Muestras de una Iglesia con rostro amazónico Frutos de la presencia de la Iglesia en medio del pueblo indígena

Mons. Adolfo Zon celebra con los indígenas
Mons. Adolfo Zon celebra con los indígenas

Cuando los laicos y laicas conocen, viven y testimonian el Evangelio, el Reino se hace presente

Pasar de la pastoral de visita a la pastoral de presencia fue un deseo gestado lentamente, rezado, conversado y especialmente sustentado en la relación de cariño y respeto establecida entre la Iglesia y el Pueblo Ticuna

Cuanto más conocen a Jesús, sus enseñanzas y las verdades de nuestra fe más crece en ellos el deseo de participar en la vida de la Comunidad Cristiana y sus diversos servicios

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El Sínodo para Amazonía vino a impulsar y confirmar la presencia misionera junto a los pueblos indígenas, para estar con ellos, vivir en sus comunidades, abrazar sus luchas, celebrar sus fiestas, ser presencia que acompaña, que da coraje, que fortalece por el simple hecho de estar con ellos.    

“Una Iglesia de rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad... Los desafíos de la Amazonía exigen de la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos” (QA 94). Cuando los laicos y laicas conocen, viven y testimonian el Evangelio, el Reino se hace presente. Cada uno se reconoce amado y llamado por Dios, descubre su don dentro de la Comunidad y con disponibilidad participa responsablemente asumiendo los servicios que son necesarios en función de los hermanos.

Hace un año, que comenzó una nueva experiencia de misión, con la presencia misionera estable en la Comunidad Indígena Ticuna de Umariaçú I, en la Diócesis del Alto Solimões. Nunca antes hubo misioneros viviendo con ellos, fue necesario construir una casa, en un terreno que el cacique y su consejo donaron. Pasar de la pastoral de visita a la pastoral de presencia fue un deseo gestado lentamente, rezado, conversado y especialmente sustentado en la relación de cariño y respeto establecida entre la Iglesia y el Pueblo Ticuna.

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Vivir con ellos en la comunidad tiene el regalo de la cotidianeidad, como oportunidad para conocer y amar su realidad, sus ritos, sus formas de comportamiento frente a la vida, las enfermedades, las dificultades y la muerte. Es otra cultura, por eso, como misioneros estamos llamados a sacarnos las sandalias para acompañar cuidadosamente la vida del pueblo, reconociendo las semillas del Verbo presentes en medio de ellos.    

En cuanto a la vida de la Iglesia, es gratificante percibir que cuanto más conocen a Jesús, sus enseñanzas y las verdades de nuestra fe más crece en ellos el deseo de participar en la vida de la Comunidad Cristiana y sus diversos servicios.

El tiempo de pandemia, en el que se les solicitó permanecer en la comunidad, fue propicio para formar los Celebrantes de la Palabra y así ellos poder presidir las celebraciones dominicales. También se formaron cuatro coros, dos de jóvenes, uno de madres y otro de padres, que son escalados por cada domingo para animar la celebración litúrgica.

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En este último domingo 7 de noviembre con la presencia de Mons. Adolfo Zon Pereira, obispo diocesano, en la Comunidad de Umariaçú I, fueron enviados un grupo de seis acólitos para el servicio del altar y fueron presentados diez nuevos catequistas para niños, los cuales trabajaran todos los sábados con más de cien niños.    

“Hace falta aceptar con valentía la novedad del Espíritu capaz de crear siempre algo de nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo, porque la inculturación coloca a la Iglesia en un camino difícil, pero necesario... No temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo” (QA 69).

Mi nombre es Verónica Rubí, soy misionera laica ad gentes, argentina de nacionalidad, de la Diócesis de Mar del Plata, Licenciada en Servicio Social de profesión y Marista de espiritualidad. Hace más de 7 años que comparto la vida y la fe en el corazón del Amazonas, en la triple frontera Brasil- Perú- Colombia, aquí conocí el Pueblo Indígena Ticuna, ellos me evangelizan.  

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