El religioso comboniano fue asesinado en Brasil en 1985, con 31 años Antonio Ramin: "Como familia, perdonamos a los que mataron a Ezequiel, ya no es nuestro, es de la Iglesia"

Antonio Ramin: "Como familia, perdonamos a los que mataron a Ezequiel,  ya no es nuestro, es de la Iglesia"
Antonio Ramin: "Como familia, perdonamos a los que mataron a Ezequiel, ya no es nuestro, es de la Iglesia"

Su padre, con la mano en el ataúd de su hijo, dijo "ya hemos perdonado, porque en nuestra familia no hay palabras de odio o venganza"

"La muerte de Ezequiel fue el resultado de una vida vivida de esta manera"

El padre Ezequiel Ramin fue alguien que dejó un legado, que Monseñor Roque Paloschi, arzobispo de Porto Velho, definió en siete puntos

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La sangre de los mártires fertiliza el suelo amazónico. Hay muchos que dieron su vida por la Amazonía y sus pueblos. Uno de ellos fue Ezequiel Ramin, el comboniano nacido en Italia en 1953 y martirizado en Rondonia, Brasil, el 24 de julio de 1985, cuando tenía solo 31 años. Su figura ha sido recordada en una de las muchas actividades que organiza la Amazonía Casa Común durante la asamblea sinodal, titulada "P. Ezequiel Ramin: Iglesia que da vida a la Amazonía".

Muchos, incluida una buena representación de los pueblos originarios, escucharon los diferentes testimonios sobre él, comenzando con su hermano Antonio, uno de los cinco hermanos de Ezequiel, todos hombres, que nacieron en una familia sencilla de Padua, hijos de padres de gran fe. Como ha contado su hermano, su madre le pidió a uno de sus hijos que buscara un nombre en la Biblia, y el niño encontró Ezequiel.

Esta fe siempre ha estado presente en la familia, incluso hoy. Su madre rezaba constantemente y ordenó a sus hijos que rezaran por la vocación de Ezequiel, una madre campesina, que "nos enseñó el amor por la tierra", una de las grandes luchas del misionero comboniano en su tiempo en Rondonia. Una fe que su padre mostró a Franco Viaretto, viceprovincial de la época, quien trajo su cuerpo después de que fue asesinado, y a quien le dijo con la mano en el ataúd de su hijo, "ya hemos perdonado, porque en nuestra familia no hay palabras de odio o venganza", palabras que hoy fueron confirmadas por Antonio Ramin, quien declaró que "como familia perdonamos a los que mataron a Ezequiel, como familia decimos que ya no es nuestro, pertenece a la Iglesia", palabras que solo pueden venir de un corazón lleno de fe.

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Uno de sus colegas desde el comienzo de su vida religiosa fue el actual Superior de los Combonianos en Italia, Giovanni Munari, quien definió a Ezequiel como alguien que había estado muy comprometido con la causa de los pobres desde que se unió a la congregación en 1972, un rebelde. Hablando del noviciado reconocía que "no fuimos fáciles", cuestionaron las asignaturas que tenían que estudiar, la lujosa casa donde vivían, y afirmó que Ezequiel había querido trabajar desde que era un novicio, "para ganar el pan con el sudor de la frente", algo que luego hizo en los Estados Unidos, trabajando con la población hispana, o en Italia, donde pasó varios meses ayudando a las víctimas de un terremoto. De hecho, el padre Munari recordó las palabras del mártir, "el misionero debe estar donde están los problemas, con la gente".

Así fue siempre, "la muerte de Ezequiel fue el resultado de una vida vivida de esta manera", dice Giovanni Munari. Esto fue confirmado por el Padre Viaretto: "Si queremos entender quién era Ezequiel, debemos abrir el capítulo 25 de Mateo", porque esta es una página del Evangelio "con la que se identificó, el Evangelio era parte de su vida". Hasta el punto de decir que "fue asesinado por su pasión por Jesucristo, a quien identificó en los pobres".

El testimonio de quienes conocieron a Ezequiel Ramin también fue dado por la hermana Antonieta Papa, quien trabajó con él en Brasil. Su congregación se encargaba de la parroquia de Pimenta Bueno, donde cada dos meses iba a celebrar la Eucaristía. En las páginas de su diario, relató los últimos días de la vida del comboniano, que era consciente del peligro, como lo mostró en cartas a sus amigos en Italia, no a su familia, a quien siempre dijo que estaba bien. Sin embargo, él decía que la fe en Dios nos compromete.

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El padre Ezequiel Ramin fue alguien que dejó un legado, que Monseñor Roque Paloschi, arzobispo de Porto Velho, definió en siete puntos. El primero fue la familia, que "no solo perdonó, sino que también oró por los torturadores de su hijo y hermano", los jóvenes, con capacidad de soñar, que puede descubrir que "el gran sueño del joven Ezequiel era encontrar soluciones para los países más pobres".  También las instituciones religiosas, a quienes "les recuerda que su misión principal y el significado de su existencia es ser levadura en la masa, mezclarse con la gente para hacer crecer con entusiasmo y alegría una Iglesia samaritana, comprometida con los pobres, en un compromiso misionero", y para la Familia Comboniana, que debe descubrir su "carisma como un don de Dios para la Iglesia y para el mundo".

El presidente del Consejo Indigenista Misionero – CIMI, también destaca el legado del mártir comboniano para los "Poderosos" que tanto lo odiaban es "el perdón y el llamado constante y eterno a la conversión y la reconciliación con Dios". También para la Iglesia, que debe tener su "legado profético fuerte y urgente de que la Iglesia debe encontrarse con los pobres con los brazos abiertos y las manos extendidas". Finalmente para el Pueblo de Dios, las personas más simples, para aquellos que están "seguros de que la última palabra nunca será la muerte, sino la vida".

Esta fue la vida de Ezequiel Ramin, quien en palabras de Monseñor Antonio Possamai, obispo de Ji-Paraná en ese momento, habló más con su martirio que en toda su vida. Como reconoció el padre José Celestino, actual administrador diocesano, el padre Ezequiel dejó un gran legado, no solo en la diócesis, sino también en Juína, Porto Velho y Guajará-Mirim. Hoy está el Instituto Padre Ezequiel Ramin, la Escuela de Fe y Política, el primero en ser fundado en Brasil, la Escuela de Teología, entre otros. Es la historia de los mártires, de tantos hombres y mujeres que dieron su vida por la Amazonía y que hoy, desde el cielo, interceden para hacer realidad nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral.

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