La vocación del misionero es una respuesta fiel y generosa a una llamada de Dios Día de Hispanoamérica: gracias a quien compromete la vida con su pueblo

Las amenazas que hoy se ciernen sobre buena parte de la población hispanoamericana continúan reclamando que se actualice la actitud profética de cada misionero, a estar al lado de quienes muchos no quieren mirar a la cara.

Todo primer domingo de marzo, la Iglesia española celebra el Día de Hispanoamérica, una fecha que debe llevar a reflexionar sobre la importancia que la misión tiene entre los españoles. En 2019, el lema escogido para esta jornada, que se celebra el 3 de marzo, es “Comprometidos con la vida de los pueblos”, queriendo poner de manifiesto que uno de los elementos que destacan en la vida de muchos misioneros es su compromiso con la vida de la gente a la que acompañan. 

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Uno no deja de sorprenderse cuando se encuentra con misioneros que después de casi sesenta años en América continúan al pie del cañón, gente que entendió que la vida vale la pena si se entrega por amor, gente que tira del carro cada día, que sujeta al que está cerca de caer al abismo y levanta al que herido se ha quedado tirado al borde del camino. Por encima de todo, la misión les ha convertido en testigos del Amor de Dios para quien habita las periferias del mundo.

Desde las villas miseria y favelas de las grandes metrópolis, hasta los remotos confines de la Amazonía, del altiplano andino, de poblados perdidos en medio de la nada, la presencia de estos misioneros siempre ha sido una rica experiencia de misericordia en la vida de mucha gente que la sociedad ignora y descarta.

Dia Hispanoamérica

El Día de Hispanoamérica tiene relación con la Obra de Cooperación Sacerdotal para Hispanoamérica – OCSHA, que el próximo junio cumplirá 70 de años de existencia y que ha sido un puente entre las diócesis españolas y latinoamericana por el que han atravesado más de 2.300 sacerdotes diocesanos. Las estadísticas dicen que en la actualidad son 237 los sacerdotes diocesanos que a través de la OCSHA están en América, procedentes de 54 diócesis españolas, lo que representa más del 75% de ellas, trabajando en 20 países. Como le gustaba decir a Anastasio Gil, son miles de años de misión sumados entre todos. 

En una sociedad en la que cada día aumenta la división y el enfrentamiento, y se hace más visible el rechazo al diferente, lo que acrecienta la tensión social, una realidad patente en muchos países de Hispanoamérica, donde los autoritarismos de diferentes cuños están tomando el control de distintos países, provocando conflictos con la sociedad y con la propia Iglesia católica, el papel de los misioneros se convierte en fundamental. El Papa Francisco llama a una Iglesia en salida, preocupada con lo que pasa más allá del templo, con un claro compromiso con la vida de los pueblos, inclusive con aquellos que no forman parte de la comunidad eclesial.

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Si vemos sus objetivos, el Día de Hispanoamérica es una llamada a agradecer a quien desde la misión compromete su vida con su pueblo, a reflexionar y descubrir que la fuente del ser misioneros está en nuestro bautismo y que como bautizados somos llamados a vivir nuestra vida como misión, a descubrir nuestra vocación misionera y responder. También a rezar por aquellos que han sido enviados por la Iglesia.

El Cardenal Marc Oullet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, en un mensaje dirigido a los misioneros españoles que han respondido a la llamada de Dios a servir a las Iglesias y pueblos de Hispanoamérica, destaca que “la vocación del misionero es una respuesta fiel y generosa a una llamada de Dios”, que se concreta en la vida de cada uno de múltiples modos. Por eso, insiste en la compenetración que existe entre los misioneros y los pueblos a los que acompañan.

La identificación nace de la presencia y del compromiso, un elemento en que los misioneros deben profundizar cada vez más. Cada vez es más importante, sobre todo para quien vive en las periferias del mundo, la presencia gratuita de los misioneros, estar con la gente para escuchar, compartir la vida, sentarse alrededor de una taza de café y dejar pasar el tiempo, en cuanto el diálogo ayuda a profundizar en el conocimiento mutuo. No se ama aquello que no se conoce, y nadie se va a comprometer con la vida de los pueblos si esa vida no es conocida previamente, en profundidad, un conocimiento que integra, que hace al misionero uno más en medio de su gente.

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El misionero aprende con su pueblo, con su gente, en la convivencia cotidiana y eso enriquece. Es señal de gran alegría para muchos pueblos ver cómo el misionero va asimilando elementos que forman parte de su vida cotidiana, pues eso muestra que está valorando como positivos algunos elementos que forman parte del cotidiano de esas personas. Todo eso va aumentando el mutuo amor y deseo de servir, que no olvidemos es la mejor expresión de lo que realmente supone la misión, estar al servicio de aquellos a quienes uno ha sido enviado.

Las amenazas que hoy se ciernen sobre buena parte de la población hispanoamericana continúan reclamando que se actualice la actitud profética de cada misionero. Compromiso es eso, estar al lado de quienes muchos no quieren mirar a la cara, asumir la identidad de un pueblo, su historia, tradiciones, cultura, saberes ancestrales. Todo ello ayuda a entender las causas de la realidad por la que en la actualidad están pasando. Cuando eso penetra en el corazón, provoca sentimientos, reacciones, alegra, pero también duele, pues poco a poco esos pueblos se han convertido en carne de mi carne.

Conmoverse, compadecerse, hacerse cargo de las múltiples situaciones por las que el pueblo pasa, son actitudes que deben estar presentes en la vida del misionero y que quedan marcadas en la memoria colectiva como una marca indeleble de generación en generación. Comprometerse con la vida de los pueblos debe llevar al misionero a trabajar para que se perpetúen las raíces de esos pueblos. Como reconoce el Papa Francisco, un pensamiento recogido en el mensaje del Cardenal Oullet con motivo del Día de Hispanoamérica, "uno de los fenómenos que actualmente golpea con fuerza al continente es la fragmentación cultural, la polarización del entramado social y la pérdida de raíces. Esto se agudiza cuando se fomentan discursos que dividen y propagan distintos tipos de enfrentamientos y odios hacia aquellos 'que no son de los nuestros', inclusive importando modelos culturales que poco o nada tienen que ver con nuestra historia e identidad". 

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En ese sentido, el misionero es llamado a reconocer las raíces presentes en la vida e historia de los pueblos, valorando esos elementos, inclusive dentro del trabajo pastoral, pues eso impulsa una mayor identificación entre el pueblo y el mensaje cristiano, provocando un encuentro que construye relaciones que perduran en el tiempo y producen frutos abundantes. 

El Día de Hispanoamérica es un buen momento para la Iglesia española sienta la necesidad de perpetuar esa dimensión misionera que siempre la ha acompañado. Esta reflexión tiene que ser llevada a cabo a nivel personal, diocesano y también como Conferencia Episcopal, pues la misión “ad gentes” es elemento constitutivo de la vida eclesial y muestra el grado de compromiso de la Iglesia local con la Iglesia universal.

Hagamos memoria que sea motivadora del presente y del futuro, que ayude a continuar una labor secular, fruto del compromiso de muchos. Que el Dios que habita en el corazón de todo bautizado sea inspiración para que puedan surgir nuevas vocaciones misioneras, hombres y mujeres, que hagan visible el Evangelio en todos los rincones del mundo.

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