El trabajo en común hace enfrentar los problemas de manera diferente Fernando López: "el Sínodo es un momento para amazonizar el corazón romano de la Iglesia"

El trabajo para la Pan Amazonía
El trabajo para la Pan Amazonía

En los países de la Pan Amazonía, los gobiernos, independientemente de ser de izquierdas o de derechas, han puesto el interés económico por encima de la defensa del territorio, de los pueblos y del medio ambiente

En una región donde los pueblos viven juntos, aunque estén de uno y otro lado de la frontera, si la Iglesia quiere servir a esos pueblos, tiene que caminar junta, superando fronteras nacionales y eclesiales

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La Amazonía es una región que genera mucha esperanza, pero al mismo tiempo plantea grandes desafíos. Muchos de estos problemas están presentes en muchos rincones de la región y podemos decir que aumentan en las fronteras. La Iglesia católica está presente en muchas de estas situaciones, superando esas fronteras en un trabajo en común, intentando poner en práctica lo que el Papa Francisco decía en uno de sus discurso en Puerto Maldonado, “donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente”.

Esa actitud comunitaria está cada vez más presente en la Amazonía, siendo la REPAM – Red Eclesial Pan Amazónica, un instrumento que ha ayudado en la toma de conciencia en este sentido. Eso se concreta en acciones específicas, como es el trabajo transfronterizo, en el que se van dando pasos que ayudan a ser conscientes y enfrentar aquello que da nombre a lo que el propio Francisco decía a los pueblos indígenas en Puerto Maldonado, “probablemente los pueblos amazónicos originarios nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora”.

Las Iglesias del Vicariato del Pando, Bolivia, del Vicariato de Puerto Maldonado, Perú, y de la Diócesis de Rio Branco, Brasil, se han reunido los días 20 y 21 de marzo en una tentativa de ir avanzando en esta dirección. De hecho esta es una historia que ya empezó en 2005, cuando estas tres Iglesias se encontraron por primera vez. El encuentro ha puesto de manifiesto que la presión de los intereses económicos es cada vez mayor, lo que esta triple frontera se concreta en la explotación de madera y en la actividad minera, tanto legal como ilegal.

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De hecho, en los países de la Pan Amazonía, los gobiernos, independientemente de ser de izquierdas o de derechas, han puesto el interés económico por encima de la defensa del territorio, de los pueblos y del medio ambiente, incentivando, o al menos haciendo la vista gorda, ante este tipo de actividades. Esto provoca consecuencias negativas para la vida de los pueblos, como reconocían los propios indígenas presentes, pues tiene como efectos inmediatos la falta de caza y pesca, lo que dificulta la vida del día a día.

Los problemas en la región, sobre todo en la parte peruana, han aumentado desde la construcción de la llamada carretera interoceánica, que es la vía de comunicación más al norte de Sudamérica que une el Atlántico con el Pacífico, lo que aumenta la importancia estratégica desde el punto de vista económico. Un ejemplo concreto es que hasta hace diez años, ir de Cusco a Puerto Maldonado suponía un mes de viaje y hoy se hace en menos de ocho horas.

Esto ha provocado grandes cambios sociales en el Vicariato de Puerto Maldonado, donde la llegada de migrantes de otras regiones del Perú es algo antiguo, pero que en los últimos años, movidos por la fiebre del oro, del gas y de la madera, es algo que ha aumentado exponencialmente. El impacto ambiental y social ha sido grande, provocando rupturas familiares, división entre comunidades, debilitamiento del movimiento indígena, trata, entre otras problemáticas.

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Es un lugar de dinero fácil, rápido y abundante, lo que no se ha traducido en bienestar social, en mejores condiciones de salud y educación, como reconocía Monseñor David Martínez de Aguirre Guinea, obispo del Vicariato, presente en el encuentro. El obispo señalaba que sólo en 2018, en el Vicariato, fueron deforestadas once mil hectáreas y que recientemente fueron expulsados por el gobierno peruano treinta y cinco mil personas relacionadas con la minería ilegal en una región conocida como La Pampa.

Estos son problemas que se reproducen en el lado boliviano y brasileño. En Bolivia, el propio gobierno no respeta los parques nacionales, en busca de gas y madera. En Brasil, la presión del agro negocio sobre los pueblos originarios y tradicionales es una constante en el estado de Acre, situación que se repite en muchos lugares de la Amazonía.

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Se han dado algunos pasos concretos, como es el trabajo de atención y apoyo a los migrantes, la producción agroecológica, el cuidado de los bosques. Esto pone de manifiesto que en una región donde los pueblos viven juntos, aunque estén de uno y otro lado de la frontera, si la Iglesia quiere servir a esos pueblos, tiene que caminar junta, superando fronteras nacionales y eclesiales, pues todo está interconectado.

Este es un sentimiento que se ha visto favorecido por el Sínodo para la Amazonía, que ha generado un proceso nuevo tanto dentro de la región como a escala global. En ese sentido, el Sínodo es “un momento para amazonizar el corazón romano de la Iglesia”, como decía el jesuita Fernando López, miembro del Equipo Itinerante, añadiendo que también es “momento para que la Iglesia y el mundo se enteren que la Amazonía es otra cosa”, de incremento de la sensibilización, de cambio de paradigmas globales.

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