone un reencuentro entre personas que no se conocen. Lo mismo se puede decir de los llamados migrantes de segunda generación, que no son ni de aquí, ni de allí, adolescentes que participan de la cultura estadounidense y no entienden la cultura que sus padres trajeron de sus países de origen y que es lo que viven en sus casas, provocando un conflicto entre lo que ven en la calle y en su propio hogar.
La Iglesia católica en Estados Unidos, poco a poco, ha ido asumiendo la necesidad de acompañar la vida de los migrantes. Eso es algo que llevan a cabo Edgardo Jara, franciscano nacido en Costa Rica, que trabaja en la arquidiócesis de Washington, en la Parroquia San Camilo, donde llega a haber hasta cien nacionalidades, y Lia Salinas, que con 12 años salió de El Salvador hoy trabaja en el Ministerio Hispano de la arquidiócesis de Baltimore.

Los migrantes latinos, generalmente, trabajan sin contrato, sin seguro médico y con gran inseguridad laboral, en restaurantes, empresas de limpieza, construcción, jornadas de 10 a 12 horas por día, con lo que sólo consiguen pagar sus recibos y mandar un poco a los familiares que están en sus países de origen, siendo su gran preocupación resolver lo inmediato. Viven hacinados en pequeños apartamentos, muy distantes de sus lugares de trabajo, por los que pagan alquileres muy elevados, se ven obligados a alimentarse con comida basura, y cualquier imprevisto, como puede ser una gran nevada que impide acudir al trabajo durante varios días, supone un gran quebradero de cabeza, casi siempre solucionados con la solidaridad de las pequeñas comunidades eclesiales de las que forman parte. De hecho, muchos migrantes encuentran su hogar en las parroquias.
Los migrantes latinos, según el Padre Lalo Jara, como es conocido, es gente muy devota, que conserva su cultura. Pero, según el franciscano, no todas las parroquias tienen esa dimensión multicultural, no todas las diócesis, obispos, sacerdotes tienen amor por la comunidad latina, aunque también es verdad que los obispos dan cada vez más apoyo, y que obispos latinos van teniendo mayor responsabilidad en la Iglesia local, hasta el punto de que Monseñor José Horacio Gómez, es arzobispo de Los Ángeles, la diócesis con mayor número de católicos del país, y presidente del episcopado estadounidense.
En el caso de la arquidiócesis de Baltimore, de las 140 parroquias, 21 tienen misas en español o ministerio hispano. Tampoco podemos olvidar las dificultades económicas por las que muchas diócesis estadounidenses están pasando en la actualidad, como consecuencia de las indemnizaciones que tienen que pagar a las víctimas de los abusos del clero. Esa falta de recursos también recorta lo destinado a la caridad.
A eso se une el aumento de la población latina en algunos estados. En el estado de Maryland, en los últimos 10 años, la población hispana se triplicó. Eso ha llevado a la arquidiócesis de Baltimore a promover a nivel arquidiocesano y en sus parroquias la presencia de hispanos que ayuden a los migrantes latinos que llegan, aunque es verdad, según Lia Salinas, que no en todas las parroquias se lleva a cabo esa acogida. Ella trabaja en el Ministerio Hispano de la arquidiócesis, una realidad muy habitual en Estados Unidos, donde es común contratar laicos, generalmente mujeres, para llevar a cabo trabajos pastorales.
Otra realidad que provoca una reflexión entre la comunidad católica hispana en los Estados Unidos son los jóvenes. Según Lia Salinas, en la gran mayoria, la generación de sus hijos no se sienten acogidos en la Iglesia y no están de acuerdo con la manera de ser Iglesia en Estados Unidos, cuestionando abiertamente sus decisiones, sintiéndose muchas veces sólo identificados con los trabajos sociales que se llevan a cabo en la Iglesia.

Un elemento importante es que el catolicismo vivido en los Estados Unidos es muy diferente del que los latinos vivían en sus países de origen. La influencia protestante, reconoce el Padre Jara, ha determinado el catolicismo norteamericano. Es muy grande la presencia de grupos carismáticos en la Iglesia estadounidense, lo que también influye en la vida de las comunidades eclesiales de base locales, que poco a poco van creciendo en su compromiso social.
Según el franciscano, un sacerdote en una comunidad latina nunca va a tener descanso. Son muchos grupos y pastorales para ser acompañados, lo que hace que no todos quieran ir a esas parroquias. En los Estados Unidos, son cada vez más los sacerdotes que llegan desde diferentes países de América Latina a acompañar a esas comunidades, aunque en no pocos casos, más que resolver situaciones, eso es fuente de nuevos problemas.
La influencia del catolicismo conservador en Estados Unidos, que cuenta con influyentes medios de comunicación, es muy grande. A nadie se le escapa que la Iglesia norteamericana es una de las que se posicionan más claramente contra el Papa Francisco, una postura de la que no participan la gran mayoría de la comunidad hispana, que se siente orgullosa y profundamente identificada con el primer papa latinoamericano.
Está muy presente en Estados Unidos es la influencia cada vez mayor de la religión en la política. El actual presidente, Donald Trump, se ha presentado como el santo cristiano, como el defensor de la familia y contra el aborto, algo que se contradice con otras actitudes claramente contrarias a la vida. Inclusive muchos hispanos le votaron en las últimas elecciones presidenciales, con miedo de una llegada masiva de migrantes que puedan convertirse en potenciales competidores en el mercado de trabajo. De hecho, muchos sacerdotes y obispos estadounidenses apoyan las políticas republicanas.
Poco a poco, va surgiendo en muchas diócesis la Pastoral Migratoria, donde migrantes ayudan a otros migrantes. Es una Iglesia que llega hasta la frontera con México para ayudar a los recién llegados, cada vez más amenazados por las políticas del presidente Trump. En ese sentido, Lia Salinas reconoce que no dan abasto, lo que demanda la necesidad de fomentar un voluntariado que pueda ayudar a estar al lado de quien llega, muchas veces con casi nada, que esperan encontrar en la Iglesia, de la que siempre se sintieron parte, de la que participaban en sus países de origen, la mano del Dios que no entiende de fronteras.
