"Somos el alma de la Iglesia, estamos en los lugares donde a los hombres no les gusta ir" Digna Erazo: “Sueño que en la Iglesia nos den los espacios necesarios para que las mujeres podamos generar vida”

Hermana Digna Erazo
Hermana Digna Erazo

En la Iglesia, sueño con que “nos den los espacios necesarios para que podamos generar vida”, sin aspirar “a que se abran a dar el paso a ordenarnos diaconisas o sacerdotisas”

En la Amazonía la mujer es guerrera, alguien “que ama y defiende la vida, que defiende sus derechos, una mujer que lucha para que la cultura y la identidad sigan permaneciendo”

La presencia de la mujer en el Sínodo para la Amazonía es “única, a lo mejor hasta irrepetible y extraordinaria”

“Estamos haciendo un papel muy importante dentro de la pastoral, de las comunidades, de la Iglesia”

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El Papa Francisco sueña con una Iglesia sinodal, en la que las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, puedan acceder a funciones e servicios estables y que gocen de un reconocimiento público y un envío por parte del obispo. Esto debe provocar que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades.

Poco a poco se van dando pasos, quizás no al ritmo deseado por algunos. Sin embargo, lo más importante es descubrir el trabajo impagable que muchas mujeres hacen en la Iglesia, también en la Amazonía. Una de ellas es la hermana Digna Erazo, misionera Laurita, que actualmente vive en la comunidad indígena Wuawua Sumako, Vicariato del Napo, en la Amazonía ecuatoriana. La religiosa es Coordinadora de la Pastoral Indígena del Vicariato y forma parte del Equipo de Coordinación de la REPAM-Ecuador.

En la Amazonía la mujer es guerrera, alguien “que ama y defiende la vida, que defiende sus derechos, una mujer que lucha para que la cultura y la identidad sigan permaneciendo”, una mujer que sufre las consecuencias de la discriminación, del machismo. La religiosa afirma que la mujer es “el alma de la Iglesia”, y que “estamos en los lugares donde quizás a los hombres no les gusta ir”.

Ella es de una congregación que nació en la selva, que su fundadora decía que es el sagrario, que siguen viviendo en la selva, donde dice que es la mujer más feliz y le encanta estar, al lado de la gente, apoyando sus luchas. Al hablar de la presencia de la mujer en el Sínodo para la Amazonía, la ve como “única, a lo mejor hasta irrepetible y extraordinaria”, que está ayudando a asumir más responsabilidad en la Iglesia, aunque sea algo que cuesta mucho llevarlo adelante.

Para la mujer en la Iglesia, la religiosa sueña con que “nos den los espacios necesarios para que podamos generar vida”, sin aspirar “a que se abran a dar el paso a ordenarnos diaconisas o sacerdotisas”, pues por encima de eso, “estamos haciendo un papel muy importante dentro de la pastoral, de las comunidades, de la Iglesia”. Ella sueña “con unas mujeres fuertes, profetas, samaritanas, magdalenas”, que en relación a los sueños del Papa Francisco, “como mujeres podamos contribuir a que estos sueños se expandan en toda la humanidad, y poder generar una cultura de vida”.

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¿Qué significa ser mujer en la Amazonía?

Ser mujer en la Amazonía significa ser una mujer guerrera, una mujer que ama y defiende la vida, que defiende sus derechos, una mujer que lucha para que la cultura y la identidad sigan permaneciendo desde todas las dimensiones socio-políticas y también organizativas.

¿Cuáles son las principales dificultades que las mujeres encuentran en su vida del día a día en la Amazonía?

Sobretodo la discriminación que sufren por ser mujeres, el machismo, las violencia de las compañías, que a veces son utilizadas, agredidas, una violencia física, una violencia sexual. La migración a las ciudades y los trabajos que ellas ocupan, es un trabajo que no es digno, asumiendo trabajos que otras no los quieren realizar. La mujer es la que está buscando el pan de cada día para sus hijos, que es una vida bonita dentro de la selva, pero es muy dura.

Actualmente ya no existe la suficiente cacería, la suficiente pesca, quizás por la contaminación los productos ya no se dan como antes se daban, no es una vida saludable como antes vivían. Antes prácticamente, para ellas la selva era su supermercado, su farmacia, su frigorífico, ahora ya no lo es por toda la agresión que ha sufrido de parte de las compañías transnacionales.

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La vida religiosa tiene gran importancia en la Iglesia, también en la Amazonía, ¿cómo la vida religiosa femenina impulsa el caminar de la Iglesia en la región amazónica?

Como religiosa siento que somos el alma de la Iglesia, la mayoría de las congregaciones religiosas estamos en los lugares donde quizás a los hombres no les gusta ir, o no es su opción preferencial. Muchas religiosas estamos en el corazón de la Amazonía, y nuestra presencia no es tanto el hacer, sino el acompañar procesos organizativos, procesos también de espiritualidad con los pueblos, ese respeto a su entorno, a su Dios de la vida, al Dios que está allí en la selva.

Como dice nuestra fundadora, la selva es el sagrario, la selva es ese rostro de Dios vivo, que nos refleja a Jesús Eucaristía. Esa comunión, incluso con la selva, es esa comunión que tenemos que hacer con Dios. Como mujeres consagradas hemos descubierto ese Dios viviente en la selva, en toda su abundancia, pero también en los valores de su gente, de sus culturas.

En el Documento Final de la Asamblea Sinodal, una idea que también aparece en Querida Amazonía, se insiste mucho en que la Iglesia en la región tiene que ser una Iglesia de presencia y no sólo de visita. ¿Podríamos decir que la vida religiosa femenina es esa presencia, en cuanto los sacerdotes se limitan a una visita esporádica?

Sí, puedo confirmarlo, porque nosotras, como misioneras Lauritas vivimos en el corazón de la selva en cuatro vicariatos. No estamos en las ciudades, estamos en comunidades indígenas. También otras congregaciones, las del Sagrado Corazón, Mercedarias, de la Anunciación, están viviendo en el corazón de la selva. No sólo vamos por visita, sino que también experimentamos lo que la gente experimenta, vivimos lo que la gente vive, desde ese respeto a su cultura, a su identidad, desde ese sentido de inserción y de vivir la interculturalidad.

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¿Qué representa en la vida de los pueblos originarios, de los pueblos amazónicos, esa presencia constante de la vida religiosa femenina?

Para los pueblos amazónicos es la fuerza que les podemos dar en sus luchas, es esa presencia de madres, que les vamos acompañando, que vamos haciendo camino con ellos, que les vamos animando, esa presencia de amigas, que estamos allí hasta en sus equivocaciones, en las buenas y en las malas. Allí vamos dando ese espíritu de vida, positivo, de esperanza, de que ellos son capaces de continuar y de ser ellos mismos que hagan esa voz de incidencia política frente a estructuras del Estado, que siempre están en contra de los proyectos de vida, del Sumak Kausay que los pueblos indígenas viven.

Para la vida religiosa, para usted como religiosa, ¿qué significa vivir en esa periferia del mundo?

Soy la mujer más feliz de la vida, me encanta caminar, ir por el río. Ahora estoy en otra misión, ya no es río, es montaña, pero es Amazonía, caminar, experimentar lo que la gente experimenta, caminos de subir lomas, unos caminos que apenas pueden sacar sus productos. El sufrimiento de la gente de donde estoy, del Napo, es quizás más grave que la del otro pueblo donde yo acompañaba.

Ese dolor de la gente le llega a uno, y podría decir con certeza que se vive esa pasión por el Reino, se vive esa pasión por el pueblo, se vive esa consagración para Dios, pero en el servicio de la gente más necesitada, según el Papa Francisco, que hoy nos exhorta a ser una Iglesia en salida, samaritana, magdalena, solidaria.

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¿Cómo animar a la vida religiosa, a la Iglesia en general, a ser más misionera y hacerse más presente en esos lugares donde muchas veces nadie quiere ir?

Actualmente, aquí en el Ecuador, hay un representante, que es Darwin Orozco, que está continuando esa animación a la vida religiosa, haciéndoles llegar el mismo documento Querida Amazonía, a través de programas de radio, de retiros, exhortándoles a que ellas puedan optar por estos lugares. Pero las mujeres siempre somos o son más sensibles, por ejemplo el Papa hoy nos pide que si alguna congregación no tiene presencia en la Amazonía, por lo menos trate de tener una comunidad en la Amazonía. Con las congregaciones religiosas que ahorita no tienen suficientes hermanas se ha optado por ser comunidades intercongregacionales. Este caminar con la REPAM, también da fuerza para que la vida religiosa vaya comprometiéndose con la Amazonía.

En Querida Amazonía, el Papa Francisco reconoce la importancia de las mujeres en la región, hasta el punto de decir que en muchas comunidades, la fe permaneció gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas que bautizaron, catequizaron, enseñaron a rezar, fueron misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo. Esa presencia femenina, ¿realmente ha sido y continúa siendo decisiva en la vida de las comunidades amazónicas?

Continúa. Mire, yo vengo de una congregación que nació en la selva, nuestra cuna es la selva. Es ese entonces no había congregaciones que optaran por los pueblos indígenas. La fundadora, Laura Montoya, lo tenía muy claro, la defensa de su territorio, va y hace una incidencia política, que quizás en ese tiempo no se la llamaba así, de ir donde el presidente, Carlos Restrepo, mire la situación de los indígenas, si los indígenas se quedan sin territorio, después van a migrar a las ciudades y cuál va a ser su futuro.

Ha habido muchas congregaciones religiosas, como los franciscanos, capuchinos, dominicos, josefinos, que han ido entregado su vida, y es eso lo que ha ayudado a los pueblos a permanecer en la fe. Pero también ha habido procesos muy lindos de que se ha respetado su espiritualidad, que se celebran las Eucaristías en su idioma, se hacen sus rituales propios. Es esa espiritualidad de los pueblos que les ayuda a seguir luchando por sus derechos, animados por la fe en Jesucristo, animados por esa presencia del Evangelio, porque ellos han hecho cultura el Evangelio, lo que se podría decir la inculturación del Evangelio.

Quien lo ha hecho ha sido la vida religiosa femenina, no de imponer el Evangelio, sino de presentarlo, para que sean los pueblos mismos los que lo vayan asumiendo, y vayan quizás, iluminados desde el Evangelio, haciéndose fuertes para enfrentar a los poderes, algo a lo que no estaban acostumbrados. Solo estaban acostumbrados a enfrentar a una selva inhóspita, con todos sus problemas, con toda su situación. Ahora son otro tipo de problemas, y ha sido la vida religiosa la que ha ayudado a que los pueblos sigan resistiendo.

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En la exhortación, el Papa Francisco dice que las mujeres nos conmovieron a todos con su testimonio en la Asamblea Sinodal. Su madre general y otra religiosa de su congregación estuvieron presentes en esa asamblea. ¿Usted cree que el Sínodo para la Amazonía ha sido el primero en que las mujeres han tenido un papel fundamental?

Personalmente, creo que sí. Porque prácticamente, los sínodos han sido sínodos de obispos, y que hoy se haya escuchado la voz femenina, no solo religiosa, sino también indígena. Que mujeres indígenas, desde esa experiencia vital de lucha, hayan tenido voz dentro del Sínodo, es algo extraordinario y que da fortaleza a esta Querida Amazonía. Para mí, la presencia femenina en este Sínodo ha sido única, a lo mejor hasta irrepetible y extraordinaria.

Pero, de hecho, el Papa Francisco ha dicho que se necesita un mayor reconocimiento de las mujeres en la Iglesia y que de hecho, ellas participen de los procesos de decisión en la Iglesia. ¿Cree que estos pasos dados hasta ahora van a garantizar, en cierta media, que eso se convierta en algo habitual en todos los ámbitos de la Iglesia, inclusive en las instancias vaticanas?

Es un poco difícil de responder a esta pregunta, porque depende de la sensibilidad que tengan los obispos. El obispo del Vicariato del Napo, Monseñor Adelio Pasqualotto, después de venir del Sínodo, me pareció una expresión bonita que decía, tenemos que ayudar al Papa. Me pidió que llevase la coordinación de la Pastoral Indígena, que quizás, el hecho de que una mujer esté al frente de una coordinación,que prácticamente sería una vicaría. Pero quizás por el sentido machista que hay, no me llaman a mí vicaria, sino coordinadora.

Pero el hecho de que ya hayan dado ese paso, pienso que ha incidido para que una mujer vaya ocupando el puesto que antes ocupaba un sacerdote. Esto, algunos los ha sensibilizado y ya sin mayor escrúpulo, no sé si sería esa palabra, pueden decir a las religiosas, ustedes pueden responsabilizarse, aunque no nos llamen vicarias, sino coordinadoras de esta pastoral. Creo que ellos han asumido estas exhortaciones que el Papa está dando y ha dado también en el Sínodo y en Querida Amazonía.

Quizás otros no se sensibilicen, porque ya son años que siempre la mujer ha venido siendo relegada, aunque ellos se han dado cuenta que es el alma de la Iglesia, el alma de la pastoral, el alma de todo, de la vida misma. Pero no lo quieren reconocer porque también son humanos, han nacido en un mundo machista, continúan en una sociedad machista y en una Iglesia también machista, jerárquica, que a veces se clericaliza mucho, y da poco espacio a la mujer y al laico.

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En el ámbito de la celebración del Día Internacional de la Mujer, que recuerda el reconocimiento de los derechos de las mujeres en la sociedad, ¿qué es lo que usted sueña de cara al futuro en ese reconocimiento cada vez mayor de la figura y del valor de la mujer en la Iglesia católica?

Yo simplemente sueño que nos den los espacios necesarios para que podamos generar vida, como religiosas que continuemos acompañando, dando esperanza, porque nuestro papel es irreemplazable. No aspiro tanto a que se abran a dar el paso a ordenarnos diaconisas o sacerdotisas. Porque nosotras, sin ser sacerdotes, sin ser diaconisas, estamos haciendo un papel muy importante dentro de la pastoral, de las comunidades, de la Iglesia. Simplemente sueño con unas mujeres fuertes, profetas, samaritanas, magdalenas, para que las conversiones de las que nos habla el Documento Final del Sínodo, de la conversión cultural, pastoral, sinodal y ecológica, se hagan realidad, y que los sueños del Papa, nosotras como mujeres podamos contribuir a que estos sueños se expandan en toda la humanidad, y poder generar una cultura de vida, donde se viva esa solidaridad y podamos vivir todos como hermanos, no sólo entre humanos, sino también con todo el universo, con todo el Planeta.

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