El presidente brasileño apoya las manifestaciones convocadas contra el Congreso Nacional La Iglesia de Brasil pide responsabilidad a Bolsonaro ante los ataques a la democracia

Monseñor Portella en rueda de prensa
Monseñor Portella en rueda de prensa

“La Iglesia va a apoyar las iniciativas que preserven la democracia. Cualquier otra postura, necesitamos oírla, conocerla e incluso cuestionarla”

La Comisión Brasileña de Justicia y Paz hace una llamada “a la sociedad, al Pueblo de Dios, a las organizaciones de la sociedad civil y a las personas de buena voluntad, a posicionarse en defensa de la democracia y de rechazo a cualquier acto de falta de respeto a las instituciones del Estado brasileño”

Frei Betto dibuja una realidad, que puede ser reconocida en Brasil de forma cada vez más evidente, de “un pueblo despolitizado, desprovisto de conciencia crítica”, que acepta las opiniones del déspota, elevado a la categoría de mito, como si fuesen leyes

Manifestación pro Bolsonaro en Brasília
La democracia en Brasil está en riesgo, una afirmación asumida por cada vez más analistas políticos y sociales. El último episodio, o el penúltimo, porque con el actual gobierno brasileño, las sorpresas se suceden a velocidad de vértigo, es el apoyo del presidente Bolsonaro a las manifestaciones, convocadas para el próximo 15 de marzo, contra lo que denominan “chantaje del congreso”, palabras proferidas por el general Augusto Heleno, ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, y uno de los hombres fuertes, por no decir el hombre clave, del gobierno.

Ante esa situación, la preocupación crece, también dentro de la Iglesia católica, que a través del Secretario General de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil – CNBB, Monseñor Joel Portella, afirmaba que “la Iglesia va a apoyar las iniciativas que preserven la democracia. Cualquier otra postura, necesitamos oírla, conocerla e incluso cuestionarla”.

Resulta grotesco que el propio presidente de la República pretenda instigar a la ciudadanía a atacar a aquellos que garantizan las leyes del país. Esa postura ha llevado a Monseñor Portella a pedir responsabilidad a aquel que fue elegido por cauces democráticos, a los que cada vez cuestiona con más fuerza, exigiendo equilibrio entre los poder ejecutivo, legislativo y judicial, afirmando que “existe la corresponsabilidad de cada ciudadano y la responsabilidad de aquellos que fueron investidos por el voto”.

Bolsonaro y el General Heleno

Se están difundiendo, con el apoyo de cúpula militar, que se ha convertido en el gran apoyo de Bolsonaro, ocupando ministerios claves, llamadas a participar en de las manifestaciones, promoviendo la intervención militar en el país, diciendo que los generales esperan las ordenes del pueblo, posicionándose contra los presidentes del Congreso, Rodrigo Maia, y del Senado, Davi Alcolumbre, una convocatoria que dice partir de todos los movimientos patriotas y conservadores de Brasil.

Las convocatorias se posicionan contra los que denominan políticos de siempre y en apoyo de un presidente “trabajador, incansable, cristiano, patriota, capacitado, justo, incorruptible”, en el que ven la única esperanza para el país. No olvidemos que Bolsonaro fue diputado durante casi tres décadas, muchas veces salpicado por escándalos de diferente cuño, y que sus hijos, especialmente el senador Flavio Bolsonaro, han sido acusados de graves escándalos de corrupción, que su padre ha ido tapando repetidamente.

Desde la CNBB, que no se cierra a un posible diálogo, su secretario general se posiciona en la defensa “diálogo y la democracia”, como elemento fundamental para defender la vida. Según Monseñor Portella, existen cosas a las que no están dispuestos a renunciar, “la primera es la vida, y la segunda, como consecuencia de la vida, es la defensa de la democracia”.

Congreso Nacional en Brasil

Desde la Comisión Brasileña de Justicia y Paz, en una nota emitida este 26 de febrero, manifiestan su “preocupación e inconformismo ante la actitud autoritaria incentivada por el Ejecutivo Federal al insuflar manifestación contra el Congreso Nacional”. Esta es una postura que no respeta la Constitución Federal, poniendo en peligro “la garantía de los derechos humanos y el cuidado de los más pobres”, resalta la Comisión de Justicia y Paz, remitiéndose a lo recogido en la Campaña de la Fraternidad, promovida por la CNBB, que desde 1964 llama a los brasileños a reflexionar durante la Cuaresma sobre temas que forman parte de la realidad social y política del país. Por eso, hacen una llamada “a la sociedad, al Pueblo de Dios, a las organizaciones de la sociedad civil y a las personas de buena voluntad, a posicionarse en defensa de la democracia y de rechazo a cualquier acto de falta de respeto a las instituciones del Estado brasileño”.

Quien también se ha manifestado contrario a la situación ha sido Frei Betto, que sufrió una fuerte persecución durante la dictadura militar, calificando la situación como algo “gravísimo y señal de una conspiración golpista”, por lo que pide la intervención del Supremo Tribunal Federal para prohibir esas manifestaciones. Remitiéndose a situaciones pasadas, identifica la actual situación con la figura de un caudillo, que sueña con “gobernar desde la supresión de todas las vías institucionales entre él y el pueblo”, postulando una vía directa, “hoy facilitada por las redes digitales”, a través de las cuales “hace llegar a la población su voluntad y determinaciones”.

Frei Betto dibuja una realidad, que puede ser reconocida en Brasil de forma cada vez más evidente, de “un pueblo despolitizado, desprovisto de conciencia crítica”, que acepta las opiniones del déspota, elevado a la categoría de mito, como si fuesen leyes. Cuando un caudillo toma el poder, insiste, según el dominico, “en plantar en el corazón y la mente de sus adeptos el odio mortal a sus enemigos”. Ante ese panorama, ciertamente preocupante, se pregunta “¿Dónde andan los partidos de la oposición, las centrales sindicales, los movimientos populares?”, denunciando la inercia de un país con más de 11 millones de desempleados, una economía que retrocede, una sanidad y una educación destartaladas y 165 millones de brasileños que sobreviven con menos de dos salarios mínimos, lo que supone poco más de 400 euros por mes.

freibetto

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